III

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El primer día en la librería no fue el infierno que esperé que sería. Tuve que aprender la cantidad innecesaria de géneros literarios y acomodar los estantes que habían sido vaciados. No era mucha lógica tampoco, pero me costó no ponerme a acomodarlos por tamaño o mentirle a algún cliente sobre que ese libro que pidió dejó de hacerse solo para no tener que buscarlo en la computadora.

Seungmin me saludó al mediodía y me reprochó que estuviera rayando un folleto de la tienda con la lapicera para firmar los tickets de compra. Pero había que ser realista, la tienda no destacaba por su librería; lo hacía por su cafetería.

Es más fácil levantarse por la mañana con un ojo todavía cerrado y gastar tu dinero en un café o una dona con suficiente azúcar como para entretener la insulina durante todo el día, que gastar tu desayuno de toda la semana en un libro que no va a despertarte.

Cómo adultos responsables, el ser humano tiene que tomar prioridades. Yo, por ejemplo, gasté mi primer sueldo en un conjunto para cama con almohadones incluídos de Marvel. No comí lo mejor de la cocina por meses, pero dormí con el Capitán América y eso es mucho más de lo que puedo pedir.

Del otro lado de la tienda, Felix se había convertido en mi único entretenimiento. Lo cual solo me llevaba a pensar en lo aburrida que era mi vida si un pecoso de escasas expresiones faciales podía entretenerme al menos un rato.

Su rostro era difícil de leer, creí que podría encontrarme con vários ceños fruncidos, algunas muecas enojadas, suspiros que te hacen alejarte o un movimiento brusco que va acorde con su humor, pero en su lugar, Felix se limitó a guardar silencio y hacer las cosas con aburrimiento y monotonía.

No era el entretenimiento que esperaba, pero mis ojos seguían buscándolo del otro lado de la tienda. Por competencia, supongo. Odiaría ver su rostro en el cartel de «empleado del mes».

Me pongo a jugar con los marcadores de páginas cuando descubro que algunos tienen imanes. Luego, encuentro las bandas elásticas y mi siguiente plan es ver cuánto duro antes de que me echen del trabajo. Tomo una bandita, la estiro con mis dedos, apunto a Felix, quién parece entretenido leyendo el menú de la cafetería y entonces... Suelto la banda elástica y golpeo su frente con exactitud.

Suelto un suspiro de victoria y Felix alza la mirada entre el enojo y el dolor. Oktoffee está vacío. Nadie podrá ver cómo mi compañero de trabajo me asesina. Debí pensarlo mejor.

—¿Te gusta jugar con la paciencia de las personas? —me pregunta desde detrás del mostrador. Al menos no da indicios de que saltará la mesa y me aplastará la cabeza con el libro gigante de los premios guinness que hay en la entrada.

—Me gusta jugar con tu paciencia —corrijo con una sonrisa.

—Pues te estás ganando un pase vip al infierno. ¿Te interesa?

—Cuando creo que no puedes ser más amargado, salta tu sentido del humor sarcástico y tétrico a defenderte. —Me apoyo en mi mostrador y Felix rueda los ojos.

Podría decir que ya lo agoté, que ya gané la batalla y su paciencia está en línea roja, pero así como parece ser una persona de escaso buen humor, ajena al mundo exterior y reservada en cuanto a emociones, Felix también es la persona más tranquila que he conocido y solo llevo dos días aquí.

Por la mañana, el primer cliente entró con tanta prisa que temía que fuera a desaparecer si pestañeaba más lento que de costumbre. Le pidió un café con leche y Felix le dio uno conocido como «lágrima», lo cual no es la gran diferencia, realmente. Pero para alguien que está obsesionado con un cincuenta porciento de café y otro cincuenta de leche, que haya menos café en su taza que leche es un insulto. Felix recibió bastantes reproches de su parte, pero él solo asintió y le ofreció cambiarlo sin levantar en ningún momento la voz.

Un verano amarillo - [Changlix] [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora