Bajo el mismo techo.

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Aiden.

Nueva Orleans - 8:15 PM.

Terminó de exhalar el humo que tienen mis pulmones, fumar marihuana no es de las cosas más sanas que hago, pero si uno de mis mejores pasatiempos.

Miro como el humo sale y se dispersa en el aire, mi cabeza es tranquila y Serena. Mis pies tocan el césped y el viento me dispersa el cabello.

Me gusta estar aquí.

La casa de mis padres es algo que ocupe apenas tuve 18 años, mamá nunca quiso separarse de mi abuela, sin embargo ahora que la abuela ha muerto creo que volveré a vivir con ella.

Para ella ha sido duro.

Vivir solo es algo que anhelaba desde que tenía 16, por fin ahora lo hago, bueno, vivir con Eithan es como hacerlo solo, el tenía su mierda y yo la mía, nos saludabamos de vez en cuando o salíamos a fiestas.

El problema es que su familia vivirá con nosotros.

No quiero ni a mi tía aquí, ni mucho menos a Isabella aquí, no quisiera ni a mi mamá aquí.

Pero mi madre lo ha dedicidido es una casa grande y hay espacio, pero el problema es que no quiero compartirlo. Escucho la melodia de la música en mis oídos y canto mientras le doy calada tras calada a mi porro.

No soy consiente cuando la luz de la cocina es encendida o cuando quito la música de mis oídos para escuchar voces.

Mi madre.

Doy la última calada para envolver el porro en un pedazo de papel, limpio mis pantalones y me ubico en el otro extremo del jardín.

En la sombra, no me verían ahí.

No quería saludar a alguien y mucho menos tener contacto, me sentía bien aquí, estaba tranquilo y me sentía en las nubes, todo era más vivo.

Sigo escuchando la música, hasta que escucho una voz llamarme.

- ¿Aiden? - pronuncia su voz cauta.

Isabella.

Mi otro dolor de cabeza, no puedo explicar lo mucho que me sorprendió verla, cambio mucho desde la última vez que la vi.

Su cabello oscuro hasta la cintura, sus ojos violeta seguían brillando como nunca, estaba alta y había bajado de peso.

Claro que lo había hecho.

No quedaba nada de la chica regordeta que alguna vez fue, no es delgada pero claro que las caderas se le ajustaban a los jeans, su cintura era a la medida, sus piernas tonificadas y ese culo redondo y grande que tenía.

Se había vuelto una mujer.

La miró desde la oscuridad y luce cohibida a sí llamarme de nuevo o no. Pone su cabello detrás de su oreja y sus ojos escudriñan el jardín. El cabello le ondea por el viento y ese jean de cuero se le ajusta perfecto, me tomo el tiempo para volver a detallar a mi prima.

El suéter que lleva no es suyo, es del niñato ese con el que estaba hoy.

Tenía novio.

Así era, Isabella habia conseguido un novio, un niño de primera pero en su mirada podía ver que la quería, la miraba con adoración, como si ella fuera su cosa más preciada.

Sabía perfectamente eso, porque así me miraba ella cuando éramos unos niños.

No podía olvidar su mirada y el como me miraba como si fuera un tesoro, muy diferente a como me miró hoy, su mirada era desconfiada y casi alejándome.

En el odio de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora