Cap. XIII Tentado Atentado

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Nosotros, mientras tanto, llegamos por fin a los fondeaderos de Hanga Roa con la esperanza de poder bajar a tierra. Pero las autoridades locales impidieron el desembarco, al igual a otras tantas embarcaciones que se hallaban en la bahía. Decidimos por lo tanto efectuar un rodeo a la isla, dirigiéndonos al norte, hacia la caleta Anakena, un poco antes de Punta Rosalía, en donde se encuentra la única playa de Pascua. El particular relieve de la costa pascuense, conformado de bordes rocosos, farallones (algunos de más de 150 metros de altura) y peligrosos arrecifes, sólo nos dejaba esa opción.
Una vez en sus blancas arenas organizamos rápidamente un pequeño campamento frente a la plaza construida en honor de Hota-matu. El señor Yokohara, Morales y yo tomamos rumbo a Mataveri. Las mujeress prefirieron quedarse en las carpas, con la responsabilidad de terminar de organizar las cosas. Observé por un momento el moai restaurado que regía en el centro de la plazoleta con el silencio de mil generaciones perdidas, con el fuego de su maná agotado y hace mucho tiempo ya decadente y desahuciado. ¿Qué significado habría tenido para esas gentes este derroche artístico, en una isla escondida en la inmensidad del océano? Miré dentro de mi corazón a través de aquella figura de ojos hundidos y pómulos salientes. En una cosa si estaba yo de acuerdo con ellos, para los antiguos pascuenses no existía un dios del mal o del bien, los dioses jamás castigaban a esas asoladas almas, nunca fueron víctimas de la ira de sus dioses, en realidad el hombre era víctima del mal que llevaba dentro. El hombre, en la antigüedad y en las eras modernas, siempre quiso parecerse a sus dioses o a su dios, era la imagen súper humana, la realización de un inefable deseo humano: la perfección y la inmortalidad. Muy contrario al pensamiento de Rapa-Nui, nosotros crecimos pensando que nuestro Dios nos castiga o nos premia por determinadas acciones según sea su aprobación o desagrado. Y en eso yo estaba de acuerdo con los antiguos pascuenses: Dios no castiga, el hombre sí y se sanciona a él mismo; que es lo peor.
A nuestro alrededor no se veía un alma, muy a pesar de que había otros yates y naves anclados cerca la bahía. Según el navegador satelital nos encontrábamos a unos 13 kilómetros del aeropuerto de Mataveri. No disponíamos de ningún tipo de transporte terrestre por lo que debíamos efectuar el recorrido a pie. No muy lejos de la playa, un pequeño hotel turístico nos mostraba la soledad de su fachada, al parecer todos se hallaban concentrados en el sureste de la isla asistiendo a la rueda de prensa.
Cerca se hallaba una carretera que, según nos indicaba el mapa, conducía directamente a Mataveri. El camino, escoltado por los nuevos árboles que adornaban al paisaje isleño, se hallaba bastante bien conservado. Soplaba una brisa de mediana intensidad, un tanto seca si la comparaba con el viento marino que acababa de disfrutar por varios días a bordo del Yate. Un paisaje lleno de verdes praderas y un conjunto de mini-bosques era el primer regalo que nos ofrecía Pascua. A nuestra izquierda se podían observar algunos Moais en sus respectivos altares, engalanados, restaurados, casi resucitados de su anterior olvido, frente a nosotros el cerro Puhi, de 302 metros de altura, se mostraba altivo como primer obstáculo natural entre nuestra meta y nosotros.
Mientras nosotros caminábamos, en el otro lado de la isla, iniciaron una improvisada ronda de preguntas y respuestas. La primera persona que accedió a hacer la interrogante fue escogida mediante un sistema aleatorio de llamadas. Era un habitante de Suecia, un investigador y escritor de cierto renombre en la Unión Europea. Su imagen reflejaba eso: respetabilidad, intelectualidad y, al parecer, tenía ese eterno deseo de saber, conocer, averiguar el porqué de las cosas. Su rostro daba esa primera impresión.
La verdad es que en ese instante pensé que no podía haber resultado mejor la escogencia. Uno nunca sabe, quizás eso de la búsqueda aleatoria no era otra cosa que una pantalla y las personas eran escogidas por alguien o por un sistema lógico de datos que redujera las posibilidades dentro un determinado grupo de conducta individual, ya sean sus características intelectuales, espirituales, científicas o religiosas. No obstante, luego de esa impresión inicial, el Señor Suecia me decepcionó con su pregunta:
—¿Cómo es Dios? ¿Qué forma, tamaño o dimensión tiene? O en su defecto: relátenos algunas de sus características.
Mariángeles, para sorpresa de todos, no respondió.
Imagino la contrariedad creada en el corazón de María de los Ángeles al escuchar semejante pregunta. Una vez más el hombre buscaba a Dios de una manera equivocada, dándole un sentido material a alguien que en sí mismo no lo tiene, requiriendo señas que no pueden otorgarse, pidiendo evidencias físicas para poder sentir. Ignorando la parte de Dios que vive con nosotros y tapándonos los oídos a la voz que mora en nuestras almas adormecidas.
—¿Cómo crees tú que es Él? —le preguntó María.
Como es de suponer, el experimentado escritor, no se dejó amilanar, mantuvo la calma y respondió que sus conceptos eran que Dios era un ser puro, de estricta naturaleza espiritual, creador de todas las cosas y supremo administrador de este calamitoso universo.
Ella, a su vez, confirmó todas y cada una de las afirmaciones del escritor. Pero antes de que el escritor pudiera refutar, afirmar o felicitarse por su oportuna interrogante, Mariángeles agregó:
“Preguntas: ¿Cómo es Dios, qué forma tiene? O me pides que exprese con palabras humanas algunas de las propiedades y/o particularidades de un algo o alguien que supera cualquier concepto humano. Sería mejor preguntar de qué forma se da a conocer ante y entre nosotros. Somos criaturas materiales y por esa razón tenemos la tendencia a materializar la estampa de lo no materializado. Buscamos la imagen de la Primera Causa y Centro, figura en si misma que existe y no existe. No podemos imaginar, con nuestra pequeña y limitada comprensión material, un concepto tan vasto como lo es Él. Cada vez que el hombre ha tratado de retratar sus diferentes facetas lo hizo recurriendo a distintas imágenes, incluyendo cambios en su fisonomía, sexo, características varias y los diversos elementos que pudiera dominar. Así han nacido las tríadas, la multitud de dioses en las antiguas religiones politeístas, las trinidades e inclusive la supresión de toda figura o personalidad Divina. Su imagen existe, eso es cierto, pero no para nosotros, aún no para nosotros. Todo pensamiento o sentimiento acerca de su naturaleza pertenece al campo de la fe, cualquier otra suposición acerca de sus características no dejan de ser sino eso: conjeturas filosóficas de carácter humano y terrenal generadas a partir de nuestra experiencia como criaturas materiales y de la escasa percepción espiritual desarrollada hasta un momento dado de la realidad dual que vivimos a cada instante de nuestra existencia. Construimos una efigie que se acerca un tanto a la Divinidad, una divinidad que colocamos como meta y anhelo. Poseemos vagos conocimientos, intuiciones e instintos, acerca de la inmortalidad y la responsabilidad de la creación de este Universo desconocido. Sin embargo, los términos referidos o asociados con el concepto de lo Eterno los ignoramos casi por completo y allí radica una de nuestras más grandes limitaciones que nos atan al tiempo y al espacio en que vivimos. No debemos empeñarnos en querer saber cómo es Él. Debemos concentrarnos en sentir su naturaleza más que dilucidar su forma, debemos intentar ser como Él, aún sin saber qué es Él, no intentar saber cómo es Él para ser como es Él. Es un reto hacia lo inexplorado, es un premio que nunca sabremos lo que es hasta que tengamos la suficiente capacidad para obtenerlo.”
Nosotros, que todavía no habíamos alcanzado las faldas del cerro Puhi, observamos como el silencio una vez más se hizo presente en aquel improvisado escenario. Durante un tiempo indeterminado nadie dijo nada, no se escucharon murmullos, María tampoco expresó nada más, el Señor Suecia mucho menos emitió alguna opinión. Parecía que nadie esperaba esa respuesta, estaba pasando una de las cosas que Mariángeles había advertido: ella no iba a poder dar una respuesta satisfactoria a todas las preguntas, y esta interrogante en particular no arrojó ninguno de los resultados esperados por el público asistente; que no decir lo que aguardaba el Señor Suecia.
El mutismo sólo podía ser roto por una persona y ella dándose perfecta cuenta de tal cosa brindó de nuevo su voz a través de los altavoces colocados en Mataveri.
“Existe un plan cósmico, un inmenso plan maestro, más allá de todo esto. Mucho más allá de este acontecimiento, más allá de mí, más allá de Ganid e, inclusive, más allá de nosotros mismos. Esto, es sólo otro pequeño gran paso que daremos en nuestra larga evolución espiritual. A través de la historia, aún en aquellas porciones de las cuales no pudieran sobrevivir o haber registros; desde el sabio Akenatón, primer precurso del monoteísmo a gran escala, pasando por Josué Ben José, El Hijo del Hombre, y hasta el día de hoy, viernes 13 de mayo del año 2050. El proceso de maduración del espíritu se ha dado de manera continua y sin retrocesos. Aún y cuando muchas veces dio la impresión de que no avanzó o que no avanza y hasta pareciese que, en contra de toda lógica o deseo, se atrasase en un oscurantismo involutivo. A pesar de la apariencia estática y desesperanzadora, se puede asegurar que el viaje a la Perfección Divina nunca se ha detenido.”
“Este mismo viaje no tuvo un comienzo ni tampoco un final. Lo finito se funde en lo infinito, el inicio se confunde con el termino y al final descubrimos que el tiempo no es otra cosa que la imagen de una eternidad en movimiento. En esa sombra fugaz de la eternidad, mediante un dispositivo físico, partimos en busca de aquel ser del cual provenimos. Y mientras Él se expande a través de nuestras existencias, nosotros nos contraemos en el núcleo de su perfección. Es como un gran ciclo magnético, cuya fuerza principal es el amor y su motor la infinita voluntad creadora. Y esta ‘Gravedad Universal’ atrae a las nonatas almas hacia el centro del Universo de los Universos, hacia la Fuente de todas las Fuentes, hacia la Primera Causa de todas las Causas: La Primera fuente y Centro. Lo infinito acoge lo finito y lo finito se hace parte de lo infinito, perpetuando el flujo de experiencias y energías en perfeccionado perfeccionamiento. Lo infinito crece con la experiencia finita, lo finito experimenta el crecimiento hacia lo infinito. La criatura experiencial restituye el amor recibido cargado de aprendizaje de una vida potencialmente eterna. El Supremo recibe lo auto-otorgado y amplía su nivel experiencial. Perfeccionando lo ya perfeccionado, creciendo en lo ya creado, buscando el Absoluto Perfeccionado mediante los atributos y características que el Absoluto Universal ha logrado sustraer de la interacción-tensión del Absoluto No-cualificado y el Absoluto Cualificado. La Creación su renueva y nunca deja de ser creada y por lo tanto siempre estará lejos de estar acabada, materializando la no-materia, experimentando lo no-experimentado, viviendo lo no-vivido, corriendo hacia una meta que no tiene fin y que no tuvo principio. Para Él no hay tiempo porque Él es el tiempo. La distancia no significa tiempo, ni tiempo implica espacio, el espacio no simboliza la eternidad, la eternidad no es divinidad y divinidad no es Deidad.”
Sé que quizá suene mal lo que voy decir, espero no ser malinterpretado. Me sentí feliz y orgulloso de que ella estuviera quebrando todos los anhelos que la mayoría se había hecho con el acontecimiento. Creo que, como ya lo dije, muchos esperaban algún tipo de manifestación sobrenatural. O que en su defecto les dijeran, paso por paso, una formula matemático-mágica que les permitiese desarrollar su vida espiritual sin esfuerzo y de una manera lineal, sin cambios bruscos, sin decisiones que tomar, sin sentimientos que meditar, ni mucho menos acciones que realizar. Nada de eso, el mensaje, aunque parecía un poco enrevesado, transparentaba una lucha interna que nadie deseaba lidiar. Queriendo que todo se le brindase desde afuera. Fuesen otros quienes decidieran sus pasos y pensamientos, tal como ellos estaban acostumbrados. Atados a religiones, dogmáticas y adoctrinadas, donde todos los pensamientos y sentimientos ya estan delineados y no esperar nada más allá de los límites que esos otros habían diseñado para nosotros.
Si bien existían algunos conceptos en su discurso difíciles de manejar, reflejaba el porqué de ese constante impulso que nos empuja a buscar ese algo súper-humano que explique nuestra existencia y que nos ampare después de la muerte. Las cosas han sido creadas, ¿quién las creó? ¡Un hombre! ¡No! ¡Imposible! Entonces tiene que ser algo o alguien más allá del hombre, el supremo superlativo del ser humano: Un Dios.
Pero: ¿qué es un dios? ¿Acaso una ilusión de inmortalidad?
Ella continuó hablando:
“Existe un punto que muchos de ustedes conocen muy bien. Una parte de Dios mora dentro de nosotros. Algunos le llaman el Aliento de la Vida, la Chispa Divina o con otros nombres diversos como Ajustadores del Pensamiento y Monitores Misteriosos. Estas porciones del Padre Universal actúan, en conjunto, con nosotros, en la creación de una identidad cósmica inmortal, donde sólo los hechos y deseos que conlleven trascendencia o connotación espiritual son los elementos que nutren a la futura alma. Todo factor que no contenga valor puramente espiritual tiende a perderse, se desvanece y deja de ser parte integra de nosotros. Resultan ser prescindibles en nuestro nuevo camino y sólo pueden ser revividos por técnicas especiales que permiten reconstruir parte de la antigua existencia. Ahora, con esto no quiero decir que la cotidianidad común no sea importante, porque precisamente en esos hechos del día a día es donde la mayoría de las veces se producen esos valores. Olviden por un momento las grandes empresas, quizás, por múltiples razones, cada quien tiene las suyas, no eres el gran médico milagroso, un dirigente religioso carismático, el humanista del siglo, etc. Talvez tu función es más sencilla y simple, pero eso no le resta importancia a tu existencia experiencial. Grano a grano, gota a gota, crecen los buenos pensamientos, sentimientos y acciones, hasta llegar a convertirse en una montaña espiritual imbatible que sobrevivirá a la muerte y dará significación y personalidad al alma. Y la personalidad, única y exclusiva en cada ser, junto con la gracia de hacer la voluntad del Creador, son los dones más preciados en el Universo y es el más grande regalo que le podemos hacer al Creador en nuestro encuentro con Él. Eso nadie te lo puede quitar, sólo tú eres el agente de tu propia destrucción si no logras la fusión con la parte de Dios que llevas dentro de ti. La Verdad debes buscarla más en lo interior que en lo exterior, en la vida íntima y en las implicaciones que esta pueda producir al bienestar colectivo. Es importante no sentirse insignificante por la simpleza de nuestros pensamientos, recuerden que talvez seamos pequeños en espíritu, pero por esa misma razón tenemos la posibilidad de crecer más que nadie. Es un gran camino a recorrer hasta llegar al Padre, así que háganse esta pregunta: ¿quién tiene más probabilidades de conocer la totalidad del camino, los que comienzan desde el principio, la parte más baja de la creación, o los que nacen ya evolucionados?”
Aquí hizo una pequeña pausa, haciendo evidente que la respuesta estaba sobreentendida. O quién sabe, quizá lo hizo para darle un respiro al público presente, para crear suspenso. Eso no lo sé.
“Estamos envueltos en este proceso, aún sin saberlo, aún sin quererlo. Una corriente eterna nos impulsa a buscar nuestro origen, las razones sobre la existencia misma. No habiendo encontrado las respuestas en el terreno de lo material y lo palpable. La humanidad emprendió la búsqueda en esa parte casi desconocida de la naturaleza humana: en lo espiritual. Una naturaleza ignorada en el principio de nuestros tiempos, vivida de manera precaria, reconocida y fortalecida por el miedo al más allá, a la muerte, a los fenómenos inexplicables, a los constantes y caprichosos cambios de clima, de la suerte y del destino. Hemos recorrido un trayecto muy largo, desde que nuestros antepasados más remotos adoraban al Sol y la Luna, hasta esta era de revoluciones y descubrimientos. Revoluciones y descubrimientos que nos han llenado de confusión y miedo, una confusión creada por el desmoronamiento de las bases principales de nuestras creencias. Todos aquellos preceptos que creíamos sagrados, inamovibles, seguros y sólidos; capaces de soportar cualquier crítica o crisis de fe. Esos mismos preceptos, ahora no tan acertados, que significaban y daban forma a la verdad, una verdad que pensamos poder tener en nuestras manos y que podíamos manipularla y estirarla a nuestro antojo o según la conveniencia del caso. Pero no se engañen, no es fe lo que nos falta ahora, todavía existe mucha fe entre nosotros. No estuvieran aquí, no hubieran hecho ese inesperado viaje a esta mucho menos esperada isla del pacifico, los medios de comunicación no se hubiesen movilizado de esta forma tan abrumadora si sintieran que al colectivo no le interesa, no tiene ninguna expectativa, no posee una pizca de fe en el acontecimiento presente. Sea cual sea su naturaleza, pues ni yo misma sé en qué va a desembocar todo esto. Lo que nos falta ahora es en que o en quien canalizar esa fe.”
“Aunque les digo algo: no es en mí quien deben canalizar su fe, no es en la iglesia, cualquiera sea su religión, no es en su vecino, no tanto en la Biblia, no tanto en los rezos; deben tener fe en ustedes mismos pues si no poseen fe en ustedes mucho menos podrán tenerla en un algo invisible, impalpable y poco cercano a nuestra comprensión como lo es Él.”
Creo que fue inevitable, más de un presente habría de pensar en la palabra sacrilegio. Decir que no deben tener fe en la religión, en su iglesia, en las oraciones, en santos o cualquier elemento idolatra o fetiche era una cosa un poco difícil de digerir. Pero, al fin y al cabo, eran peticiones relativamente sencillas comparándola con la idea de no confiar de manera absoluta y ciega en la Biblia y por extensión quedaba patente que tampoco cualquier otro libro considerado sagrado por “X” religión llámese Corán, Libro de Mormón, Rig Veda, etc.
Sin embargo, en calidad de protesta, sólo hubo un minúsculo murmullo en la muchedumbre. Todos querían opinar, aunque no sabían que decir.
Mientras, nosotros ya divisábamos la costa sur de Pascua, estábamos frente a Punta Baja, cerca de las faldas del Cerro Toutapu, en lo que significaba la última curva en nuestro recorrido, luego el camino sería una línea prácticamente recta con una que otra irregularidad en su trazado. Al alcanzar este codo, en aquel sendero, nos encontramos una agradable sorpresa. Unos nativos de la isla cuidaban una especie de campamento, aunque no era el campamento en sí mismo lo que llamaba nuestra atención sino los caballos apostados en ella. Sin tiempo para preámbulos nos acercamos y con un poco de perseverancia y otro tanto de dinero, logramos convencerlos que nos prestasen un pequeño servicio de transporte hasta el aeropuerto de Mataveri.
Convenido el trato, nos aprestamos a cabalgar hasta el sitio donde se realizaba el acto público. Para variar yo nunca había montado, si no es por la diligente ayuda de uno de los nativos, en estos momentos no recuerdo su nombre, no hubiera podido llegar con bien a mí añorado destino. Mis amigos tampoco eran unos expertos jinetes y la travesía fue un mar de risas y de nerviosismo para nosotros. Aunque para nuestros anfitriones y conductores pudo haber sido un serio y no deseado dolor de cabeza. Consideraciones aparte, el tiempo de la caminata se redujo de manera considerable, en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos con la concurrida pista del aeródromo. Al fondo del mismo, el Rana-Kao mostraba su ancho cono truncado, antiguo cráter volcánico convertido ahora en una suerte de estanque que, junto a la pequeña laguna volcánica del Rana-Roraku, paliaba las necesidades de agua dulce de los pascuenses. Más tarde el sufrimiento bajaría desde esas laderas, yo le admiré sin saber lo que acontecería.
Cuando logramos entrar María de los Ángeles proseguía con su monologo:
“La religión pasó, de un concepto escaso y nebuloso, a ser esclarecida a partir de las diversas revelaciones que han sido otorgadas en la historia espiritual de la humanidad. En el primitivo panteísmo caminamos nuestros primeros pasos, en el miedo a lo desconocido, miedo a lo inexplicable, a lo inevitable. Luego se les dio formas y nombres a esos fenómenos, y de esa manera el hombre creó a sus primeros dioses: el Sol, el Viento, el Mar, etc. El antropomorfismo de los dioses. Todos ellos surgidos de la naturaleza observable, a veces hostil a veces complaciente, a la cual temían y reverenciaban a un mismo tiempo. No hallando explicación a su caprichoso y extraño comportamiento, un día les favorecía y el otro los perjudicaba. Era imposible para ellos dominar a sus dioses, así que pretendieron calmarlos con ofrendas, sacrificios y rituales. Poseían la convicción de lograr aplacar la ira de esos dioses con tales actos y si no daban resultado era porque el sacrificio había sido rechazado, no había sido suficiente y debían ser castigados por no poder o no saber complacer a sus caprichosos dioses.”
El lugar se hallaba repleto y acceder o tan sólo acercarse a la tarima era una tarea congestionada y penosa. Pero ya habíamos llegado muy lejos como para dejarnos vencer por tan pequeño obstáculo. Apenas hubimos entrado ella interrumpió su exposición, por las pantallas pude observar como dirigía su mirada hacia donde me hallaba, sonrió y dijo unas breve palabras que significaban mucho para mí: “¡Bienvenido a la Isla de Pascua! ¡Te estaba esperando!”
Imagino que nadie entendió porque dijo tal cosa. ¡Ella sabía que yo estaba allí! ¡Me esperaba y muy pronto disfrutaría de su cercana compañía! Mi corazón se embargó de alegría y me abrí paso por entre la gente en dirección al entarimado, envuelto en una especie de éxtasis. Olvidando por completo a mis acompañantes.
De improviso, cambió su semblante, dejó de reír, desvió su vista hacia un punto impreciso del Volcán Rana-Kao y sólo alcanzó a pronunciar: “¡Oh, Dios mío!” antes de retroceder medio paso y luego caer, como un metro de distancia, como empujada por una mano invisible en el pulido piso de la tarima.
Todos volteamos hacia la rocosa y truncada cumbre, observando un brillo intermitente de lo que parecía ser un espejo o lente que reflejaba la luz del Sol.

María de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora