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Lo juro...
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El silencio se detuvo en medio de los pasillos. Las dos mujeres se miraban con rencor, mientras qué un pequeño borrego las miraba con tristeza y miedo en su inquietante mirada.
Como dos fieras en medio de una pelea por comenzar, como un dúo de lobas a punto de pelear por su próxima cena.

—Por favor...—musitó la rubia en un intento de acabar con su desgracia.

Las dos pelinegras cortaron su contacto, haciendo muecas de molestia y disgusto.

—Esta bien, Rossie. De alguna u otra forma, una pequeña mujerzuela no puede hacerme nada. —respondió Jennie, refiriéndose a la jovén qué se encontraba frente a ella.

Wonyoung bufó, con una leve molestia salió del lugar, alejándose de aquellas mujeres, dejando a una con el corazón en la garganta, y a otra con los colmillos más que listos. Roseanne miró con cuidado a Jennie, quien solo veía como la más joven desaparecía de su campo visual, esperando no volver a verla por al menos algunas horas más.

Jennie suspiró. Se volteó sobre sus talones tratando de mirar fijamente a Roseanne.

—Supongo que te debo una disculpa. —sonrió de lado sin gracia alguna, posando su mano derecha sobre el hombro de la ahora menor en el lugar.

La rubia solamente se encogió de hombros, desviando su mirada hacia el lizo e impecable piso, evitando la mirada fija con la pelinegra, dejando notar a largos plazos su descontento con sus palabras, no había gracia en lo que decía para sus oídos.

—Deberías de preocuparte por Lisa, Jennie. Ni siquiera ha aprendido lo básico para ser una Reina, y Jungkook se está adelantando más de lo que debería. —espetó, en un tono serio. No era como las anteriores veces, donde su voz sonaba dulce a los oídos, agradable para ser una persona tímida y alguien que irradiaba felicidad.

Jennie tragó saliva, quitando su mano del hombro de la menor, suspirando una vez más.

—Seguro, eso haré. —arrugó sus labios, incomoda ante la reacción.

Roseanne sin decir nada más se alejó de ahí, siguiendo sus pasos y su camino, un camino qué la dirigía hacía la habitación de Lalisa. Esperaba con desesperación qué la chica estuviera sana y salva.

Los pasos de la pelinegra resonarón por un buen rato, plataformas firmes y fuertes hacían eco por los pasillos, una y otra vez, repetidas veces. Mantenía un perfil recto, ojos fulminantes y una caminata apresurada. Su cabello se movía al apar de sus movimientos, el viento iba en dirección contraria, sintiendo la suave brisa caliente del lugar.

Las dos pararon tras encontrarse frente a la gran puerta qué yacía frente a ella. Roseanne la abrió con suavidad y lentitud, esperando no encontrarse con un imprevisto no deseado.
La sonrisa en su rostro no tardó en llegar, consumiendo la curiosidad de Jennie, quien con rapidez se adentro al lugar, encontrandose con la jovén en su tocador, cepillando sus rubios cabellos, las miró a las dos, su mirada llena de inocencia se posó en ellas.

Que podían esperar de una joven sin entusiasmo frente a ellas, una dama qué no tenia idea de porque estaba ahí, una mujer que necesitaba coraje en su corazón para sentirse fuerte, para sentir que vale al menos una pizca de importancia en ese mundo.

Jennie la miró arqueando una ceja. —Mirate, no puedes otra cosa más que cepillar tu rubio cabello. —levantó su voz, mientras se dirigía hacía la menor, la cual soltó el cepillo, extrañada y confundida por su comportamiento. Lilith camino hacia ella, lo suficientemente hasta quedarse justo atrás de ella, sostuvo sus hombros. —¿No te das pena, Lisa?, eres inútil en este mundo, no tienes relevancia para la Realeza Infernal, realmente no se si tu estúpida mirada de cordero me sirva para entrenarte.

៚нεℓℓ¡รн ℓ๏vε❜ ↬ʟɪᴢᴋᴏᴏᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora