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Un silencio sepulcral reinó en el lugar

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Un silencio sepulcral reinó en el lugar. Nadie se movía, nadie habla, sólo se miraban en espera de algo, de alguna acción, de algún sonido. Nada llegaba, nada sucedía, porque aquellos hombres no daban crédito a lo que estaban contemplando, o mejor dicho a quién, pues ya había pasado tiempo desde la última vez que vieron a aquel chico, quien se supone se fue de ese plano terrenal desde hacía tiempo atrás, y ellos habían sido testigos de aquel suceso al igual que todo el mundo en aquel caótico servidor en el que vivían.

El chico pato, viendo que ambos sujetos—que en sus palabras, lucían como aterradores psicópatas—permanecían inmóviles e inmersos en sus propios y enigmáticos pensamientos, vio una gran oportunidad de escape, por lo que sin pensarlo dos veces, salió huyendo como si una bala se tratase.

Con una reacción tardía, aquellos individuos inmediatamente fueron tras el pequeño híbrido quien ya tenía cierta distancia de ventaja sobre ellos con su repentina pero predecible huida.

A gran velocidad, el pelinegro se dirige a las escaleras por donde subió anteriormente, pero apenas presionó su pie en una tabla ésta se rompió fácilmente, y gracias a sus buenos reflejos retrocedió a tiempo antes de caer a la laguna que se había formado en el primer piso. Juraría que el nivel había subido al punto de llegar a la mitad de las escaleras que conectaban al segundo piso. Tal vez no debió haber cerrado la puerta principal del hotel.
Llevó su vista hacia arriba, notando como las escaleras daban hacia plantas superiores en espiral, no muy lejos de su ubicación escuchó los veloces pasos de aquellos sujetos, por lo que no dudó en correr escaleras arriba a los siguientes pisos.

El cansancio ya le estaba ganando pero no podía darse el lujo de rendirse y menos si estaba siendo perseguido por dos locos que ni conocía y le daban un miedo inexplicable. Llegó a lo que creía era el cuarto piso y se adentro a este, entró a una especie de sala con enormes ventanales que daban la vista hacia afuera y detuvo sus pasos para tomar un respiro, sintiéndose muy agitado. Cuando se tranquilizó quiso volver atrás pero casi se le salía el corazón por la boca al toparse de frente con sus perseguidores a unos cuantos metros de él, justo en la entrada de aquella sala. Ni siquiera fue capaz de escuchar sus pasos.

Por instinto retrocedió, pero en uno de esos pasos ya no sintió suelo y casi caía al vacío, pero logró equilibrase exitosamente. Se dio la vuelta y se percató que a sus espaldas había una caída libre de lo que su exagerada mente interpretó de aproximadamente unos 15 metros de altura, cuando en realidad era 7 metros, mas no quitaba el hecho de que igualmente le daba pavor y posiblemente moría si cayese de esa altura. Oh, divagó de más en sus pensamientos otra vez.

Giró su vista al frente cuando escuchó los pasos de sus perseguidores aproximarse sin detenerse, el pelinegro sólo se aferró a los bordes de aquel ventanal, sintiendo sus piernas temblar como gelatina del miedo.

Vaya, vaya, vaya... Ha pasado un tiempo, Big Q. Y pensar que te dábamos por muerto desde ese "trágico" día.

Para su sorpresa, el híbrido de pato comprendió a la perfección la lengua natal de aquel sujeto de máscara sonriente, que con sólo verlo ya le generaba malas vibras. Aún con eso, se sintió confundido por lo dicho de parte del tipo de verde, pues, en su vida lo había visto, y aunque lo hubiese hecho, muy seguramente recordaría a un maniaco con un hacha que lo perseguiría con ver por un instante. Basta, se estaba desviando de nuevo del tema.

Las Cosas Que MerezcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora