3. La extraño

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AXEL GALLAGHER

Estoy tenso como todos los malditos fines de semana, pero al menos hoy voy a distraerme.

Ha sido un día de mierda. Rebeca tenía el examen a primera hora y, a pesar de todo el drama de ayer, se lo sabía. Hemos madrugado para darle un último repaso y se lo sabía todo, pero dice que le ha salido fatal. Ha salido de clase súper frustrada y nada más llegar a casa se ha ido a dormir. Estaba en plan depre y ni siquiera he podido intentar consolarla porque no ha querido escucharme. Sé que tiene mucha presión, porque necesita la beca, pero ahora mismo se está presionando de más con el trabajo y lo hace porque quiere. Yo podría pagar el alquiler solo si ella no fuese tan testaruda, y lo haría encantado de la vida por tal de que dejase ese asqueroso trabajo.

Hace un rato la he dejado allí, muy a mi pesar. Se ha despedido con un beso demasiado corto y ha entrado corriendo. A las siete la recogeré, se quejará de camino a casa y luego se irá a dormir. Y no me quejo porque sé que su intención es buena, que quiere valerse por sí misma y que sale agotada, pero me gustaría pasar más tiempo con ella, poder hacer alguna salida y llevarla a algún sitio chulo o yo qué sé. No veo la hora de que llegue el verano y podamos hacer alguna escapada y pasar tiempo a solas. Pero realmente el problema no es que ella trabaje, lo que me toca mucho los huevos es que se tenga que reventar por una miseria sin estar asegurada siquiera. Cómo a Rebeca le pase algo a su jefe lo asesino con mis propias manos.

Cuando mi móvil suena me apresuro a coger la llamada, el dichoso perro viene tras de mí y, sin querer, le piso la pata porque estoy de los nervios y encima voy tarde. Antes de llevarme el móvil a la oreja, le pido perdón a Haru a pesar de que ni siquiera creo que me entienda. Hablar con el perro se me habrá pegado de Rebeca.

—Estoy abajo, ¿vas a tardar mucho?

Maldigo por lo bajo y me aprieto el puente de la nariz. Siempre llega tarde y, justo cuando yo voy con la hora pegada, llega pronto. No me lo puedo creer.

—No, le pongo el agua al perro y ya bajo.

—Date brío, Ricitos de Oro.

—Imbécil —mascullo antes de cortar la llamada. Si fuese rubio no me jodería que me llamasen así, pero ni lo soy ni quiero serlo. Rebe ya me dijo una vez de hacerme una decoloración, mechas y de todo. Suficiente es con que dejo que me eche productos raros y me peine como si fuese una muñeca. Aunque he de reconocer que no me disgusta, cuando Rebeca empieza a toquetearme el pelo me relajo muchísimo.

Ojalá tenerla ahora aquí.

Termino de arreglarme, le pongo agua fresca a Haru y tras coger la cartera y las llaves, bajo. Ha pasado casi un cuarto de hora.

—Creía que me iba a morir aquí esperando.

Le doy una mala mirada al rubio cuando veo que está sentado en el capó de mi coche, eso está prohibidísimo para todos excepto para mi chica. De hecho espero que en algún momento de este verano podamos estrenar el coche como es debido, tanto dentro, como contra el capó.

—Fuera —le digo firme. Él levanta las manos como muestra de inocencia y se aparta de mi coche.

—Estás amargado —comenta divertido y cuando le quito el seguro al coche se sienta donde el copiloto como siempre que no está Rebeca.

Procuro dejar toda la mierda fuera antes de entrar al coche. La idea de esta noche era salir y pasarlo bien porque me paso los fines de semana amargado. Se lo he comentado a Rebeca y le ha parecido perfecto, o eso ha dicho, pero ha puesto una mueca. Ella trabajando y mientras yo de fiesta. No quería, pero Gael ha sido tan pesado... Han pasado meses desde que lo dejó con Nina y me ha dicho de salir cada fin de semana sabiendo que me iba a negar. No quiero ser mal amigo, el rubio no se lo merece.

Soy Más Que Una Sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora