01

240 43 73
                                    

La última Luna de sangre.
༺═──────────────═༻

Era una día tan brillante como oscuro, el sol brillaba, los pájaros cantaban y el aire jugaba con los hermosos mechones rubios de Lalisa, su cabellera se movía al a par del viento.

La chica juntaba pequeñas flores amarillas y rojas de su pequeño campo. Era un día tan especial, como tan desafortunado. Cumplía veinte años, su inocencia desaparecería en menos de lo que esperaba, el día anterior tan solo era una pequeña chica de diecinueve años, tan inocente, vulgar y sonriente.

Caminaba con tranquilidad por la tierra seca de la milpa, donde su largo vestido blanco rozaba con el amarillento maíz cultivado por su Padre. Llevaba en sus finas manos pequeñas ramas de flores amarillas y rojas, transmitiendo la pasión de la alegría.

Miraba con atención el alba amanecer salir por las montañas del pastizal. Su caminar se detuvo, cuando se encontró frente a una casa pequeña, hecha de madera, abrió la puerta, sintiendo una ráfaga de calor posarse sobre su cuerpo

Suspiró adentrando se al lugar, donde su hermano la recibió con el dulce olor de un desayuno recién hecho. Sonrió al momento de caminar hacia la cocina, observando a Jimin servir la comida en la mesa.

Lalisa se acercó, poniendo a un lado las flores que anteriormente había recolectado.

— ¿Qué te parece? — habló Jimin, colocando un vaso de leche al lado del plato de su hermana

— Es... ¿Bonito? — la menor sonrió mirando con fijes su plato de arroz blanco con un huevo cocido al lado.

Por supuesto, era un desayuno que no habían comido durante años.

— En fin. ¿Cómo esta Mamá? — cuestionó la chica, comiendo de su arroz

— Su fiebre empeoró, pero hey, ella estará bien, se curará pronto — respondió con una sonrisa triste.

La menor de los dos suspiró, siendo retraída por su tristeza. La Madre de los retoños había capturado una enfermedad en su cuerpo, estando enferma desde hace varios días. Los doctores decían que eran los inicios de la Peste Negra, más bien conocida como la Muerte Negra, pues aparte de tener una fiebre bastante alta, los escalofríos en su cuerpo eran constantes, además de que los malestares dañaban su cuerpo.

No tenía cura, una enfermedad mortal se posó en ella.

Lalisa frunció sus labios, terminando de comer su arroz, se levantó de su asiento agarrando el ramo de flores que antes había recogido.

— Lili, ¿A dónde demonios vas? — el chico frunció su ceño, observando como su hermana se dirigía hacia la puerta del dormitorio de sus Padres, donde claramente tenían estrictamente prohibido el paso.

— Veré como esta Mamá, y dejaré el ramo de flores que recogí para ella — explicó — ¿Por qué?.

Jimin se levantó rápidamente de su asiento, corriendo hacia su hermana deteniendo la — ¡¿Te volviste loca?!, Si entras ahí te contagiará de la enfermedad — reprochó su hermano, dando le un leve golpe en la cabeza de la menor

— ¿Qué dices?, Solamente dejaré el ramo de flores junto a ella, y veré como esta. Nada más eso, no la tocaré, relaja te — bufó la menor

— ¡No!, ¿Qué tal si te pasa algo?, Te volviste loca — refunfuñó molesto

— Mimi, estaré bien, no exageres — comentó en un tono suave, tratando de tranquilizar a su hermano — Por favor, déjame entrar.

El mayor lo pensó, terminando por suspirar, dejando libre a su hermana — Esta bien... Solo, ten cuidado.

៚нεℓℓ¡รн ℓ๏vε❜ ↬ʟɪᴢᴋᴏᴏᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora