1. «Di que me quieres»

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Me va a estallar la cabeza.

Enderezo la espalda, aprovechando para estirarme y apoyo los codos sobre la mesa. Eso parece llamar la atención del guapísimo chico que está sentado a mí lado; ni siquiera me sobresalto al sentir su mano en mi muslo, ya estoy tan acostumbrada a su tacto que sería estúpido que me pillase por sorpresa.

Tantea en ascenso por encima de la tela de mis pantalones vaqueros con lentitud y yo aprieto los labios anticipando lo que viene ahora porque no es la primera vez. Mantengo las piernas juntas hasta que él cuela su mano entre ellas y me obliga a separarlas un poco, lo suficiente como para que pueda mover los dedos sobre mi entrepierna. A pesar de la tela lo siento.

Mi respiración se vuelve pesada. Él sabe que no me gusta hacer nada en clase porque me da miedo que nos pillen y nos echen; siempre es igual. Se lo he dicho mil veces, pero él pasa olímpicamente porque no lo he marcado como límite. Esto es un juego que yo puedo detener en cualquier momento, y eso me tranquiliza.

Está callado y mantiene la vista fija al frente como si realmente estuviera prestando atención a lo que dice el profesor en lugar de estar calentándome. Presiona un poco más fuerte, asegurándose de que lo siento y yo hago el amago de cerrar las piernas instintivamente, pero cuando chasquea la lengua me lo pienso mejor. Si lo hago se va a molestar y entonces me voy a ganar un castigo. No quiero un castigo, pero esto no me gusta, me está poniendo muy nerviosa y al final nos van a acabar pillando.

Me quito las gafas con un suspiro pesado y las dejo sobre la mesa para frotarme los ojos. Estoy intentando aguantar porque no quiero un castigo, pero el muchacho de los ojos verdes no deja que centre mi atención en otra cosa que no sea su mano. Cuando la arrastra hasta el cierre de mi pantalón e intenta desabrochar el botón lo detengo.

—Axel, aquí no —murmuro firme. Él vuelve la mirada hacia mí, sus iris verdes me roban el aliento y tengo que reunir todo mi valor para no retirar mi mano de la suya y dejarle ganar. Axel rueda sus ojos verdes con cansancio y retira la mano. Pensé que insistiría como siempre, pero no.

—Te estás volviendo una aburrida —murmura antes de volver la vista al frente de nuevo e ignorar mi existencia. Eso también es un castigo. Que me ignore es el peor castigo de todos, pero al menos puedo respirar con tranquilidad sabiendo que no hay peligro de que nos pillen.

Las palabras de mi novio se repiten en mi cabeza una y otra vez hasta que acaba la clase. Él no puede hacerse ni la menor idea de cuánto me afecta, pero que diga que me estoy volviendo una aburrida teniendo en cuenta que gran parte de nuestra relación gira en torno al sexo me preocupa. Estamos a final de curso y lo llevo todo mal, estoy preocupada y no puedo concentrarme en follar con Axel sabiendo que lo más seguro es que suspenda la mayoría de las asignaturas. Era más divertido hacer cosas indecentes con Axel que estudiar, y ahora estoy tan agobiada que siento que me va a dar un ataque de ansiedad tras otro hasta que me muera; y encima él no me deja concentrarme en clase.

Esto es importante, si suspendo la mitad de las asignaturas me quitarán la beca, y yo no puedo costearme la matrícula con mi sueldo de fin de semana.

A Axel sin embargo le va bien. Él no estudia mucho, por no decir que prácticamente no estudia nada, pero tiene un don para memorizar e incluso saca buenas notas sin esfuerzo. Además de vez en cuando hace algunos trabajos para su madre y cobra muy bien, así que tampoco tiene de qué preocuparse. Y me alegro, joder, claro que me alegro; estoy muy feliz de que le vaya bien y soy la novia más orgullosa del mundo, pero a mí me cuesta más y que él me distraiga en clase no ayuda.

Estas últimas semanas no hemos hecho nada y sé que está molesto conmigo por eso, pero es que simplemente no puedo. Cuando acaben los exámenes se lo compensaré.

Soy Más Que Una Sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora