Amaba sentir los labios de Horacio sobre su piel, amaba sentir su cuerpo, amaba escucharlo gemir, amaba ver su cuerpo encima y debajo suyo. El simplemente amaba a Horacio por sobre todas las cosas, verlo dormir por primera vez a su lado se había convertido en su pasatiempo favorito, escuchar sus suspiros era glorioso, y sentir su calidez era reconfortarle; aún después de todo lo que pasaba en sus vidas.
Sus largos dedos paseaban por su torso desnudo, quería gravar cada relieve y cada textura de su ser, dejaba lentos besos en su rostro y se mostraba totalmente a el, aun que ahora no le viera...
Y entonces despertó, nuevamente solo, como el ultimo año, y cómo cuando despertó de su coma, la ya conocida punzada en su pecho se presentaba y la sensación de ahogo le calaba. Desde que se encontró nuevamente con el omega hace una semana, sus sueños sobre los momentos felices que fueron escasos eran recurrentes, no le gustaba sentirse así de mal, débil y cansado por querer ir a su lado, pero su orgullo y la herida que tenia por la huida de Horacio por ahora era más grande.
Antes de llegar a comisaria detuvo su patrulla afuera del departamento donde se estaba quedando el moreno. Se quedo parado frente la puerta, apunto de tocar y escucharle como tanto se lo había pedido y como Greco le estaba exigiendo. Pero ¿Era cobarde? para el fue un rotundo SI cuando se alejo en total silencio y volvió a tomar su rumbo a comisaria, el alfa se maldecía en mil idiomas ¿Qué acaso su orgullo no entendía que el quería estar con H?
Durante una gran parte de su turno se sumergió en los informes pero unos gritos desesperados le obligo a ir a ver que pasaba, dos agentes trataban de tranquilizar al omega que ya conocía muy bien. Lo que Horacio trataba de decir no se podía entender, observo como Greco se acerco a el tratando de calmarlo, lo tomo de la mano y lo llevo hasta su despacho.
Camino detrás del alfa de barba - ¿Qué pasa? - tarto de mirar por la puerta antes de que el barba la cerrara
- No lo sé pero... vete por favor yo hablaré con el, por ahora no te quiere ver ¿vale? yo te avisaré cualquier cosa - y cerro la puerta en su cara, le irrito un poco pero al fin en cuentas era el, el que se negaba a hablar con el -
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* Un día antes*
Horacio nunca se había sentido tan débil como ahora, después del desprecio de Volkov no había tenido ni ganas de levantarse, pero tenía que hacerlo por que tenía una hija, y por que siempre ha tenido que ser así. Para el su bienestar iba por segundo plano, cuando estuve en la calle con Gustabo no había tiempo de estar así y era mejor tragarse el dolor.
Pero la cachorra sentía lo mismo que su madre y trataba de hacerlo sentir bien; le vio sentado en silencio mientras doblaba un par de camisetas, así que se acerco con un chocolate que le había dado Greco o "el barbas oloroso" como le dijo Gustabo. Tomo asiento a su lado y le extendió la barrita y una pequeña flor que había recogido en la calle esa mañana que salió a por el desayuno junto a Gustabo.
- No estés triste, toma - arrastro por la mesa hasta donde estaban las manos de Horacio - un chocolatito y una florecita para que estés feliz
- Gracias hija, pero no estoy triste ¿Qué te hace creer eso? -
- Pues siento que estas triste y se ve... - se puso de pie en el sofá para hacer un "peinado" en su cresta-
- Extraño casa solo es eso... voy a dejar esto en el cuarto ya vengo - comenzó a acomodar la ropa, escucho como un auto se paraba frente a su casa y lo miro por la ventana, era negro como el que hace poco le seguía, bajo una mujer y un hombre de ahí, vio como sacaron sus armas y una llave. Rápido salió a la sala y tomo a su hija, le indico que guardará silencio, le tapo la boca y la escondió en una canasta de ropa sucia grande - no hagas ningún ruido ¿si? cualquier cosa que pase, corres hasta comisaria... pero no hagas nada, aquí quédate - le coloco ropa arriba de su cabeza para que no se viera - yo estaré debajo de la cama, no hagas nada si yo no te lo digo - volvió acomodar el canasto en el closet
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Sin ti
Hayran KurguEl dolor ante una pérdida, nunca será mitigada por el de una llegada, aun que existan lazos de sangre