Lucerys Velarys y Aemond Targaryen

Borracho

Un borracho Lucerys Velaryon se encuentra con su tío Aemond en el pasillo, terminan besándose.

El ruido de la multitud lo marea, con pasos inestables busca a su hermano mayor, no tarda mucho tiempo en encontrarlo, lo encuentra justo a su tío, parpadea un par de veces mirando a su hermano y su tío besarse entre una de las esquinas del palacio, con el cerebro confuso Lucerys, se aparta por otro camino, sin tener tiempo para pensar otras cosas en la situación de su hermano y su tío Aegon no tiene suficiente capacidad en este momento para pensar en algo más, entre tropezones chocó con alguien, su mirada borrosa solo puede reconocer el blanquecino cabello de su familia materna, inestable abraza a la persona en frente de él, la calidez del cuerpo ajeno lo hace suspirar de satisfacción, abraza con más fuerza la cintura del otro escucha un gemido de dolor proveniente de la otra persona

—¡Bastardo, apártate! — Lucerys mira con una sonrisa hacia arriba, abraza con más fuerza a la persona en sus brazos, su calidez lo embriaga

—¡DEJA DE ABRAZARME! — la persona trata de apartarlo sin éxito, entre forcejeo termina en el piso encima de la otra persona que parece tan borracha como él, trata de mirar a la persona debajo de él, alguna gran característica que su mente confusa pueda reconocer inmediatamente, el zafiro en la cuenca de un ojo brilla con intensidad a la luz de las velas, en algún lugar de su mente sabe que este es Aemond, pero lamentablemente su mente está tan confusa que no puede ni reconocer a su madre delante de él, con la mente en otro lado Lucerys se pregunta si la persona que vio anteriormente era realmente su hermano con Aegon o solo su mente confusa jugándole una mala pasada, con la cabeza en el pecho de Aemond siente su corazón palpitar rítmicamente, invitándolo a dormir con los ojos pesados, el sueño lo invadió tratando de llegar a sus brazos,

—te pareces a mi tío—

Murmura lentamente, sus ojos se encuentran con el único ojo de Aemond, ve como la pestaña bajan lentamente tratando de entender sus palabras

—Tienes la cara de perro de Lucerys— con una sonrisa en los labios ve al otro hombre en el piso, con mala cara trata de tirar al hombre debajo de él

—Pareces una perra debajo de mí— con sorna responde, su mirada baja a los finos labios que lo invitan a besarlos, baja la cabeza justo cuando la otra persona iba a hablar y lo besa obligándolo a tragarse sus palabras, sabía a vino del bueno, embriagado por su sabor, sus manos empieza a recorrer el cuerpo ajeno, en su cabello siente manos tirando con fuerza su cabello, gime de dolor una lengua entra en su boca, lucha ferozmente con el invasor en su boca, mete sus manos con urgencia debajo de la ropa de Aemond sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos, una de sus manos se aventuraba a la parte baja del príncipe tuerto.

—Mis príncipes... — una suave voz interrumpe a ambos hombres que miran a la sirvienta, con el rostro sonrojado, la mujer los ve en el suelo con la ropa desordenada y los labios húmedos por los besos compartidos

—No es apropiado... Hacer este tipo de actividades en el pasillo— con pasos rápidos se aleja de ambos príncipes

—¡Lucerys! — la voz de Jacaerys, suena por el pasillo vacío, mira la dirección de donde proviene la voz siendo capaz de solo ver como una mancha que se acerca rápidamente, sin importarle trata de besar nuevamente esos labios embriagadores, es levantado de forma brusca de ese cuerpo cálido, ve la cara preocupada de su hermano, trata de luchar en su agarre, para volver a sentir esos labios contra los suyos, su hermano se lo llega a rastras, lejos de ese cuerpo cálido que con su calidez embriagaba sus sentidos, con tristeza mira la mancha de cabellos blancos que dejo atrás

—¡Repitamos esto otro día precioso! — grita con alegría en su voz, típica de un borracho

—¡Nunca en tu vida Bastardo! — lo último que vio fue a Aemond salir corriendo del pasillo, vio como su figura se perdió de su vista borrosa.

—cuando estés sobrio te vas a arrepentir de esto Lucerys— su hermano le habla, pero ya no es capaz de escucharlo, el sueño lo envuelve en sus brazos dejándolo en la completa inconsciencia