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Y aún me parece mentira que se escape mi vida imaginando que vuelves a pasarte por aquí. Dónde los Viernes cada tarde la esperanza dice; quieta hoy quizás sí. 

Lía dejó salir un resoplido mientras acariciaba una de sus manos con la otra, junto como la castaña que rompió su corazón solía hacerlo. Estaba sentada en un bar, escuchando a una local y desconocida banda indie que estaba tocando mientras esperaba a que llegara su orden de café. Parecía ser un lugar para gente solitaria, notó como no era la única que estaba por sí sola, otros solitarios también ahogaban sus penas en café, pocos en alcohol. 

Apenas había dejado la casa de Yeji y el primer lugar que cruzó su mente fue ese, quizás por lo reconfortante que en realidad era. Era silencioso la mayor parte del tiempo, a excepción por la calmante música de fondo y el constante chocar de las tazas y platos. Las luces eran de un tono amarillento, creaban una muy hogareña atmósfera al ser bastante tenues, a Lía no le importaba. Había poco a casi nada de murmullos así que era el momento perfecto. 

Necesitaba aclarar su cabeza después de la información que se le había sido proporcionada en la última hora. Estaba dolida pero tristemente, no sorprendida. 

En su mente había una constante pregunta, ella siempre había pensado en cuándo Yeji iría a dejarla. Deseó que no fuera el caso pero cada vez que la castaña oía el nombre de Ryujin, veía un brillo en sus ojos que nunca había visto cuando alguien hablaba de ella. También deseó no sentirse de esa manera por ella, no amarla tanto como lo hacía. Tenía que reconocer que era su culpa, lo sabía.

Sabía que el corazón de Yeji pertenecía a alguien más incluso antes de conocerla, sabía cuánto significaba la peliazul para su amante. E incluso a pesar de todos los obstáculos, decidió tomar el riesgo, ser el clavo que saca otro. Se prometió que no se enamoraría de la castaña a no ser que la otra sintiera lo mismo por ella también. Pero había fallado miserablemente y ahora estaba rogando por un corazón que no latía por ella cuando el propio sólo podía sentir cuando ella sonreía.

Era tan ingenua, tan estúpida. ¿Cómo no lo haría? Yeji era demasiado buena para ser real, incluso con todos los defectos que cargaba sobre su espalda. La manera en la que siempre ofrecía su botella de agua a las demás miembros sin siquiera tomar un sorbo ella misma primero, cómo podía quedarse horas extras para ayudarla a mejorar sus habilidades en el baile, su actitud cada vez que las miembros no la oían y continuaban revoloteando y esos hermosos, pequeños ojos de gato que frecuentemente robaban miradas de reojo a todas cuando ensayaban, asegurándose que nadie se equivocara.

Era tan atenta, tan pura en alma y corazón que a pesar de que se encontraban confundidos, Lia sabía que no estaba jugando con ella. Sólo no podía descifrar sus sentimientos.

¿Sería capaz de dejarla ir? A Ryujin, no a ella. No lo sabía, no estaba segura. De lo que sí se aseguraría, era de mantenerse cerca, demasiado cerca como para averiguarlo.

Incluso después de todo el daño que la castaña le había causado, sin haber sentido nunca antes un sentimiento tan devastador y que la dejaba con un poco pensamiento poco sensato, la amaba. No se rendiría tan fácilmente, nunca lo había hecho. Lia podía ser tan ingenua como egoísta, y sabía que su resiliencia era una de sus mejores características.

Las virtudes de los demás, a veces pueden ser las debilidades de los otros. Ryujin tenía problemas con el abandono cada vez que algo se tornaba difícil, su situación no era nada más ni nada menos que complicada. Si la lógica la acompañaba, Lia tenía la certeza que en unos meses la peliazul saldría corriendo. Ella jamás buscaba a Yeji, nunca lo haría.

Pidiendo la cuenta y con la determinación que tuvo aquel día que le otorgó sus primeras rosas, Lia se puso de pie para poner su nuevo plan en marcha.

Con el corazón en la mano y todo el dolor en la otra, se marchó.

𝙍𝙤𝙨𝙖𝙨⚘ - RyejiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora