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-No tienen idea de todo lo que les espera- habló Lirrel con una copa en su mano una vez que nos encontramos en uno de los vagones del lujoso tren que nos llevaría hacia el Capitolio- Las personas los amarán, tendrán muchos lujos, la mejor comida de Panem, las mejores atenciones- un chillido de emoción abandonó su boca- Lo amarán todo, les será algo imposible de olvidar, estoy seguro de que nunca vieron algo así.

-Sobre todo si consideras que vivimos en uno de los distritos más pobres de Panem- dije sin apartar la mirada de la gran ventana que dejaba ver como el distrito 11 quedaba en la lejanía- Y tal vez lo que nos den, sea lo ultimo que logremos comer antes de que nos maten- me giré a verlo con el rostro serio y la voz apagada.

Lirrel me observó con los ojos entrecerrados y comenzó a negar con la cabeza mientras chasqueaba la lengua.

-Ay querida, necesitas hacer algo con esa actitud, o nadie estará interesado en ayudarte.

Estaba a punto de contestarle cuando una puerta se abrió, dejando que Marcus se sumara a nosotros luego de haber estado en el baño desde que habíamos subido.

-De que hablaban?

-Nada importante realmente- dije adelantándome al ver que Lirrel estaba por responder- Al parecer debemos aguardar a nuestro mentor.

Le dediqué una sonrisa a mi hermano, mientras tomaba asiento a su lado y le tendía una manzana que había tomado de la gran y repleta mesa de caoba que ocupaba el centro del vagón.

Pasaron tan solo unos minutos, y las puertas que estaban al otro lado del lugar se abrieron, dejándonos ver a dos personas. Un hombre y una mujer.

En el momento en el que vi su rostro supe de quienes se trataba.

Seeder Fastolfe y Chaff Mitchel.

Vencedores de ediciones de los juegos anteriores.

-Les diría buenos días niños, pero no les mentiré- comenzó Chaff sin siquiera mirarnos mientras se dirigía hacia las botellas transparentes con líquidos de colores llamativos dentro- Este día da asco.

Una vez que tuvo su vaso medio lleno se giró en nuestra dirección, y al vernos allí sus ojos café se abrieron de par en par.

- Pero si son ambos niños Blond- dijo antes de darle un sorbo a su bebida.

-Tal parece que la suerte no está de su lado- habló Seeder por primera vez mientras se acomodaba frente a nosotros- Lo siento por ustedes y por su padre.

-No tenesmos muchas oportunidades de ganar, ¿no es así?.

Me giré hacia Marcus al oírlo hablar, él solo se dedicaba a girar la manzana entre sus manos.

-No digas eso Marcus.

-Es la verdad Emily

Estaba por hablar, cuando Chaff me interrumpió.

-En realidad no lo es- señaló a mi hermano- Está bien que tengas asumido que puedes llegar a morir allí, pero no por eso debes cerrarle las puertas a la posibilidad de ganar, ¿Entendido?- mi hermano asintió- Muy bien, junto a Seeder nos encargaremos de todo, los ayudaremos lo más que podamos antes y durante los juegos.

Dicho aquello, Chaff se puso de pie y se retiró por la misma puerta por la que había ingresado.

Lirrel al parecer vio a mi hermano con cansancio, ya que le indicó que le indicaría en donde se encontraba su habitación temporal. Tras eso, ambos se fueron, dejándonos a Seeder y a mi a solas.

- Aún recuerdo cuando tu madre estuvo en la misma situación que tú, nadie le tenía fé, no se esforzó en intentar conseguir a ningún patrocinador, ni siquiera quería participar de las entrevistas, o usar la ropa que su diseñadora le hacía- Sonrió ante aquel recuerdo lejano- Sin embargo, y contra todo pronóstico, ella ganó.

-La diferencia es que ella fue allí con un completo desconocido- hablé- A quien yo tengo que ver como enemigo, a quien pretenden que mate, es a mi hermano menor.

-Lo sé Emily, pero, debes comprender que así es este juego, lo único que nosotros podemos hacer es. . .

-Lo único que puedo hacer, es lograr que mi hermano los gane.

-¿Y que se supone que harás?- enarcó una ceja- ¿Matarlos a todos y luego suicidarte?.

-No- me puse de pie- Que ellos se acaben entre si- me dirigí hacia la puerta por la que mi hermano se había ido y antes de irme la miré sobre mi hombro- Y luego suicidarme.

Sin aguardar una respuesta de su parte me alejé del vagón comedor, adentrándome en el corredor que daba a mi habitación designada, al menos durante lo que nos tomaba llegar al Capitolio.

Una vez que estuve dentro, me lancé sobre la gran cama que ocupaba casi todo el espacio; ni siquiera tuve tiempo de reparar en la comodidad de esta, o en lo distinta que era aquella habitación de tren en comparación a la que tenía en mi Distrito. No reparé en nada de eso, ya que al notarme sola, no logré seguir reteniendo las lágrimas y comencé a llorar desesperadamente. Los alaridos de desesperación salían de lo más profundo de mi ser y abandonaban mi garganta sin siquiera pensar en que alguien podía escucharme, ya que después de todo, la habitación más cercana se encontraba a un vagón de distancia y si no me equivocaba, era la de Lirrel, quien seguramente estaría demasiado embelesado con la atención que le esperaba en los siguientes días como para reparar en el sufrimiento de uno de los tributos.

Al pasar unos eternos minutos, mis ojos rojos e hinchados eran el único rastro que quedaba de mi sofocante crisis. Muchas cosas se agolpaban en mi cabeza, ideas, miedos, estrategias e incluso recuerdos no dejaban de llegar a mi.

Tal vez podría tomar a Marcus en el momento en el que iniciaran los juegos, lo podría llevar a un lugar oculto, y dejarlo allí, la única en ponerse en riesgo ante los demás tributos sería yo, me aseguraría de que acabaran entre ellos antes que nada, y al final, solo quedaríamos Marcus y yo, tal vez los espectadores creerían que una final entre dos hermanos sería un gran espectáculo, pero antes de que ellos siquiera se dieran cuenta, acabaría con mi vida sin pensarlo, sin darle tiempo a mi hermano de intentar convencerme de encontrar otra salida, por que estaba segura de que él lo haría, intentaría convencerme de alguna forma, y no debía permitir que aquello sucediera.

Los Juegos del Hambre: Emily #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora