Recuerda claramente aquel enfrentamiento con ese arcángel. Denotaba imponencia, reflejaba perfectamente su rango de su jerarquía, y por sobre todo, era sumamente poderoso que era hasta absurdo. Y aquel ser, poseyendo todas esas cualidades, acabó con los héroes uno tras otro en cuestión de pocos minutos, con movimientos ágiles y agraciados pero al mismo tiempo sanguinarios, feroces, y Quackity no era más que un espectador a causa de su cobardía. Cuando el Arcángel acabó con los héroes más experimentados, fijó su objetivo en el pelinegro, quien sudó frío. No tenía escapatoria.
Aún podía recordar con una inquietante precisión el dolor de aquella apuñalada tan certera en su abdomen, cayó de lleno al suelo blanquecino que en segundos se tiñió de un rojo brillante. Dolía como el mismísimo infierno, la sangre se escurría a borbotones, hasta en algún momento creyó que sus intestinos se saldrían de su estómago hacia el exterior de la manera más gráfica posible—gracias a los Dioses que no fue así—, pero sólo se trataba de una herida no muy grande pero letal. Agonizando en el suelo sobre un charco compuesto por su propia sangre, dio su último suspiro antes de que la vida abandonara irremediablemente su cuerpo.
De un momento a otro, algo desde las profundidades de su subconsciente salió a la luz.
Visualizaba una cueva de piedra que lucía más como un largo y extenso pasillo con escasa iluminación, algo húmeda a decir verdad, pero lo que más destacaba era que en uno de los extremos había alguien, alguien que le era sumamente familiar. Era un hombre alto, con una larga cabellera rosada sujetada en una coleta floja, que vestía con ropas dignas de un rey, y tal como uno, llevaba consigo una corona de oro con gemas de diversos clores incrustadas en ella, pero lo que más resaltaba en aquel hombre, era un pico, un pico de diamante que destellaba un color púrpura debido a un encantamiento. Y sus ojos, esos malditos ojos bañados de roja sangre que no paraban de seguirlo, de acosarlo, penetrando hasta su alma manchada.
Mientras él, con su ropa tan característica de siempre, pero con la diferencia que encima de esta traía puesto un delantal blanco salpicado con sangre ya seca, posicionado en posición de ataque con un hacha de diamante igualmente encantado como el pico de su oponente.Ambos posicionados en extremos opuestos, en guardia, esperando quien se atrevía a dar el primer golpe. Al parecer quien atacó primero fue el híbrido de pato, que con su preciada hacha de diamante encantada daba golpes limpios pero torpes que el híbrido de piglin esquivaba ágilmente y con cierta gracia en sus movimientos. En un descuido del chico alado, el de cabellos rosados, con su pico de diamante, logró arrebatarle el hacha a su oponente. El piglin se rio en su cara y pronunció con altivez las siguientes palabras:
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Las Cosas Que Merezco
FanfictionNadie supo cómo demonios sucedió. Era tan absurdamente irreal, pero ahora aquellas dos dimensiones tan diferentes se volvieron una sola. El porqué de esa extraña situación aún era desconocida, y tal vez, sólo tal vez, podría ser una gran oportunidad...