¿Qué harías si te enamoras de un príncipe heredero?
Margory ha tenido el infortunio de pasar los últimos cuatro años viviendo una mala experiencia tras otra. Sin amigos, lucha fervientemente por salir de una relación abusiva con su "primer y único a...
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Después del recorrido regresé a mi habitación sin la intención de enmendar las cosas con mi madre. La rabia con la que me esperó después de mi desliz en el bar fue esperable y justificada, pero la maldad con la que manejó el sermón usando como arma mis propios pesares era inaceptable y fuera de lugar. Me sentía herida, y como un animal, usé la soledad y la poca oscuridad que se podía conseguir con un par de cortinas para sanar.
No necesitaba una disculpa; la ausencia de mi madre me aseguraba que comprendía su error, sobre todo porque ella siempre esperaba que el tiempo lo arreglara todo, aunque jamás lo hiciera de verdad. Cuando estaba arrepentida se alejaba, y al pasar el tiempo que solo ella consideraba prudente, aquella mujer volvía como si nada hubiese pasado, cosa que no podía reprocharle porque yo hacía lo mismo. Había aprendido bien.
Los siguientes nueve días le hice frente al trabajo, o al menos la mayoría de ellos. El primero fue una tortura porque no dejaba de pensar en Arslan, la supuesta corona y Carver.
Carver era un mentiroso compulsivo. Era esa clase de persona que desayunaba panqueques pero al preguntarle respondía «cereal», o cualquier otra cosa excepto la verdad. Sus mentiras casi nunca tenían sentido y no porque fueran poco realistas sino porque carecían de una finalidad.
¿De qué le podía servir mentir sobre el desayuno? Ni siquiera se esforzaba por cambiar la verdad con una mentira que lo hiciera parecer alguien que en realidad no era, solo mentía por hacerlo, sin más, y lo hacía con casi todo, desde las cosas más pequeñas y sin sentido hasta los asuntos más delicados. Era un mentiroso patológico.
La declaración de Arslan sobre su herencia, la cara oculta de la Tierra y un reino perdido me orilló a la comparación. ¿Qué tanto de Carver había en Arslan? ¿Me había encontrado a un nuevo mitómano? No sería de extrañar. Se dice a voces que la desgracia es un plan que se sigue de manera inconsciente, consecuencia de permanecer dentro de la jaula metafórica del pasado que marca como obligación —y rutina— la repetición de uno o varios patrones creando un bucle despiadado. ¿Había buscado un Carver en el Caribe, a eso llegaba mi locura y dependencia? ¿Continuaba encerrada en el pasado? La respuesta a la última pregunta era más que evidente, tanto que me sentí hastiada.
No quería fiarme de las corazonadas, esas que decían que las palabras de Arslan tenían algo de cierto, o quizá todo, porque habían sido esas mismas las que estuvieron por llevarme al altar y a lugares mucho peores.
Estaba consciente de que mi instinto era traicionero y me conducía a la perdición, pero incluso entonces decidí darle a Arslan el beneficio de la duda. Como justificación pensé que, así como no se puede creer que todos hablan con la voz de la verdad, tampoco puede o debe vivirse en desconfianza. De esa forma quedaba un solo camino hacia la tranquilidad: la comprobación.
Pero ¿cómo comprobarlo? Si Arslan no mentía, una cara oculta de la Tierra sería, sin duda, el mayor secreto del gobierno a nivel mundial.
—Es una estupidez —dije apenas lo pensé—. Es una completa locura. Arslan me jugó una broma o es igual de mitómano que Carver, incluso peor. No voy a perder mi tiempo en comprobar la declaración de un desconocido, por supuesto que no.