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Todos los días es lo mismo, la misma rutina sin sentido para mi, pero como mi madre siempre me dijo tienes que estudiar para ser alguien mis pies y mi cuerpo siguen la misma rutina sin tener otro objetivo y sin hacer nada mas. 

Al llegar a la escuela, como siempre ignoro a todos y allí están con sus miradas que seguro ni están en mi, pero que yo siento y me juzgan haciendo que el estomago quiera sacar el agua que tome de desayuno.

Estas emociones se detienen cuando llega Martha mi compañera y saluda a todos en el salón y se sienta en mi lado, ella fue la única que después de 3 semanas se acerco hablarme e invitarme a comer con ella, le agradezco con toda mi alma que ella estuviera conmigo ya sea por lastima o por interés.

Mi soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora