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Ambas se subieron al auto todas empapadas y con los zapatos sucios por el barro. Pero las sonrisas que tenían no se las quitaba nadie. Por suerte, Jinsol había dejado sus mochilas en el pasillo para buscar a la omega, así que habían quedado intactas.

—Tendrá que explicarle eso a su padre al llegar, señorita Jeong.—Jinsol asintió a las palabras del chófer aun con una sonrisa impregnada.

—¿Te sigue doliendo tu rodilla?—Jungeun miró hacia la herida moviendo su pierna de adelante hacia atrás y luego se encogió se hombros.—Yo te colocaré una curita al llegar.

Al bajar del auto, Xiao ayudó esta vez a Jungeun que segundos después fue tras la Alfa hasta entrar a la gran casa dejando el piso lleno de barro. Gyuhan pudo ver como ambas niñas corrían escaleras arriba cuando el salía del despacho en el primer piso.

—¡Ey, ey!—Llamó a las dos. Jungeun se detuvo como una estatua automáticamente. Jinsol se dedicó a subir hasta el último escalón para luego mirar a su padre.—¿Por qué están todas mojadas?¿Que hicieron?

—Jungeun se metió al jardín, y yo fui por ella. Y justo se entendió el regado automático, así que nos mojamos.—Dijo con simpleza. Su padre subió los escalones hasta llegar a donde estaba la omega mirandola fijamente.

—¿Qué le hiciste a tu ropa, uh?¿Crees que por qué vives aquí automáticamente tendrás todo gratis?—Jungeun dió unos pasos hacia tras en los anchos escalones con el miedo recorriendole por todo el cuerpo.—¡Responde!—La castaña dió un salto y luego negó con la cabeza.—¿Sabes hablar?—Asintió con rapidez.—¡Entonces habla!—Exclamó con su voz de mando que hizo temblar a la más pequeña.

—N—no, señor.—Respondió casi en automático.

—¿Señor que? Te dije que me llamaras de una manera en especifico.

—S—señor Jeong.—Dijo en un hilo de voz encogiendose.

—Y que sea la última vez que t—

—¡Basta!—Jinsol bajó los escalones colocándose de espaldas a Jungeun para mirar fija a su padre.—¡La estas asustando!

Gyuhan se mofó con una sonrisa nerviosa casi sin creer lo que veía.—¿Qué dices Jinsol?

—La vas a hacer llorar, ella no hizo nada malo.

—¿La estas defendiendo?—Preguntó asombrado de la actitud de la pequeña alfa que luego asintió casi con orgullo.—No, Jinsol. ¡Es así como debe tratarse a la omega!

—¡No tienes que gritarle!—gritó de vuelta con los dientes apretados. El Alfa mayor se quedó boquiabierto con lo que su hija le decía, ahora recordaba unas palabras y eso le hizo tener un sabor amargo en la boca.—Vamos, Jungeun—ah.—Dijo la pelinegra tomando la mano de la castaña que solo le siguió a su mismo paso para alejarse del otro Alfa que había quedado pretificado en la escalera.

—¿Estás bien?—Preguntó la Alfa cuando ya se encontraban en la segunda planta a solas. Jungeun asintió con lentitud cabizbaja.—Papá siempre dice esas cosas, no tienes que hacerle caso.

—Pero el va a estar enojado contigo ahora, porque ne defendiste.—Jungeun dijo jugando con sus manos.

La pelinegra chasqueó la lengua.—Eso no importa. Yo te voy a defender siempre, lo prometo.

Jungeun levantó la mirada sorprendida.—¿De verdad?

Jinsol asintió inflando su pecho de orgullo al ver los ojos brillantes esperanzados de la omega, mientras sentía dentro de ella algo que no le permitía dejar de sonreír. Ambas se bañaron en sus habitaciones, y la pelinegra luego llevó las curitas a la habitación de Jungeun donde colocó dos como una cruz. Orgullosa de su trabajo se acomodó en la alfombra para estar más cerca de la omega.

Forbidden     -      LipsoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora