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Sang-Woo nunca me despertaba

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Sang-Woo nunca me despertaba. Me dejaba dormir a mis anchas, sin emitir ningún ruido que pudiese perturbar mi sueño y cuando desperté esa mañana él se hallaba allí, aguardando a por mí. Pasaba del medio día y él solo me miraba, brindándome de ligeras caricias suaves en el pelo con las que bien pude haber continuado dormida.

—¿Llevas mucho despierto? —Fue lo primero que solté, a lo que él negó con cortesía.

Me haría apenarme con esa forma con la que me miraba, con alevosía, como si estuviese viendo alguna especie de divinidad. Era un idiota por comportarse así, pero quizá yo lo era más por sentirme de esa forma, embrujada con cada cosita que hacía por mí.

—Quería verte despertar. Voy de salida —anunció.

Solo allí vi que tenía puesto su traje de nuevo y también fui consciente de que olía a jabón y a esa colonia cara que le sentaba tan bien.

—¿Puedo acompañarte? —Curioseé trazando un puchero para doblegarlo.

No quería quedarme allí sola de nuevo, no después de lo de la noche. Lo quería solo para mí, quería reclamarlo como si me perteneciera tanto como yo ahora a él.

Él pareció encantado con mi intento de berrinche pero negó dándome un besito corto en los labios. Me causó vergüenza, por esos problemas del mal aliento al despertar, pero supuse que al tener otros planes que ameritaban su pronta atención, poco le importó como a mí.

—Volveré en la noche, lo prometo —masculló y eso fue suficiente para que yo asintiera conforme y me derrumbase de nuevo en el acolchado.

Me encontraba cansadísima y él se veía renovado. ¿Qué me había hecho? De todas formas, quería que se repitiera y ya aguardaba con ansias a que volviese de donde sea que necesitara ir.

—Dejé algunas cosas en el refrigerador, ¿quieres que te traiga algo de cenar? —Indagó, con una dulzura que me entibió el corazón.

—Lo que tú quieras. No se me antoja nada en realidad —dije, aunque era mentira. Se me antojaba comérmelo a él, se me antojaba a que me fóllase de nuevo en todas partes en la habitación aunque no fuese tan grande; podríamos repetir sin parar— cuídate.

—Tú igual —dijo con una especie de segunda intensión allí que me decía que lo decía muy en serio, como si pudiese haber miles de peligros que podrían alcanzarme aquí.

Y aunque yo sabía que sí, me preocupaba un poco que él me lo dijese.

Me besó los nudillos y con una sonrisa se marchó, dejándome sola en los confines de ese rinconcito que volvió para nosotros.

Probablemente me equivocaba al pensarlo de esa forma, como si ese diminuto cuarto fuese de los dos, mas me negaba a tener un poquito de claridad por muy tonto que fuese. Era mi cachito de esperanza, un resquicio de felicidad en medio de la turbulencia en la que vivía.

𝗽𝗹𝗮𝘆𝗴𝗿𝗼𝘂𝗻𝗱 || Cho Sang-WooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora