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Algunas horas después, luego de que al parecer me quedara dormida, Seeder decidió despertarme para comer, ya que la tarde había caído y supuso que lo único que tenía en mi estómago era el desayuno de esa mañana.

Acepté su invitación con una leve sonrisa al oír mi estómago rugir, y la seguí hasta el lugar en el que ya se encontraban todos reunidos para comer.

Los observé por unos instantes; Lirrel se hallaba en el extremo de la mesa, parloteando sin ser escuchado por nadie mientras tomaba un cuenco con ensalada y la servía en su plato, Chaff hablaba con mi hermano de forma animada, con una copa en su mano, Marcus oía interesado lo que el mayor le estaba diciendo, Seeder acababa de tomar asiento junto a Chaff, para sumarse sin ningún problema a la charla.

Esbocé una sonrisa de lado ante aquella postal, pero al pensar en la soledad que invadía a mi padre en ese momento, la tristeza regresó a mi. Si ninguno de sus hijos lograba ganar Los Juegos, esa soledad sería eterna.

Sacudí mi cabeza, intentando ahuyentar aquellos pensamientos, y acorté la distancia que me separaba de los demás, tomando asiento junto a Marcus.

—Al fin despiertas—dijo con una sonrisa, mientras me tendía un bollo de pan- Ten, lo guardé para ti, Chaff estaba punto de comer todos lo que quedaban.

—Ya te lo expliqué niño, debes aprovechar todo, es la única forma de quitarle algo al Capitolio— se defendió el aludido.

—Gracias— le dije a mi hermano, dedicándole una sonrisa, para luego servirme un poco de la variada comida que se encontraba sobre la mesa— ¿Qué sigue ahora?— pregunté antes de llevarme una porción de tarta a la boca.

—En cuanto lleguemos, los trasladarán a un lugar en el que se encargarán de asearlos completamente, para que así su diseñador pueda trabajar con ustedes- respondió Chaff— Una vez que estén listos, peinados, cambiados y maquillados, irán a la zona de carruajes, desde la que saldrán para el Desfile de Tributos.

—Allí serán oficialmente presentados frente a todo Panem— continuó Seeder— Es un momento crucial, ya que muchos de los patrocinadores estarán allí, y créanme cuando les digo, que los estarán observando, estarán atentos a cada uno de los tributos.

—La mayoría son muy selectivos, los tributos deben ser excepcionales y tener alguna posibilidad.

—Es por eso, que nos enfocaremos más que nada en lograr conseguir a esos patrocinadores en particular, pondremos todo nuestro empeño en las entrevistas, en las apariciones públicas, y en que logren obtener un buen puntaje.

Asentí ante sus palabras.

Todo el mundo sabía que si tenías alguna posibilidad de sobrevivir, los patrocinadores te serían de mucha ayuda, eran ellos los únicos que podrían brindarte un poco de ayuda desde fuera, ya sea con agua, comida, medicina, o cualquier cosa que te fuera útil en determinados momentos.

—Básicamente su táctica es que el público nos quiera— los miré.

—Hacer que sea imposible para los patrocinadores pasarnos por alto— continuó mi hermano.

—Así es— Lirrel se encogió de hombros.

Mi mirada y la de Marcus se conectaron durante unos segundos, luego solo nos limitamos a asentirnos levemente, aún observándonos.

—Está bien, lo haremos— dije girándome a ver a los mayores, quienes solo sonrieron ante nuestra respuesta.

Luego de aquella conversación, todo sucedió muy rápido.

Tras algunas horas más, habíamos arribado a la estación del capitolio, en la que una gran multitud de gente aguardaba eufórica. Las ropas extravagantes, los cabellos de colores llamativos, los maquillajes excesivos. Se podía notar la alegría en cada una de las personas que allí se encontraban, todos y cada uno saludaban radiantes mientras nos observaban atreves de los ventanales del tren.

Una vez que nos hicieron descender, fui trasladada un espacioso lugar, sin poder ver a donde se llevaban a Marcus.

Me despojaron de mi ropa dejándome completamente expuesta, desnuda de pies a cabeza, me recostaron sobre una fría camilla de metal, desde la que no podía hacer nada, solo se me permitía respirar, del resto se encargaron tres mujeres, quienes me lavaron, depilaron, cepillaron y peinaron.

Luego, cada una de las tres mujeres comenzaron con una labor distinta, una de ellas, de cabello rojo, ojos verdes neón, piel sumamente blanca, y vestido amarillo, se encargó de mis uñas; la segunda, de cabello azul, ojos completamente negros, piel canela y ropa del mismo azul, cepillaba nuevamente mi cabello, comentando con sus compañeras lo que podría hacer que me luzca; la última de ellas, llevaba el cabello suelto de un color rosa, sus ojos celestes y su vestido verde brillante, ella se encargaba ágilmente de maquillar mi rostro.

—¿Hace cuanto hacen esto?— pregunté luego de un rato para romper el silencio, lo cual hizo sonreír de lado a la de cabello rosa. Quien parecía ser la más joven de las tres.

—Más tiempo del que tu tienes en este mundo niña— habló la de cabello rojo, sin despegar su vista de mi mano derecha.

—Vieron pasar a muchos tributos supongo— mencioné con cautela, después de todo, no sabía como podían reaccionar.

—Así es— dijo nuevamente la pelirroja— Hemos visto a muchos.

—La mayoría de ellos solo se dedicaban a perderse en sus pensamientos, muy pocos fueron los que dijeron alguna palabra frente a nosotras— habló la peli azul, uniéndose a la charla.

Asentí ante aquellos, ya que después de todos, no sabía como responder; era más que obvio que la mayoría estarían renuentes a hablar siquiera, habían sido sacados de su hogar y se encontraban despojados de todo, frente a una posible muerte. Lo que menos les importaría era mantener una conversación.

—Me llamo Emily— hablé nuevamente tras unos segundos en silencio— Distrito 11, aunque estoy segura de que eso ya lo sabían— las observé— ¿Creen que podría saber sus nombres?, se encargarán de mi y me verán desnuda durante los días que restan, me gustaría al menos saber el nombre de las personas a las que veré durante mis posibles últimos días de vida.

Se hizo el silencio.

—Soy Onix— la pelirroja me observó por primera vez a los ojos.

—Mi nombre es Anely— dijo la peli azul, sin dejar de moldear mi cabello en sus manos.

—Y yo Kassy— habló por primera vez la chica de cabello rosa, dedicándome una sonrisa.

Asentí, para luego dejar que continuaran con su trabajo, aunque de vez en cuando intercambiábamos alguna que otra palabra a modo de conversación.

—Estás lista— dijo Onix poniéndose de pie y soltando mi mano, la cual ahora tenía una perfecta manicura— Del resto se encargará Mavery.

Me indicaron que me pusiera de pie y me señalaron un corredor.

—Puerta 11-A— indicó Kassy.

Los Juegos del Hambre: Emily #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora