2. EL YATE

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Alicia Núñez había conocido a muchas personas en su corta vida, pero pocas a las que nada les importara. Personas para las que la justicia no representaba una amenaza y que operaban al margen de la ley; elementos intocables, que, sin razón o motivo, siempre salían airosos de cualquier malentendido.

Personas como Johannes Malatesta, el mejor amigo de Leo. Hablar de él era sinónimo de locura. Pero una locura muy bien encaminada.

Johannes era un loco al que le iba muy bien en todo lo que emprendía. Tenía tanta suerte en los juegos y en los negocios que algunos se atrevían a afirmar que había algún sortilegio de por medio.

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Las luces del hotel estaban encendidas. Eran color rojo, verde, amarillo, un anaranjado horrible, azul y blanco. Se podían observar desde la playa, ubicada a menos de cien metros del hotel; las luces giraban en círculos que se tornaban borrosos y se confundían con el compás de la música, cuyo volumen, se encontraba varios pasos encima de lo decente.

El hotel era gigante y su diseño era una extraña mezcla entre rústico y moderno: tenía un lobby amplio, chalets y bungalós de madera con techos de paja, todos con aire acondicionado, televisión por cable y wifi. Eso y ventanales minuciosamente pensados para dejar que la brisa marítima recorriera los pasillos y las áreas sociales.

Cada uno de los servicios mencionados por módicas sumas de dinero, que junto a la brisa marítima también arrastraban un olor a gato encerrado. Pero, nadie parecía estar investigando el caso. Nadie molestaba a la familia de Malatesta.

El hotel se llamaba El Bonyovi, porque el difunto Ernesto Malatesta, padre de Johannes, era claramente fanático del cantante de rock. De Bon Jovi, Johannes sólo conocía it's my life y a pesar de que no fuese de su generación ni tampoco de su agrado, conservó el nombre en honor a su padre y a su pereza.

El hotel ya no era el pequeño hostal playero de sus inicios, célebre entre los surfistas que venían a las playas y buscaban sitios baratos, limpios, bonitos y sobre todo amigables con el medio ambiente, para quedarse una noche o dos. Ahora, era un paraíso artificial, en medio de una naturaleza cada vez más hostil.

Al igual que Alicia, Johannes también había perdido a su papá. Ocurrió cuando Johannes tenía once años. Pero Ernesto Malatesta no murió de cáncer, sino de una bala de plomo alojada entre los ojos.

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La mañana del 31 de diciembre, Johannes decidió que no tenía intención alguna de celebrar el año nuevo, porque no compartía la misma noción del tiempo que los demás. Pero lo llamaron tres o cuatro personas pidiéndole que hiciera una fiesta en su yate, quejándose de que la estaban pasando muy mal, encerrados en sus casas, llenos de mascarillas, botellas de alcohol desinfectante y alegando que estaban reacios a celebrar el fin de año en una fiesta cualquiera. Una de esas personas fue Leo Jiménez.

Alicia sabía que Johannes era contratista en la empresa constructora del Sr. Jiménez. Sí, él también era empleado de su suegro, en otra de sus tantas líneas de negocio. El señor Jiménez era una especie de pulpo gigante cuyos tentáculos movían muchas cosas que ella probablemente ignoraba.

Johannes recibió a todos en el lobby del hotel Bonyovi. Era famoso en sus redes sociales por lucir siempre una frondosa barba, pero esa tarde se mostró completamente distinto para sorpresa de todos. Corte de pelo nuevo, afeitado y con muchos años menos; casi casi como un pela'o.

Presentó a Leo y Alicia a diferentes invitados, cuya mayoría, iba desfilando en trajes de baño.

—Vengan, vengan —les decía. Quítenme esas caras de asustados. Dios está con nosotros y vamos a divertirnos como Él manda.

Leo y AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora