.1.

7.6K 375 11
                                    

— Papá— Me asomé por la puerta para observarlo- Iré a comprar algunas cosas que faltan, ¿necesitas algo?.

-—Gracias hija, pero estoy bien, no necesito nada por ahora— dijo mientras intentaba que una sonrisa se formara en su rostro, sin notar que el brillo de sus ojos delataba sus pensamientos— Regresa a tiempo, aún debes asearte.

Asentí antes de salir por la puerta de casa, con una pequeña cantidad de semillas dentro de el bolsillo de mi chaqueta desgastada, y dirigirme hacia el lugar en el que se realizaban los intercambios.

A medida que avanzaba por el lugar, la mayoría de las personas me saludaban con una sonrisa, lo cual imité sin dudar.

Al llegar al callejón del comercio, recorrí los puestos hasta encontrar algo que llamó mi atención al instante, una pulsera plateada, con hojas y raíces entrelazadas, talladas delicadamente. Sin embargo, a pesar de que podría intentar llegar a un acuerdo por ella, recordé que debía comprar algunos alimentos y cosas más importantes, como el cinturón que mi hermano necesitaría para utilizar en la Cosecha que se realizará durante el medio día.

Una vez que obtuve lo que quería, emprendí mi regreso a casa con tranquilidad, observando a todos a mi alrededor.

Las melenas risadas se veían en todas las direcciones en las que miraras, al igual que los ojos marrones y la piel morena. Por las calles se podía percibir la incertidumbre que emanaba de los hogares, las madres y los padres se encargaban de preparar a sus hijos, alisaban faldas, abotonaban camisas, peinaban cabellos rebeldes, ataban lasos y daban fuertes abrazos, no sin antes observar con tristeza los rostros temerosos de los menores.

Al notar esto, no pude evitar que se formara una leve mueca en mi rostro.

Todo aquellos era injusto, todos los distritos lo sabían, incluso en los que los niños eran preparados desde una temprana edad.

Los Juegos eran crueles, hechos solo con la intención de recordarle a los ciudadanos de Panem que no vivían en el Capitolio, que ellos tenían el poder y que no podíamos hacer nada para impedirlo, si ellos querían se podían llevar a sus hijos y hacer que se mataran unos a los otros a pesar de no tener nada en contra y todo en común.

—Hasta que al fin llegas— Mi padre me observaba recargado en la puerta, negando con la cabeza.

—Ya lo sé— rodé los ojos— Estaré lista en menos de lo que te imagines, solo debo darle su cinturón a Marcus.

—Adivinaré, perdió el que le compraste para el año pasado.

—Según lo que me dijo, lo utilizó para escalar un árbol y se rompió— me encogí de hombros, dirigiéndome a donde se encontraba mi hermano pequeño, observando pensativo hacia la ventana.

—¿A quien crees que le toque esta vez?— dijo sin girarse.

Entendía su actitud, era el segundo año en el que formaba parte de la cosecha, su nombre estaría más veces, y aún no era capaz de dejar atrás el recuerdo de uno de sus mejores amigos siendo asesinados dentro de la arena de los sexagésimos noveno juegos.

—No puedo responder esa pregunta.

—Todo estará bien, ¿no es así?— dijo girándose a verme.

—No lo sé Marck— me acerqué a él y lo abracé, acariciando su cabello— Me encantaría tener una respuesta, decirte que sé que esta vez no nos tocará, pero prometí serte totalmente sincera.

—Lo sé— apretó su agarre en mi cintura.

Me separé lentamente de él tras unos segundos y le indiqué que se terminara de arreglar mientras que yo me aseaba y preparaba correctamente.

Los Juegos del Hambre: Emily #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora