Shang Qinghua no era una persona optimista, nunca lo había sido y sospechaba que ese no era el momento para empezar.
Conocía su propia situación mejor que la de cualquier otra persona en el mundo y no estaba dispuesto a pensar que todo podría salir bien solo porque su estúpido cerebro no había sabido identificar entre lo que era bueno y lo que no lo era.
Era un continua pelea consigo mismo, donde su corteza prefrontal culpaba a la amígdala por su imprudencia y de paso, al hipotálamo por haberla ayudado en ese chiste de mal gusto. Objetivamente hablando, Shang Qinghua estaba del lado de su corteza prefrontal.
Quizá por eso, cuando unos días más tarde vio a Mobei, lo odió.
Sus ojos café recorrieron toda su impoluta figura con desagrado. El hombre traía puestos unos zapatos negros con un diseño exquisito, en algunas zonas era de charol y donde no lo era, estaba lustrado hasta el punto en que Shang Qinghua sabía que su cara se veía reflejada. Cuando Mobei se levantaba o se sentaba, alcanzaba a ver unos calcetines oscuros que combinaban con el costoso pantalón de alta costura negro que vestía, el cual tenía unos pequeños adornos hechos a mano con hilo negro a la altura del dobladillo que apenas se alcanzaban a ver, pero una vez se los localizaba, era casi imposible pasarlos desapercibidos por más tiempo.
Por si no fuera poco, un bonito cinturón del mismo color que el pantalón adornaba su cadera, lo único que lo resaltaba era una hebilla plateada, simple y sencilla. Pero por alguna razón, esa hebilla se veía elegante y sofisticada proviniendo de una persona como él, junto con una camisa blanca, que en general parecía formar parte de la vestimenta habitual de Mobei, tenía los primeros botones desabrochados, revelando una piel tan blanca y pura que claramente, la camisa no podía igualar. Hasta parecía que el blanco de la prenda era más oscuro y sucio que la piel de Mobei. Shang Qinghua lo odió más por eso.
Desde que se habían conocido, Qinghua nunca lo había visto con corbata, sentía que se le vería muy formal, como a un buen ejecutivo que es responsable. Joder, Mobei se vería tan bien y caliente incluso si llevara puesto un costal.Pero eso no quitaba de ninguna forma que la camisa con los primeros botones sueltos le diera un aire provocativo y sensual que Qinghua tuvo que admitir que tenía cierto poder sobre él.
Gruñó en voz baja.
¿Cómo podría alguien no odiar a una persona tan bien vestida como Mobei, el cual, por cierto, siempre hablaba con cierto tono que recalcaba su superioridad ante todos? ¿Cómo podría ese hombre ser objeto de las más bajas fantasías que atacaban sin piedad alguna la mente y cuerpo de alguien tan indefenso como Qinghua, las que incluso crecían entre más veía a Mobei?
¿Cómo podría alguien de la edad y calibre del famoso Shang Qinghua salivar como estúpido perro al ver a otro hombre?
Y, sin embargo, lo hacía.
Solo por eso, la cuenta de odio de Qinghua hacia Mobei aumentó.
Pero fue olvidada cuando esas manos que tenían cinco perfectos dedos cada una, se dirigieron a su cuello para acomodar la camisa que debido al fuerte aire de la terraza se había desacomodado. Los dedos eran largos y delgados, las articulaciones sobresalían con cada pequeño movimiento; las venas verdes se podían apreciar por debajo de la piel, gruesas y kilométricas, palpitantes y sensuales. La boca de perro de Shang Qinghua volvió a salivar.
La entrepierna de depravado de Qinghua se estremeció.
El epítome de la belleza y la principal razón de su odio, era la cara de Mobei. Tenía el flequillo algo despeinado por el fuerte viento que hacía, el cual, no se molestaba en acomodar y lo dejaba vagar por la amplia frente y las pobladas cejas obscuras. Sus ojos miraban a la persona junto a él con superioridad innata, asintiendo con la cabeza y abriendo esa tacaña boca suya que apenas decía unas cuantas palabras.
Shang Qinghua se relamió los labios y ajustó los binoculares para ver más de cerca los gestos de molestia disimulada de Mobei.
Luce como el premio mayor, pensó Qinghua. Ese que solo se anuncia por televisión o en exclusivas reuniones de la élite, por el que cualquier persona pelearía con uñas y dientes para poder echarle un vistazo, Mobei lucía así.
-Pero es mío. - murmuró contra el concreto de la azotea de edifico donde Shang Qinghua estaba recostado y nadie podía oírlo.
Suspiró y esperó la señal que Mobei dijo que le daría, mientras eso pasaba, repasó en su mente las razones por las que debería odiar a ese Dios griego que le hablaba a un vagabundo con ropa de diseñador y barba de chivo.
Incluso parecía que la belleza de Mobei crecía estando alrededor de ese viejo apestoso.
Entonces, lo vio, Mobei alzó la mano derecha y se acomodó el cabello detrás de la oreja. Shang Qinghua tenía que decir que era una señal muy discreta y también sugería otras cosas, vio como el hombre a su lado siguió el movimiento de su cuerpo y después se aclaró la garganta, dada la terrible distancia, no podía escuchar nada pero estaba seguro de que el viejo había alagado la apariencia de Mobei, la repentina inclinación de su cuerpo obeso y el ademán de su mano, se lo afirmaba.
Retiró los binoculares militares y tomó el francotirador. Lo ajustó con precisión para que apuntara directo a su objetivo y cuando estuvo completamente seguro de eso, abrió la mirilla y confirmó. Tenía que ser muy rápido porque el reflejo del sol podía jugar en su contra, así que no lo pensó más y apretó el gatillo.
A lo lejos se escuchó una sutil ráfaga de viento, producto del silenciador impactando en el cráneo del hombre y haciéndolo caer sobre su costado. Los guardias de seguridad se pusieron histéricos cuando vieron como su infalible sistema de seguridad, había fracasado.
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El novelista y el astrofísico [MoShang][Completa].
FanficEn la realidad donde Shang Qinghua es un habilidoso hombre en el arte de la virtualidad y Mobei un sicario conocido por su letalidad; se dan cuenta que comparten el desdichado destino de encontrarse una y otra vez. No están felices con ello, pero si...