01

3K 303 119
                                    

Quackity se ha unido al servidor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Quackity se ha unido al servidor.

Una suave brisa se percibía en el ambiente, el silencio estaba presente, mas era opacado por el murmullo de las hojas verdes adheridas a las copas de los árboles

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una suave brisa se percibía en el ambiente, el silencio estaba presente, mas era opacado por el murmullo de las hojas verdes adheridas a las copas de los árboles. En uno de esos tantos árboles, bajo la sombra de éste, un joven de cabellera azabache abrió suavemente sus ojos recién despertando de un tranquilo sueño, levantó con lentitud su torso para sentarse correctamente recargándose en el tronco del árbol, talló sus ojos con ayuda de sus nudillos y palmas para quitarse todo rastro de sueño de encima, y una vez lo hizo, finalmente observó su entrono, jadeando con sorpresa ante lo que vio. Se puso de pie con cuidado, sin apartar en ningún segundo su vista del panorama frente sus desconcertados ojos.

—No mames...—. Soltó boquiabierto.

Estando encima de una colina, donde se encontraba el árbol anteriormente mencionado, tenía la vista a lo que por un momento creyó que era un escenario digno de una apocalíptica pesadilla, pero no fue así; frente a él apreciaba una gran fracción de una ciudad moderna destruida y parcialmente sumergida en el agua del mar, pero eso no era lo más exaltante, también había la mitad de lo que apenas pudo deducir sería una plaza, mas no cualquier plaza, era la plaza principal del pueblo de Karmaland, la cual parecía como la hubiesen estrellado contra aquella ciudad de una forma que no creía siquiera posible.

Definitivamente todo estaba mal.

Más allá de las estructuras en ruinas que vio anteriormente, contempló aun más estructuras destrozadas y desmanteladas, algunas que reconoció al instante y otras que no, pese a resultarle de alguna manera familiares. Llevó su vista de nuevo a las primeras ruinas que encontró; un sentimiento de tristeza de pronto lo atacó, sintiendo una inexplicable lástima y culpabilidad que no sabía de donde venían, aunque debía admitir que también sintió esa familiaridad de antes, por lo que pensó que tal vez ya había visto—incluso estado ahí—en esos lugares en algún momento porque, después de todo, perdió la memoria cuando llegó a Karmaland.

Tras visualizar todo su entorno, decidió que echar un vistazo rápido a las ruinas no le haría daño, tal vez y se encontraba con algo interesante o útil con lo cual quedarse, porque al darle una vista rápida a su inventario se dio cuenta de que no traía absolutamente nada consigo, por lo que lógicamente, debía ir por materiales para fabricar herramientas para después conseguir todavía más recursos para sobrevivir en el nuevo lugar en el que se encontraba en ese instante. Definitivamente tenía mucho trabajo qué hacer, y eso le daba pereza, pero al menos se entretendría con cualquier cosa que se encontrase en el camino, eso era seguro.

Las Cosas Que MerezcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora