Es difícil escoger entre la luz y la oscuridad en tiempos tan inestables.
Bloom se marchó al reino de la Ocuridad ignorante de lo que se encontraría allí. Mientras ella se adentra en un lugar totalmente olvidado por el Otro Mundo, a lo que cada día...
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Reino de Calpurnia / Reino de la Oscuridad
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—¿Mamá?—llamó Bloom a la mujer que se encontraba delante suyo, de espaldas a ella.
Esta dio media vuelta lentamente, a lo que se le caía de las manos una cuchara sopera de metal, que por lo que la pelirroja intuyó estaba usando para remover el líquido que contenía el caldero que burbujea tras ella.
Su mano salió disparada a su boca del asombro de verla ante suyo, a lo que se acercaba a la joven, el corazón de Bloom iva a mil por hora ya que finalmente estaba conociéndola. Estaba conociendo a la mujer que le dió la vida.
La señora, que Bloom sabía que era su progenitora, llevaba un vestido marrón algo desgastado y antiguo a lo que su cabello lo llevaba suelto y ondulado.
—¿No vas a decirme nada?—volvió a hablar ella, ya que su madre no había emitido ninguna palabra.
Aún atónita, a la pelirroja mayor se le llenaron los ojos de lágrimas mientras se acercaba a su hija para darle un abrazo.
—No sabes cómo lo siento...—fue lo único que salió por la boca de la mujer.
Bloom la abrazó con fuerza, pero se separó de ella rápidamente para poder observar a su madre de cerca, ella también estaba conteniendo las lágrimas, ambas se estaban agarrando fuertemente de las manos.
—No lo sientas, entiendo porqué hiciste lo que hiciste.—habló la joven con un hilo de voz.
La mujer acarició la mejilla de su hija, para pasar sus manos por su pelo.
—Tengo muchas cosas de las que hablar contigo.—murmuró ella.—Pero ahora solo necesito un abrazo de mi hija...
Bloom no lo dudó ni un segundo, por lo que se abalanzó sobre ella con más fuerza. Ambas soltaron las lágrimas que estaban conteniendo, terminaron abrazadas, acurrucadas la una a la otra de rodillas al suelo, y llorando un mar cada una.
Puede que para Bloom solo hayan pasado dieciséis años, pero su madre la había esperado por más de mil.
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El sonido de las cucharas contra los platos inundaban el ambiente. Bloom y su madre se encontraban comiendo a lo alto de la torre en la que se encontraban. La joven pelirroja estaba encantada con el caldo de gallina que su madre había preparado, junto a unas tostadas que lo acompañaban.
Una vez terminó recogió los platos de las dos y los llevó a la cocina, que se encontraba en la planta baja. Cuando volvió a subir vio que su madre posaba un par de tazas encima de la mesa de madera, junto con dos teteras.
—¿Eres más de te o café?—le preguntó ella, mientras colocaba azúcar,miel,leche y unas pastas que lo acompañaban.
Bloom sonrió a lo que recordaba con algo de nostalgia las mañanas de café en la Suite, con las chicas.
