Capítulo 4

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El domingo por la mañana arrastré a Olivia de la cama para que me acompañara al gimnasio.

Corriendo sobre la máquina a unos diez kilómetros por hora, me había dado cuenta de que intentar igualar el ritmo de Olivia era solo una ilusión. A los veinte minutos en los que sentí mis pulmones desgarrarse más de una vez, observaba por momentos la parsimonia con la que ella lo hacía, y entendía que no podía igualarme a una persona que había realizado diferentes tipos de deportes toda su vida.

Detuve la máquina cuando sentí un dolor punzante en el abdomen y Olivia me dirigió una sonrisa cargada de maldad mientras seguía como si no llevase unos seis kilómetros ya corridos.

Cuando la cinta se detuvo por completo, desplomé mi cuerpo sobre ella y abracé mis piernas respirando muy fuerte.

El gimnasio estaba completamente vacío como era de esperarse un domingo a las ocho de la mañana.

Incliné mi cuerpo sosteniéndome con mis brazos, y aprecié el aire acondicionado que chocaba con el sudor de mi cuello creando una sensación momentánea de alivio.

Olivia detuvo su máquina y me observó sonriendo apoyada del reposabrazos.

"Creo que esa media pulgada te ha afectado más de lo que debería." La observé con mi respiración agitada para luego cortarle la mirada y juguetear con los cordones de mis zapatillas de deporte. Se bajó de su máquina y se agachó frente a mí. "Del uno al diez." Buscó mis ojos con los suyos. "¿Qué tanto te ha afectado su regreso?" Intenté evadir la mirada, pero no me lo permitió sosteniendo mi rostro suavemente con algunos de sus dedos.

"Mucho más de lo que debería, supongo." Me escapé de sus dedos y observé las luces brillantes en el techo.

"¿Por qué no aprovechas para darle un cierre y hablas con ella ahora que se le hará más difícil escapar?" Esto llenó todo mi cuerpo de rabia una vez más. Me puse de pie y salí caminando a pasos rápidos hasta el vestidor. Olivia llegó detrás de mí.

"Ella nunca quiso hablar conmigo, Olivia, ¿qué te hace pensar que esta vez será diferente?" Abrí el casillero donde estaba mi bolso. "No la voy a obligar a hablar conmigo si ella no lo quiere hacer."

"Emma, puedes decirle todo lo que necesitas decirle sin que ella exprese una sola palabra." Arranqué el bolso y apreté en mis manos la botella de agua haciéndola una pequeña bola de plástico.

"Ese ejercicio psicológico lo he aplicado de muchas formas diferentes. A través de cartas que nunca le he enviado, a través de correos que se que nunca han sido leídos." Respiré profundo porque sentía las lágrimas de frustración acumularse en mis ojos. "He hecho todo lo que un ser humano puede hacer para olvidar. Fui hasta Milán y la esperé en un café que quedaba al lado de su oficina por horas y horas." Intenté calmar mi respiración, calmar mi cuerpo que empezaba a temblar y mis lágrimas que se deslizaban por mis mejillas. Olivia me observó con un poco de impresión, esa parte de la historia solo la conocía este corazón. "Yo lo único que añoraba más que todo era entender el porqué." Me desplomé en uno de los bancos y limpié mis lágrimas. "Yo di todo de mí, di todo de mí para volverme arquitecta y lo conseguí, di todo de mí para volverme una de las mejores diseñadoras de parques temáticos y lo conseguí, di todo de mí para que Amelia me amara cómo yo la amé a ella y no lo pude conseguir." La observé y pude ver reflejado mi dolor en sus ojos. "Tengo talento, tengo dinero, tengo una casa, tengo un carro, tengo todo lo que creo querer y todo lo que siento necesitar, pero no la tengo a ella, y soy capaz de renunciar a todo aquello si eso significa poder tenerla a ella." Un par de lágrimas más se escaparon de mis ojos, y mis hombros se desplomaron, por fin poniendo en palabras todas esas cosas que le había negado a mi corazón y a mi cabeza durante años y años. "Yo no necesito que Amelia me escuche, yo necesito escucharla a ella."

Siempre Tú: Emma + AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora