9. Simple y fugaz

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—Si crees que esto me hace confiar en ti ya te digo yo que no —aseveré sin vestigio de seguridad—

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—Si crees que esto me hace confiar en ti ya te digo yo que no —aseveré sin vestigio de seguridad—. Has llegado aquí por coincidencia.

Arslan descubrió unos dientes alineados en una sonrisa que estiró sus labios.

—En ese caso la vida estaría hecha de ellas —habló inclinándose un poco hacia mí, mirando más allá sin dar un solo paso—, y esa sería una explicación indignante para todo lo que pasa a nuestro alrededor. ¿O qué piensas tú, Margory?

Su presencia me hizo diminuta. Salí de la cafetería haciendo sonar la campanilla de entrada. Arslan tomó su muñeca derecha con la mano izquierda por detrás de su espalda, se enderezó y me siguió con ese porte inmaculado de siempre. Creí escucharle proferir un despido al otro chico de la barra.

—¿Cómo funciona? —hice la pregunta obligada—. Lo de llamar a alguien y todo eso. Lo de las segundas voces —agregué recordando sus palabras en el corredor—. ¿De qué se trata?

—Hay algunas cosas que, de ser explicadas, resultan más incomprensibles —dijo caminando a mi lado izquierdo. Continué el paso hasta salir de la torre, reencontrando una vez más la humedad en la atmósfera de aquella noche calmada—. Me parece que la mejor respuesta es recordarte que todo está conectado entre sí. Debes imaginar el plano de la existencia como un... bordado, una tela ornamentada por medio de hebras textiles. Es indiferente el diseño que el artista prefiera sobre el fondo, ya sea una inscripción o una obra compleja de múltiples dimensiones, así como los materiales que decida usar. La relevancia de la analogía está en comprender que, independientemente del producto final, existe una estructura que obliga a todos los elementos a interactuar entre sí.

El responsable del centelleo, el hombre que hacía de guardia rondando las áreas de los cuerpos de agua artificiales, no repitió su advertencia con Arslan como mi acompañante. Detuvo su andar cuando nuestra presencia le alertó, girándose dispuesto a expresar su molestia, pero enmudeció apenas vio al hombre que iba hombro a hombro conmigo. Como lo hacían las moscas, se enderezó e incluso bajó el rostro con corta diferencia. Quizá su respuesta corporal habría sido la misma si pasara el presidente de su país frente a él en lugar de Arslan.

—La cuestión es —continuó Arslan— que aunque exista una unidad, un producto final, o un bordado siguiendo la analogía, no deja de estar compuesto por unidades más diminutas e independientes, aunque hayan perdido su independencia. Nosotros seríamos esa unidad imperceptible dentro de la unidad absoluta. Y si en el plano, por ejemplo, se ha bordado la escena de dos niños jugando en la costa, se observarán "espacios" visuales entre ellos, aunque en realidad no exista ninguno porque la tela que sostiene a ambos los conecta de forma directa.

Arslan concluyó su explicación con una mirada impaciente, sin rastro de dicha emoción sobre su expresión facial.

—Me escucharé todavía más estúpida —admití observando las puntas de mis pies mientras avanzaba—, pero ¿escuchaste lo que pensé al llamarte?

Perjurio | 1 de 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora