Día 7 》Reglas

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Contexto: AU futuro

Izzy sabía mejor que nadie lo estricto que podía ser Hitch respecto a las reglas

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Izzy sabía mejor que nadie lo estricto que podía ser Hitch respecto a las reglas. Seguirlas al pie de la letra era casi obligatorio, y de no seguir sus instrucciones podías experimentar una horrible sensación de irresponsabilidad que solo sus miradas podían provocar.

Pero aun así tuvo que saltarse una de las más recientes que mantenían como acuerdo tras vivir juntos con tal de terminar un proyecto personal-no-tan-personal. No importándole respetar sus horarios de sueño, había tomado muchas noches prestadas para tiempo de trabajo estricto. Algunas horas no estaban de más si quería terminar con aquellas labores que requerían un buen espacio en su mente creativa y que resultarían una excelente fuente de recursos extra. Hacía feliz a alguien, y eso la hacía feliz.

Sin embargo no pasó mucho para que Hitch se diera cuenta de esto. Fue al menos una semana en la que él notaba cómo de un minuto para otro la unicornio desaparecía de su lugar en la cama, a lo que —al principio— esperaba acostado pensando que tendría alguna necesidad que la hizo levantarse. El hecho se repitió constantemente, y se percató de pequeños detalles en el comportamiento de Izzy que le hicieron sospechar que ella dormía menos horas de las que debían ser (una de esas ocasiones se resumen en imprudencias desde la cocina que lo despertaron).

Finalmente decidió que debía actuar y enfrentar su situación directamente preguntando. La noche que bajó a paso firme pero discreto hasta la sala, se desmoronó con la ilusión que vio en la mirada de su esposa. Aunque agotada, tenía una determinación poderosa que la motivaba a no descansar aun. Ella era una yegua necia a la que no importaba cuánto le insistieses, encontraría la manera de volver a lo suyo y dejarte con la palabra en la boca de maneras que solo ella podía lograr. Y vio eso desde la poquísima luz que aprovechaba para no hacer escándalo luminoso y que no la atraparan —fallando exitosamente.

En términos simples, su ternura y belleza eran un arma peligrosa.

Así que esa vez lo dejó pasar. "Seguro solo será por hoy", pensó ingenuo. Luego, se volvió a repetir. Lo volvió a dejar pasar porque durante la tarde le contó de la importancia que tenía acabar esos adornos, y no quiso interrumpirla pese a lo que le costaba asimilar su rendimiento en el día. Una tercera vez acabó con su paciencia y ya no hubo retrasos. Cuando giró adormilado al lado donde se suponía ella debía estar, notó el espacio vacío y de inmediato se paró para bajar hasta la sala de nueva cuenta.

Y la vio ahí, enfrascada en el trabajo. Juró que estaba dormida hasta antes de que él llegara y apenas se había logrado volver a despertar para continuar con lo suyo. Le daba la espalda, así que no sería sencillo ver su cara de cansancio, pero tampoco fue difícil de imaginar.

—Izzy, ¿hasta cuándo vas a seguir así?

Ella dio un brinquito asustada en su banco. —¡Hitch! Al menos avisa que estás aquí, me espantaste.

—¿Y cómo no iba a hacerlo si estás tan metida en... esto? —señaló con cierto desprecio el material. Izzy, sentada, escondió sus cascos detrás de su espalda y fingió demencia. —Sabes que no me puedes mentir, sé que has estado trabajando todas las noches y no duermes bien. No eres muy buena disimulando.

—Pff, no es para tanto —

—Sí lo es, me preocupas —interrumpió. —Duermes poco, siempre estás cansada, tus horarios están invertidos y ni siquiera duermes por el día. No te funciona seguir así, hasta Sparky está preocupado por ti.

Ella entonces observó por inercia a su escritorio arrastrado hasta la sala y al desastre que tenía en frente. Tenía un espejo cerca que reflejó unas ojeras que no había visto en mucho tiempo, y de paso los lentes que no creyó volver a retomar empero seguía portándolos. Resopló culpable, dándose cuenta de que Hitch la veía mortificado, probablemente cansado también por la hora de la madrugada a la que estaba despierto.

—Solo vamos a dormir, por favor. 

—Lamento haber roto tu regla.

No pudo enojarse con ella, siempre le había costado mostrarse duro ante la dulzura de la unicornio, y aunque consideraba ya ameritaba mostrar una postura dura por su terquedad, aflojó su enojo y lo cambió por intranquilidad severa. —Ya no pienses mucho en eso. Solo regresemos, ¿sí?

Y finalmente volvieron a la cama con toda la intención de cerrar lo que quedaba de noche juntos. Aquella regla era "no dejar que el otro rompa su ciclo de sueño".

Bueno, puede que me haya pasado un poquitín de la fecha y un poquitín de las palabras jijiji

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Bueno, puede que me haya pasado un poquitín de la fecha y un poquitín de las palabras jijiji

Tintes de azúcar | FictoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora