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Les tqm, personites que me comentan y esperan con ansias la actualización. En esta ocasión traigo algo tan corto, pero tan doloroso, que espero que me perdonen, pero no quería dejar el capítulo anterior solo así.

No lloren, por favor.

EDITADO para su consumo y que me termine de gustar.

***Perdón, sin querer eliminé los comentarios :c***

***

Incrédulo, se cubrió la boca con ambas manos, aguantando un sollozo, sin embargo, sus ojos no podían retener para siempre las lágrimas. Su pecho comenzó a doler y sintió que todo daba vueltas. ¿Ray estaba jugando con él? Si no hablaba de él, ¿entonces de qué o quién?

Las manos de Henry limpiaron las lágrimas gruesas que recorrían con pereza sus mejillas mientras daba pasos ciegos hacia atrás, importándole poco el chocar contra todo, haciendo ruidos en el proceso de huir de ahí, como la última vez que había discutido con Ray. Por alguna razón, la sensación de déjà vu embargó sus sentidos, impidiéndole ver más allá de su agitado corazón. La sensación de vacío crecía con cada paso que daba; su estómago estaba tan revuelto como el día siguiente de una borrachera.

Sus sentidos se perdieron desde el momento en que su cabeza comenzó a dar vueltas a la idea de que su novio le estuviese viendo la cara de idiota, así que cuando el mayor salió de su habitación, asustado por los ruidos, él no pudo escuchar otra cosa que un incómodo zumbido. En algún punto entre el pasillo y la cocina, Raymond acorraló a Henry contra una pared, sosteniéndolo por los hombros, sacudiéndolo despacio para que el muchacho le respondiera. Sus ojos veían sin ver, casi como si estuviera muerto; su pulso se había disparado y su corazón palpitaba con tanta fuerza que se sentía desfallecer.

—Por Dios, Henry, ¿qué te pasa? —le preguntaba el otro sin comprender del todo la situación.

—No. Suéltame, no —repetía el rubio, en un intento de zafarse de los brazos del moreno. Se sentía como un gato rabioso, y el toque del mayor solo lo ponía peor.

—¡Por un demonio, Henry! —gritó Raymond, furioso, soltando al joven y golpeando la pared, muy cerca de su cara— ¡Te estás portando como un imbécil! ¡Ya deja de gritar, maldita sea! ¡No eres un niño! —su reacción pareció apaciguar al más alto, quien apretó los labios y frunció las cejas, demasiado furioso como para decir algo— ¡Eres un maldito hombre, compórtate como tal!

En cuestión de segundos, Henry tuvo el impulso de regresar el golpe verbal que había recibido, por lo que, sin pensarlo demasiado, alzó su mano derecha y golpeó con la palma abierta el rostro ajeno tan fuerte como le fue posible, girándolo. La furia en el par de ojos azules frente a él no se hizo esperar cuando regresó la mirada hasta él. Ambos hombres apretaban los dientes y resoplaban hinchando sus pechos velozmente. Raymond alzó su brazo izquierdo y, con el puño, golpeó la mejilla del rubio con más fuerza con que recibió el impacto, tratando con lo que le quedaba de amor de ser suave y evitar la nariz, pero aun así la sangre se acumuló en la boca del menor, escupiéndola sobre la ropa del mayor.

—Eres un... un... —Henry no podía encontrar las palabras adecuadas para definir lo que era su novio en ese momento. Su rabia iba más allá de lo que había escuchado.

—Dilo, maldito idiota —gruñó el moreno, empujándolo contra la pared. Se había vuelto loco—. Ya me tienes harto de que siempre actúas como una maldita mocosa —escupió, sujetando con tanta fuerza la camisa del rubio que la rasgó—. Siempre lloriqueando —otro empujón—, siempre quejándote de algo, y siempre terminas armando una pelea por algo de lo que yo tengo que disculparme sin siquiera ser mi culpa —gritó, tirando al muchacho al suelo.

Las lágrimas se hicieron más dolorosas que antes, ardiendo como fuego en los ojos del menor, quien yacía en el suelo con un hematoma creciendo en su mejilla. Su pecho se hallaba presionado por el nudo en su garganta que comenzaba a expandirse hasta su corazón, apretujando con dolor el sentimiento que antes era amor y que comenzaba a transformarse en odio, tan despacio que Henry no se daba cuenta.

Con las palabras del moreno en su cabeza, comenzó a hablar entrecortadamente:

—Di lo que quieras, Raymond. De cualquier manera, no puedes arreglar esto —se señaló a sí mismo, quien tenía rastros de sangre en la boca y en la playera rota—. Vine a verte porque tú, pedazo de bastardo, ni siquiera te dignaste a mandarme un maldito "buenos días amor, estoy vivo, pero muy ocupado como para mensajearte o siquiera acordarme de ti".

Y como si la realidad lo golpeara de repente, la cara del mayor se contorsionó en una mueca de desesperación, agachándose hasta el muchacho y alzándolo para ponerlos a la misma altura. El rubio se revolvió, demasiado enojado como para ceder ante el toque del otro, blasfemando una y otra vez sobre la madre de éste. Demasiado preocupado por hacer cualquier otra cosa, se hincó hasta quedar sobre ambas rodillas, con los hombros encorvados. Si quería reparar algo debía hacerlo en ese mismo instante, aun cuando ya no estuviera seguro de poder arreglar nada.

—Por favor, Henry, perdóname —dijo Ray, con la voz entrecortada, pero para el más joven no era más que una disculpa vacía—. Debía haberte dicho algo y no tenerte preocupado. Lo siento, de verdad.

Por alguna razón, el enojo no dejaba de burbujear en el interior del menor, quien solo veía las acciones del moreno como una humillación innecesaria y una actuación bastante mal interpretada de manipulación. Incrédulo, se cruzó de brazos, restregándose el pecho con fuerza, esperando el siguiente movimiento del mayor, pero no hubo nada, así que meditó unos segundos antes de responder.

—No sé qué estás esperando de este maldito mocoso, director Manchester —replicó con sarcasmo, rodeando el cuerpo del otro, dispuesto a salir de aquella situación—. Por favor, no espere que le crea algo después de que me golpeó, me insultó, y demás, después de que me ha estado viendo la cara de imbécil —los ojos del aludido se abrieron al mismo tiempo que su boca. No sabía qué parte de la oración lo hacía sentir más incómodo.

—Creí que...

—No me importa lo que creas —Henry lo interrumpió, alzando la voz por sobre la del otro—, no eres el primero en decirme que quieren besar cada lunar de mi cuerpo y después hace esto —se sostuvo la mejilla sorbiendo los mocos y conteniendo las lágrimas, que, de alguna forma se habían detenido—. No te sientas especial.

Por primera vez en lo que llevaban de conversación, Henry se giró, dejando de ver los ojos que tanto amaba, solo para buscar entre sus bolsillos con la mirada perdida en la puerta de la entrada. Como pudo sacó la llave del departamento del moreno, dispuesto a salir de ahí y no volver a ver al mayor en la medida de lo posible. Se giró cuando terminó, mostrando la llave entre sus dedos.

—No te preocupes por verme aquí de nuevo —su voz se oía tan quebrada como probablemente lo estaba su alma—. Este maldito mocoso dramático no te dará más problemas —y sin más arrojó la llave contra el cuerpo ajeno—. Definitivamente venir fue un gran error. No volverá a suceder, director.

Y Henry salió de ahí, con lo que le quedaba de orgullo arrastrándose tras él.

***

Esperen la siguiente actualización. Espero que sea un poco más largo. Les tqm.

Henry, las casualidades no existen [Henray]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora