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Hola, hola, chiques. La verdad vengo sorprendida, pues el apoyo que me han dado es mucho. No esperaba superar las 100 lecturas, mucho menos sobrepasar las 150 tan pronto. Les amo a todes <3

Este capítulo va dedicado a NailinSeijas y  NaraSpain que me han dejado comentarios en el capítulo 6.

ADVERTENCIAS

+18 si no te gusta no lo leas.

A partir de aquí las cosas solo empeoran. Avisades quedan.

¿Listes?

***

La mañana del martes de sintió tan bien, que Raymond recordó por qué estaba mal. Su pecho estaba lleno por la embriagadora sensación de tener a Henry entre sus brazos, apretándolo contra su pecho, pero al mismo tiempo le faltaba el aire en los pulmones, notando cómo su garganta se cerraba con cada respiración que daba en la nuca del muchacho. Ignorando todo malestar, restregó con fuerza su nariz para impregnarse de aquel aroma que, sin poder negarlo en ese punto, necesitaba cerca.

Un último apretón fue la señal para separarse e ir al baño. Después de su sesión de sexo de la noche anterior, necesitaban una ducha, así que optaron por hacerlo juntos. Así ahorraban agua, fue la excusa de Henry, que no fue refutada en ningún momento. Ni siquiera cuando los labios de Raymond ocuparon su cuello mientras su mano izquierda se deslizaba con la esponja llena de jabón hasta su pene. Mucho menos le importó cuando los pecaminosos dedos del mayor profanaron su culo bajo el chorro de agua tibia que relajaba su cuerpo, permitiéndole recibir a la perfección y en poco tiempo tres dedos.

La garganta de Henry no podía ocultar los gemidos que con cada penetración de los dedos del castaño lo hacían ver estrellas doradas frente a él. Gimió y gritó con más fuerza cuando, deseando ser llenado, suplicó por el pene de su amante, succionándolo con la misma necesidad y fuerza con que lo empotraban contra la pared de la ducha. Las penetraciones no se detuvieron hasta que ambos quedaron al límite y, justo antes de terminar, el castaño salió deprisa del menor para correrse sobre su espalda, justo entre sus nalgas, frotándose erráticamente, recargando su cabeza en la espalda del rubio.

Con la delicadeza que caracterizaba al mayor, frotó el cuerpo de su estudiante hasta dejarlo impecable, elogiándolo cada que tenía oportunidad. Cuando terminaron de cambiarse, ambos con ropas de Raymond, se dirigieron a la cocina en busca de algo para desayunar. Henry se dejó consentir, intercambiando bromas con el castaño, recibiendo sonrisas cada que terminaba una frase, y regresándolas mientras imaginaba que así sería su vida al lado de aquel hombre.

Si bien Ray no era perfecto, era todo lo que Henry le había pedido a la vida: un hombre con el que el mínimo indispensable no fuese el pan de todos los días. Tal vez era demasiado pronto para asegurar lo que estaba pensando, pero amaba todo lo que rodeaba al tipo, desde las arrugas suaves que se formaban en su cara al sonreír, hasta la punta de sus dedos.

En algún punto de la conversación, cuando los dos estaban en silencio, la sonrisa de Ray se borró despacio, llamando la atención del menor, quien, intrigado, comió con cuidado, temiendo lo peor. No pasó mucho tiempo para que las pocas dudas que comenzaban a surgir se disiparan por las palabras del mayor.

-Henry -su voz fue un susurro descuidado, como si temiese salir-, de verdad me encanta pasar tiempo contigo -sus miradas se conectaron al terminar de decir aquello, y Henry pudo notar como el dolor agitaba con violencia aquel par de océanos-. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, pero -el corazón del rubio se estrujó al escuchar el pero, y algo dentro de su estómago se revolvió, obligándolo a alejar el tenedor de su boca- no podemos arriesgarnos a que alguien nos vea juntos en otro lugar que no sea la escuela -las manos del castaño se cerraron con fuerza alrededor de los cubiertos que sostenía.

Henry, las casualidades no existen [Henray]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora