Capítulo 8: Postre sangriento

117 12 9
                                    

¿Fue cosa mía o su sonrisa se tornó más traviesa al escuchar cómo me refería a ella?

—¿Y qué esperas de mi parte cuando traigas a esos cazadores suplicando piedad? —interrogó divertida y ligeramente juguetona, colocando parte de mi cabello castaño detrás de mi oreja de forma espontánea, aunque probablemente fuera totalmente intencional.

—Conocerte más y mejor, me bastaría empezar con eso —contesté sin alejarme, siendo incapaz de rechazar a aquella proximidad.

—Ajá... Creo que eso ya lo estamos haciendo. ¿De verdad que no tienes nada más en mente?

Yo sonreí impertinente y traviesa. Puede que no fuera lo único que quería, pero era una excelente forma de hacerme la interesante y picar su curiosidad.

—Cuando llegue el momento, sabré qué pedir. No te preocupes, no soy tan buena como para cazar a alguien sin esperar nada a cambio... —bromeé, bebiendo todo lo que quedaba de hidromiel en mi jarra.

—¿Así que pensabas en pedir una recompensa por salvarme? —preguntó con un carácter ofendido y falso. Le gustaba actuar o el drama, puede que ambos. Era divertida.

—No exactamente, dije que pediría una recompensa por traerlos, no por salvarte. Ni siquiera he pedido que cures la herida de mi cuello, no soy tan mala ni egoísta...

—Digamos que te creo, chica rebelde, misteriosa y con principios caballerescos —ironizó, separándose de mí para terminar su jarra igual que yo. Ya no nos quedaba nada que nos mantuviera más tiempo allí.

—Señorita Blight, si pretende burlarse de mí intente no sonar como un halago. Podría confundirme y creer lo que está diciendo, sería una lástima perder la cabeza por cánticos, leyendas y pretensiones de grandeza —murmuré sarcástica, ofreciéndole su capa antes de colocarme la mía y escoltarla hasta la salida. No pude despedirme de mi madre, parecía estar demasiado ocupada en la cocina.

—Ahora que te miro bien, definitivamente hice una buena elección al darte esa ropa... —halagó, mirándome de arriba abajo antes de sonreír y hacer que yo rascase mi nuca avergonzada. No tenía demasiado sentido sentir vergüenza con una chica de mi edad, era extraño.

—Gracias, supongo. Te acompañaré a casa —respondí, metiendo las manos en mis bolsillos— y, antes de que digas que tú eres la que debe acompañarme porque soy humana, por algo llevo capa. Si no se ven mis orejas, por complexión y altura creo que no querrían problemas conmigo, además, voy armada.

—Y yo podría matarte aquí y ahora sin dejar rastro de tu cuerpo, consumiendo tu sangre y alimentándome de tu alma... —susurró, acorralándome hasta que no tenía escapatoria posible. Sus ojos se tornaron rojos y sus colmillos aumentaron, sentía su aliento cálido contra la piel de mi cuello. Me estremecí.

Sentí sus labios en mi cuello, el escalofrío que me recorrió distaba demasiado de uno por temor, mi cuerpo aceptó cualquier acción que quiso tomar, aunque no podía abrir mis ojos. No quería caer bajo el hechizo de sus ojos de sangre, eran demasiado embaucadores, eran peligrosos... Toda su naturaleza lo era, especialmente para una humana como yo y, sin embargo, nunca me sentí más segura.

—Si quisiera, por supuesto, pero ahora mismo solo quería tratar la herida de mi mordida. Los marineros podrían pensar que estás en proceso de conversión y no querrían trabajar contigo, considéralo como un favor por adelantado —susurró lenta y pausada junto a mi oído. Disfrutaba de tenerme a su merced—. No he visto ninguna acción de defensa propia por tu parte, Lucía, creía que ibas armada.

—Incluso si hubiera querido sacar mi navaja, mis músculos no querían moverse —protesté para defenderme. No era mi culpa que por su impulsividad vampírica me convirtiese en alguien que no puede negarla. Era molesto si teníamos en cuenta mi carácter explosivo.

The Human and The Beast (Lumity Medieval AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora