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Se encontraba caminando por las mojadas calles de una desolada Yokohama, y era lo que esperaba, después de todo, ¿quien andaría por ahí a esas horas de la madrugada?
Las gotas de lluvia que caían sobre todo el lugar de a poco empezaron a empaparlo, aún así había preferido ignorar el dolor punzante de su cabeza, el hilo de sangre que escurría sobre esta y el ligero pero perfectible temblor de su cuerpo causado por el frío.

–Hmm..a este paso voy a resfriarme —suspiro cansado, sin detener su paso—, tal vez puedo hacer que Oda me cuide, enfermarme vale la pena si con eso consigo mas de su atención.

Sus pasos fueron más lentos mientras dejaba que el frío aire entrará en sus pulmones, tomando fuertes bocados de este hasta llegar a aquel punto en el que su pecho empezaba a doler, sonrió débilmente al pensar en el futuro regaño que tanto Odasaku como Ango le darían una vez que llegara al bar.

El bar Lupin, su sitio de reuniones, el unico lugar que permanecía abierto hasta esas altas horas.

Se detuvo a unas cuantas calles al apreciar una silueta columpiandose en medio de un pequeño parque.

–¿Un niño? —curioso expreso su duda en voz baja—.

No podía apreciar correctamente si su suposición era cierta, pero por la altura podía creer que estaba en lo correcto. Con cautela se acerco a pasos silenciosos, su plan se basaba en ver quien era e irse sin que este lo notará, pues al final solo era un vago intento por satisfacer el reciente interés que le había surgido, era extraño que alguien se encontrara solo a esas horas, en especial un menor de edad.

Para su mala suerte, la escasa y única luz que alumbraba el parque no le advirtió de aquel charco a unos centímetros de él, causando que se resbalara.

El golpe al igual que su grito hicieron sobresaltar al niño que le daba la espalda, claro que al estar tan adolorido no se percató de como este se levantaba del columpio y se agachaba para poder inspeccionarlo con una muy notoria desconfianza y preocupación.

–Oiga...se..¿se encuentra bien? —cuestiono nervioso, incluso se podía distinguir el temblor en su voz causados por el helado ambiente—, ¿necesita ayuda?

Osamu lo miro incrédulo, estaba caído y adolorido, era claro que necesitaba ayuda, que no lo admitiera era otra cosa totalmente distinta.

Tomo asiento sin moverse del frío y mojado suelo, no apartó su mirada del muchacho que lo observaba con genuina preocupación.

–¿Que hace un niño como tu a estas horas, sin un paraguas, sin un adulto y en este lugar? —pregunto analizando al pequeño que abrió los ojos con asombro—.

–Tú también eres un niño —frunció el entrecejo al sentirse regañado—, además.. además que importa, podría preguntarte lo mismo y no me responderias. —añadió a la vez que volvía a su acción inicial, que se basaba en el columpiandose y dándole la espalda al castaño—.

–Entonces no me molestes —comento indignado por la actitud del menor—.

–Solo quería saber si estabas bien, pero como veo que lo estas, ya no me interesa, lárgate. —soltó en un tono venenoso, sin detenerse a mirarlo, lo que logro hacer que el castaño elevara una ceja en señal de curiosidad—.

El joven castaño tomó asiento al lado del menor, comenzando a columpiarse de igual forma mientras apreciaba las facciones del más bajo.

Era escuálido y algo palido, por lo que no le sorprendería si este presentara problemas de desnutrición, la venda ensangrentada de su muñeca y por como apenas podía mantener el agarre del columpio con aquella mano le daba la idea de que estaba rota, su cabello era de un color blanco grisáceo, era pequeño y su ropa estaba sucio y rasgada en algunas partes, además de que su pie también poseía una venda ensangrentada.

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