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Iván había salido por su cumpleaños con sus amigos, le había mencionado a Molly si quería ir con él pero se negó, ya que tenía que seguir con sus ensayos. En la cena se encontraban los dos chicos con sus respectivas parejas, haciendo que él se sintiera más solo que antes.

—¿No es cruel que hagan eso?— pregunto de forma acusadora a sus amigos

—Iván, tu dijiste que no habría problema si venían nuestras parejas— le regaño cry

—pues si pero era por educación— se quejo

Siguieron con su comida de forma tranquila, hasta que su el rubio llamo la atención de todos, parecía nervioso, y tenía que estarlo por lo que estaba a nada de decir.

—se que es tu cumpleaños y es un poco cruel que diga esto ahora, pero— el pelinegro lo interrumpió

—tengo miedo de lo que vaya a salir de tu boca—

—voy a tener que regresar a Estados Unidos en unas semanas— explicó

—¿Y que va a pasar con George?— pregunto el tatuado

—iré con él, de hecho ya tenía planeado ese cambio y al parecer coincide con el de clay— explico el británico

—¿será ese el destino?— pregunto burlón el ojigris

—cállate, que tú dijiste que tu destino era casarte con Iván en medio de una borrachera— contraatacó el ojiverde

—¿Iván?— dijo confundido George

—yo también me llamo Iván, pero dime Pipe si te sientes más cómodo— se presentó el mexicano —además clay, para que sepas nosotros dos nos conocimos antes de encontrarnos en argentina—

—¿Quieren dejar de pelear?— pidió el cumpleañero

—te toca soportarnos, porque anoche nosotros te estuvimos aguantando buscando a Molly— atacó el tatuado

—cry tiene un punto— defendió el más alto

—los odio— exclamó

Su cena siguió con pequeñas discusiones y anécdotas embarazosas, se sentía feliz de estar con sus amigos pero sentía que algo le faltaba, ese algo era un pequeño chico de 164 cm, cabello castaño alborotado y ojos verdes.

El pelinegro había abierto una botella de vino tinto mientras esperaba a su menor, estaba revisando su móvil, hasta que escucho la puerta ser abierta, se levantó del sofá, y justo en ese instante un castaño brinco a sus brazos

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El pelinegro había abierto una botella de vino tinto mientras esperaba a su menor, estaba revisando su móvil, hasta que escucho la puerta ser abierta, se levantó del sofá, y justo en ese instante un castaño brinco a sus brazos.

—¡Iváncito, ya volví!— estaba emocionado y solo le dejo un pequeño beso en la mejilla

—¿Quieres cenar?— el contrario solo negó —¿Entonces?—

𝑌𝑜𝑢'𝑟𝑒 𝑀𝑦 𝑃𝑒𝑡 + 𝑅𝑜𝑑𝑟𝑖𝑣𝑎𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora