La Sombra de la Pasión.

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Final
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Final

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Helaena observaba a su pequeño hijo, Jaehaerys jugando con su melliza, Jaehaera. Más bien parecía molestarla, desde hacía una semana Aemond le había traído una pequeña espada de madera con la que podía entrenar. Él mismo le había enseñado como golpear pero el niño la usaba con todo el mundo.

“Jaerys, deja eso por un momento.” —cargó a su hijo regañándole.— “no puedes golpear a cualquiera con eso.”

“Deja que entrene.”

Aemond apareció acariciándole la cabeza a la pequeña princesa Jaehaera que le sonrió.

“No entrena, está golpeando a todos.”

“Quizás se lo merezcan.”

“¡Aemond!”

“No puedes hacer que tu...” —Helaena bajó el volumen de su voz.— “que tu hijo sea un mini-tú.”

“¿Por qué no? Es mi hijo.”

“También mío.”

“Ya lo sé, estaba allí cuando te lo hice.”

Aemond la abrazó por el lado aún cargando al niño.

“No me abraces así, ni aquí. Podría aparecer un criada y vernos.”

“Tsk.” —la soltó maldiciendo.— “esta noche no te libras.”

Dejó al pequeño en el suelo y él volvió a golpear de nuevo a su hermana. Esta pequeña se resguardo detras de Aemond y este sin dudarlo la protegió.

“¿Quién se atreve a molestar a mi princesa?”

Jaehaerys salió corriendo riéndose de su tío por no agarrarlo.

Helaena sonrió tontamente al verlos jugar juntos.

En las apariencias no eran nada más que hermanos, en las sombras, eran la pasión viva, los padres enamorados, los esposos gruñones. Y eso era lo que importaba.

“¿En qué piensas?”

Aemond la abrazó desde atrás y ella se apoyó en él poniendo las manos sobre las de él que se encontraban en su barriga.

“En como follarte esta noche.” —le susurró dándose la vuelta.—

“Será como voy a follarte yo.”

Antes de que pudieran seguir tocándose, alguien entró por la puerta.

“¿Cómo están mi pequeños?”

Su madre Alicent cargo al bebé que descansaba en la cuna.

Helaena encontró una escusa para salir de la habitación de los niños y esperó que él la siguiera.

Apoyada en la pared lo vio seguir hacia adelante, lo siguió y lo abrazó desde atrás.

“¿A dónde vas, príncipe?”

“A encontrarme con mi hermosa princesa.”

Aemond se dio la vuelta cargándola por los muslos y comenzó a andar hacia su habitación con ella en brazos.

Cuando cerró la puerta tras de sí, la tocó apartando los ropajes, sin quitárselos, y cuando la sintió húmeda, se sacó la verga para penetrarla aún de pie.

“Aemond.”

Helaena se abrazó a su cuello dando saltos encima de su verga.

“Helaena.”

Sus embestidas se volvieron más rápidas sintiendo su clímax cerca.

“Me vengo.”

Al escucharlo decir eso con su voz ronca por el placer, se vino agarrándose fuertemente a sus hombros para no caerse. Su cuerpo temblaba y si no fuera por el agarre del príncipe en sus piernas, se habría caído al suelo, hacia atrás por el placer.

“Sh, te tengo.” —Aemond la soltó sobre la cama suavemente.—

“Aemond.”

Lo llamó para que no la dejara, y él apareció por el otro lado de la cama.

“Estoy aquí, mi amor.”

Él se tumbó a su lado dejando que Helaena lo abrazara.

Nunca hubieran pensado que estarían tan felices juntos. Cuando su madre les negó su matrimonio, sus mundos se vinieron abajo pero ambos supieron permanecer juntos con sus altibajos y no cambiarían nada mientras siguieran así de felices.

“¿Quieres seguir practicando? ¿O quieres leer algo más de tu libro ese del sexo?”

Levanto la mirada viéndolo como si estuviera loco.

“¿Tú cómo sabes de ese libro?”

Aemond se giró agachándose para cogerlo debajo de la cama.

“¿Cómo sabes que estaba ahí eso?”

Le quitó el libro dándole un manotazo.

“Paso más tiempo aquí que en mi habitación. ¿Cómo no iba a verlo?”

“¡Ay dios! Olvídate de él.”

Helaena se levantó guardándolo en el fondo del armario.

“¿Por qué? Podemos seguir usándolo.”

“¡Callate!”

Se puso a su lado de rodillas golpeándolo.

“Era mi libro, no tenías derecho a leerlo.”

Aemond le agarró las manos y la tumbó colocándose encima de ella.

“Pero usabas ese libro en mi, ¿no es cierto?”

Vio esa sonrisa arrogante en su rostro y comenzó a mover las piernas para apartarlo, incapaz de mirarle.

“Ah, ¡callate!”

“¿Por qué te pones así? Es un detalle que pienses así de mi, te amo tanto.”

Aemond comenzó a darle besos por toda la cara y ella se rió suavemente cuando la soltó y le besó el cuello.

“Si, yo también, ocupa-habitaciones.”

“Oh, te encanta que ocupe tu habitación.”

No se lo pudo negar, así que hicieron de nuevo el amor entre risas y felices por el placer que se daban el uno al otro con algo tan simple como estando juntos.

Fin.

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Historia de mi autoría, basada en personajes de Fuego y Sangre de George RR Martin. ¡No se permite su copia y/o adaptación!

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