10: Every night we fell in love

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Todas las noches nos enamorábamos

– Le advertimos que si no comía le colocaríamos una intravenosa – las enfermeras habían llegado por montones a la habitación del rubio, por más que el peliverde estuviera al tanto de él, el cenizo se las había arreglado para engañarle respecto a la comida – No podemos darnos el lujo de ser demandados por negligencia únicamente porque un "héroe" no comprende las necesidades de su propio cuerpo

Midoriya se sentía abatido en esa conversación, no había dormido durante un par de días dado a que el cenizo le retaba a hacerlo; con todo el pesar de su corazón, permitió el paso a las enfermeras para que procedieran, aprovechando que Bakugo había sido puesto a dormir por órdenes del médico, decidieron hacerlo en la brevedad

– No lo entiendo, si dices que es tan malo vivir con él, ¿por qué no simplemente lo dejas? – la pelirrosa que había recibido a Red Riot durante aquel fin de semana se encontraba cómodamente sentada sobre el banco de una cafetería cercana al aeropuerto, tenía tiempo de no ver a su pelirrojo amigo y esperaba poder ponerse al corriente con él en el breve descanso entre sus tareas de héroe – Creía que todo iba bastante bien, es una lástima escuchar lo contrario – como siempre, la fémina no se podía guardar los comentarios que atravesaban sus pensamientos

– Supongo que es complicado – musitó el contrario sorbiendo lentamente del café en su mano, su mirada yacía perdida en la ventana del local, la vista desde allí era impresionante, se podía divisar toda la prefectura, o al menos así lo percibía Kirishima – Bien, dejando el tema de lado, ¿dónde me voy a hospedar? – su mente quería despejarse de la pelea que había tenido con Bakugo antes de salir, sabía perfectamente que había desquitado su frustración en el cenizo y que muchas de las cosas que dijo e incluso pensó, no eran más que su enojo hablando, pero, de cualquier modo, su enojo era honesto y subconsciente... "así que así es como se siente"

La habitación que le habían designado era bastante amplia, tenía todo lo necesario para que estuviese cómodo el fin de semana, la luz entraba por las enormes ventanas y podía aspirar un suave aroma a lavanda proveniente de los aromáticos en el cuarto, acogedor, esa era la palabra que mejor se adaptaba a la situación. Se dejó caer sobre la gigantesca cama comprobando lo esponjosa que era, soltó un largo suspiro dejando escapar el cansancio que se había acumulado en su cuerpo desde el momento en que partió de casa. Casa. ¿Podía seguir llamándola así después de lo que había dicho?, se sentía idiota por haber actuado sin hombría, como un completo cobarde escudándose en su egoísmo; de pronto el cansancio volvió a invadir sus músculos obligándolo a cerrar los ojos en búsqueda de un poco de paz.

Lo recordaba perfectamente, de pronto las imágenes de UA se reproducían frente a sus ojos, la primera impresión que le dio el cenizo era completamente diferente a la que se había formado tiempo después, lo consideraba alguien grosero y sin respeto por otros, pero al tratarlo un poco más, su manera de mirarlo cambió radicalmente, en especial aquella noche en Kamino, aquel día de campamento, toda su visión cambió cuando, tras meses de observarlo como alguien imparable, lo vio tan vulnerable, tan hermoso – ¡BAKUGO! – se recordaba gritando el nombre del chico mientras atravesaban el cielo nocturno tratando de salvarlo

Y el momento en que sus manos se juntaron, el preciso instante en que sus miradas se cruzaron y esa sonrisa ensordecedora atravesó sus sentidos, todo cambió, un calor único recorrió todo su cuerpo haciéndolo sentir seguro de sí, empoderándolo, lo hacía sentir tan grande y tan pequeño al mismo tiempo que le era difícil respirar. Sí, ese había sido el preciso momento en que su corazón quedó prendado del cenizo, pero ahora que abría los ojos, cuando pensaba en ese chico, lo único que podía sentir era una tristeza profunda, y todo lo que habían construido juntos, lentamente se derrumbaba con el más pequeño movimiento.

No entendía si Mina tenía razón, tampoco quería saberlo, porque en su pecho dolía más pensar en abandonar aquello que tanto amaba y sin decoro lo proclamaba suyo, a realmente hacerlo, sabía que en el momento en que ambos tomaran caminos separados estarían mejor, pero aceptar aquella idea le hacía un nudo en el estómago, enredando los momentos felices contra la actualidad.

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