Capítulo 9. Concupiscencia

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La apariencia de la casa no era muy diferente a como la recordaba, grandes portones, inmensos jardines, estructuras firmes y potentes, sirvientes por doquier, más que suficiente para hacer ver a los demás que la familia que vivía ahí, no eran personas con quien jugar.

Las puertas de la mansión se abrieron con un aire glorioso y Shang Qinghua condujo hasta llegar a la entrada principal. Ahí lo esperaba un hombre de unos sesenta y tantos años, tenía el cabello entre negro y platinado, un traje muy elegante y un par de guantes blancos: era el mayordomo.

También era la persona con quien tenía más recuerdos por parte de la servidumbre, bajó del auto y le sonrío con amabilidad.

-Señor Cho, ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos la última vez. Recuerdo haberle dicho que era bienvenido en mi casa. -bromeó con los nervios a flor de piel, el señor Cho sonrío también con las arrugar estirándose y contrayéndose. Le hizo una venia y le tendió la mano como invitación a que le entregara las llaves del auto.

Lo cual, era lo común, cuando vivía en esa casa era parte de su rutina darle las llaves, pero con tantas cosas que habían pasado, Shang Qinghua se sintió renuente a hacerlo.

-Joven Qinghua, lo hemos estado esperando. -dijo a modo de saludo y Shang Qinghua entendió que incluso con las llaves de su carro, no podría hacer mucho con toda la vigilancia que tenía la mansión. Suspiró y le entregó las llaves.

El señor Cho asintió como si estuviera satisfecho con su poca resistencia.

-¿Sabe qué me espera dentro? – preguntó mientras se adentraban por el vestíbulo y se topaban con dos hombres como gorilas que lo empezaron a registrar de pies a cabeza. El mayordomo murmuró algo así como que era el nuevo protocolo de la casa.

Su pistola, su navaja, sus cigarros y su encendedor fueron decomisados. Shang Qinghua no esperaba menos de Liu Mingyan y de hecho, le habría parecido estúpido de su parte que antes de entrar a verla no lo hubieran registrado.

No sentía afecto por la casa ni por las prácticas que ahí se llevaban, siempre se consideró indiferente a ese hecho porque de alguna u otra forma sabía que esa no era su familia. Incluso cuando era un adolescente sabía que no podía confiar en ellos para muchas cosas, si su propio padre fue capaz de tal brutalidad solo por enterarse del desliz de su madre, ¿de qué serían capaces unos desconocidos que le daban de comer todos los días?

A finales de su infancia aprendió una o dos cosas que le salvaron el pellejo en varias ocasiones.

Eso no quitaba, por supuesto, que no estuviera agradecido con el clan Liu por haberle dado cobijo, por proporcionarle armas más eficaces que una pistola y por siempre impulsarlo a acabar la universidad, lo que en realidad había sido el sueño de su madre. El día de su graduación, mientras el rector decía algunas palabras y todos los estudiantes morían de nervios y satisfacción, Shang Qinghua pensó que su mamá debería estar muy feliz por ver a su hijo vestido en esa toga.

En aquel entonces creyó que eso era la único que valía destacar de su vida y de su pronta iniciación al mundo del narcotráfico, lo único de lo que su madre podía sentirse orgullosa.

Ahora, creía que ese día también era digno de ser conmemorado, había vivido bastante bien para haber sido un bastardo.

Los gorilas lo dejaron pasar y el señor Cho lo guío a la oficina de Liu Mingyan, en el camino Shang Qinghua tuvo la sensación de que el señor Cho quería decirle algo, de vez en cuando abría la boca y suspiraba como si lo que sea que fuera a decir no tuviera sentido de ser, otras cuantas se giraba a verlo con una expresión angustiada que terminaba siendo un meneo de cabeza y una mayor velocidad en los pasos.

El novelista y el astrofísico  [MoShang][Completa].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora