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La primera semana pasó tan rápido que apenas fui capaz de adaptarme. En la librería las cosas iban bien cuando la gente venía con un título en su cabeza, pero cuando me pedían opiniones me dedicaba a firmar contratos con el diablo, pues ninguna de las cosas que salían de mis labios tenían sentido. Agradecía aún no haber recibido ninguna denuncia, eso era un gran paso.

En el departamento la convivencia no era un problema, había tantos viajes entre los cuatro que ya nos sabíamos de memoria los puntos débiles de cada uno. Por ejemplo, Jisung siempre usaba dos toallas para bañarse, Hyunjin odiaba compartir jabón, Jeongin no podía dormir con la puerta abierta y yo necesitaba mantener todas las cortinas cerradas por la tarde porque odiaba el sol de verano entrando a conquistar los pocos rincones fríos de la casa.

Nos tocaba adaptarnos y eso hicimos con los años. Era comprarle un jabón personal a Hyunjin o escucharlo gritar cada vez que le tocaba bañarse. Y si hay una persona que sabe tantos insultos como países, ese es Hyunjin y su malhumor. El dúo diabólico.

Y con Felix... Podría mentir y decir que nos peleamos toda la semana, que él derramó el café en mi camisa nueva y yo, en consecuencia, le arranqué las hojas del final del libro que estaba leyendo y las arrojé al inodoro, pero estaría mintiendo; aunque sería increíble.

Estoy seguro de que inflaría sus mejillas y apretaría su ceño, y de solo imaginarlo se me hace bastante tierno.

Pero, en realidad, nos pasamos las horas del almuerzo hablando, o al menos yo lo hago y él escucha. Me escribió una lista con los escritores y escritoras más famosos de la generación actual y los más vendidos en los géneros más destacados. Yo le expliqué algunos trucos para verter el café en la taza, decorar la crema batida o hacer dibujos en la espuma.

Y aunque también metió sobres de azúcar en cada cajón, mueble e incluso en mi abrigo como si fuera algún tipo de fobia la que tengo con ella, yo también admito que adoro robarle los marcapáginas improvisados que pone en sus libros y verlo refunfuñar cuando pierde la lectura.

Al final, nuestra relación de compañeros de trabajo rivales se convirtió en un jardín para niños. Y Hyunjin no es la excepción, pues el viernes, cuando la tienda ya está en su momento de cierre, lo veo bajar las escaleras con Minho por detrás con una cara aburrida mientras le grita un par de cosas absurdas.

Me apoyo en la mesada, Felix los ignora mientras hace el cierre de caja del día y veo como Minho se detiene de golpe en medio de la tienda y le dedica una mirada de reproche a Hyunjin. El menor se calla, yo suelto una risa. Minho tiene ese poder, aunque está claro que, sí aún no le ha clavado una lapicera en el ojo a Hyunjin, la paciencia también es uno de sus dotes.

—¿Otra vez discutiendo? Es viernes, debería ser ilegal discutir el último día de la semana —digo mientras acomodo el carrito con los libros que la gente al final decidió no comprar.

—No estamos discutiendo —responde Minho con un suspiro—, porque una discusión involucra a varias personas y Hyunjin es el único que reclama cosas absurdas porque es gratis hacerlo.

—Lo admito, enojarme contigo es mi parte favorita del día. —Hyunjin entorna su mirada y Minho se la devuelve como si fueran dos niños.

—¿Y ahora que los llevó a esto? —pregunto entretenido—. ¿Uno eligió gaseosa y el otro agua? ¿Uno es team verano y el otro team invierno? ¿O ya descubriste que a Hyunjin no le gusta el género terror en las películas y decidiste enfrentarlo? Porque merece que alguien lo enfrente, la verdad.

Hyunjin rueda los ojos. Felix mira la escena en silencio desde el otro lado de la tienda.

—No, le dije que tengo ascendencia coreana —responde Minho y yo me quedo esperando el remate, pero no llega.

Un verano amarillo - [Changlix] [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora