A se leciona y B lo cuida.

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Es martes por la tarde, venía de hacer las compras de la semana como cualquier otro día que le tocaba salir. Conduce con la música en alto y canta las notas sin importar lo desafinada que se encuentre su voz en estos momentos; se detiene con el semáforo que de pasa de verde a rojo cuando, en ese momento, por el espejo retrovisor mira a alguien particularmente conocido en el suelo.

Una cabellera roja se asoma desde la acerca, un traje con colores rojo y amarillo lo hacen maldecir y se decide si bajarse a ver qué pasa está bien. Se queja cuando el semáforo cambia a verde y su conciencia no lo dejará en paz si no va a revisar.

Suspira y se estaciona en un lugar cercano. Con pasos flojos y desgranados se acerca y, al estar parado frente a él, confirma quién es. Mirá desde arriba confuso a Chico Flash agachado y agarrando su tobillo mientras suelta quejidos. Lo patea suavemente, o quizás no fue tan delicado, para llamar su atención.

—¿Te lastimaste, Pony de un solo truco? —pregunta burlón cuando el pelirrojo levanta la mirada.

—¿Qué te importa, Chico Maravilla? —responde de mala gana Chico Flash; con un esfuerzo de pura voluntad se pone de pie, recto, y lo mira desafiante a los ojos.

Lo examina cómo sólo un estúpido paranoico haría, de pie a cabeza y quizás un par de veces más; la parte del traje de la rodilla izquierda está roto y tiene un poco de sangre allí. Por la mirada del velocista asume que eso duele hasta el alma.

Algo en su corazón se remueve, pero fue muy, muy, muy en el fondo. Se debate entre decidir ayudarlo o dejarlo tirado ahí, sin amparo. Piensa en darse la vuelta y dejar a su peor enemigo ahí cuando lo vuelve a oír quejarse como un niño.

Suspira y un recuerdo de sus padres vino a la mente, uno dónde él se cae y ellos con amor lo levantan y quizás, solo por eso, decide hacer lo mismo con el pony de un solo truco aunque claro, sin las muestras de afecto.

—Te ayudo —habla Robin captando inmediatamente la atención del pelirrojo.

—No gracias —Chico Flash dijo extrañado. Rueda los ojos ante el rechazo pero no se da por vencido.

—No te estoy preguntando —dice y Chico Flash solo alza una ceja en desconfianza pero le importa un comino.

Saca la llave y al presionar un botón una mano robótica sale del interior y agarró al pelirrojo cómo si fuera una caja sin cosas para quebrarse, él no tardo en gruñir y escupir quejas. Se hizo el de oídos sordos y sin más lo lanzó sin delicadeza al asiento trasero.

—¿Qué crees que haces? —reclama Chico Flash—. Si no me bajas voy a gritar.

—Hazlo —contesta orgulloso—, nadie te oirá allá afuera.

Ve la mirada molesta del velocista por el espejo y se ríe un poco de eso. Nunca jamás se tiene que dejar pasar la oportunidad de molestar a tu enemigo. Llegan a la torre y, a pesar de todas las réplicas del pelirrojo, logra subirlo por el ascensor; cuando los Titanes los miraron juntos, se sorprendieron.

—¡El Amigo Flash! —exclamó entusiasmada Starfire de primero.

—¡Viejo, que cruel! Le volviste a romper las piernas. Mal amigo, mal —Cyborg frunce el entrecejo, juzgando con la mirada igual que Chico Bestia. El muchachito verde mueve la cabeza en una clara negación.

—¡Juro que está vez no fuí yo! —expresa frustrado. Obviamente nadie le creyó, incluso Raven levantó la mirada cuando lo oyó decir eso—, Pony, diles que solo te estoy ayudando.

—¿Quieren la verdad? —pregunta Chico Flash. Todos asienten, hasta él—. Me secuestró.

Robin maldice y agrega un— No vuelvo ayudarte, mendigo pony malagradecido.

—Nunca pedí tu ayuda, Chico Maravilla.

Y a pesar de todo lo que se dijeron después de eso, Chico Flash sí se dejó cuidar. Muy en el fondo le agradó las atenciones que Robin y los demás Titanes le ofrecían pero, lo que más le encantó, fue molestar al Chico Maravilla con todos sus pedidos.

También, en más de una ocasión, se deleitó con todos los sonrojos que logró con sus comentarios. Talvez después de que si pierna sane lo invite a un helado.

¡Con Temática BirdFlash De Los TTG!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora