10. Murmullo

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La medianoche llegó con la promesa de una despedida

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La medianoche llegó con la promesa de una despedida. Arslan supo que me iría la mañana siguiente antes de escucharlo por mi propia voz. Me esperaba con eso en mente y yo, sin saberlo, meditaba cuáles serían las palabras correctas para decir «adiós, un placer» con el sentimiento correcto mientras me dedicaba a buscarlo. Después de todo, ese había sido el trato: una búsqueda por una búsqueda.

Arslan había hecho la suya la noche anterior, descubriéndome sin reparo en el interior de una de las tantas cafeterías del Atlas, demostrándome que aquella noche —la noche en la que se hincó frente a mí— no había proferido mentira alguna. Era mi turno, entonces, de escrudiñar las segundas voces e intentar intuir cuál había sido el lugar elegido por el príncipe heredero para nuestro último encuentro. Sin embargo, pronto estuve más perdida que un cordero lejos de su rebaño, intentándolo y desistiendo, confiándome de la deducción para encontrarlo. Y así sucedió.

Hasta esa noche, no conocía la playa como estaba; gris, desolada y con las olas reemplazadas por un vacío negruzco que imitaban el vaivén. La luna estaba fija en el cielo, como una tachuela sobre una tabla de corcho teñida de sombras, escondida detrás de espectros fantasmales que se arrastraban con pereza en las diversas formas de una nube. Arslan estaba ahí, debajo de todo eso, enfrente de la nada, con su túnica blanca y la mirada puesta en el horizonte.

—Me encontraste —congratuló dándose la vuelta para recibirme.

—No estoy muy segura de eso —dije con cierta torpeza en la estructuración de mis ideas—. Solo pensé que el punto de encuentro más obvio en un lugar como este sería la playa.

Arslan sonrió a medias, y a medias lo miré hacerlo, engatusado por la noche y su falta de nitidez.

—No iba a hacértelo difícil la primera vez —evidenció. La sonrisa desapareció—. Ahora parece que será la última. Te vas, ¿no es cierto?

Me encogí de hombros. Sentí cierta sorpresa, pero no porque Arslan ya lo supiera, sino por creer que no iba a hacerlo.

—Todas las vacaciones deben terminar —dije—. ¿Cómo lo sabes? ¿Las segundas voces?

Arslan negó con un suave movimiento de cabeza que le desarregló los rulos.

—Me lo informaron apenas tu padre notificó a recepción su cambio de planes —explicó.

—¿Y qué piensas? —pregunté colocándome a su lado, haciendo que Arslan volviera su rostro hacia el murmullo del mar otra vez.

—Pienso que mis vacaciones también han terminado —respondió observando la nada—. Me iré mañana por la mañana.

Solté una risita nasal.

—¿Qué significa eso? —inquirí con gracia—. ¿Vas a decirme que estabas aquí por mí?

—No —aseguró Arslan—, porque no lo estaba. Me quedé por ti —rectificó—. Sin embargo, ahora te vas y la burbuja de las vacaciones se ha pinchado. Tengo un deber en la otra cara de este mundo y pretendo responder a él. Ya no tengo a qué quedarme.

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2022 ⏰

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