Los días que le siguieron fueron, en palabras de alguien tan poco explícito como Mobei, agradables.
No invitó a Shang Qinghua a pasar la noche con él, tampoco a que prácticamente se mudara a la mansión y mucho menos dejar que el hombre supiera que eran los únicos seres vivientes en aquella casona y en algunos cuantos kilómetros alrededor. No lo hizo. Maldito fuera si alguna vez lo pensó. Pero de todas formas, pasó. ¿Por qué? Porque Shang Qinghua no estaba dispuesto a dejar solo a Mobei, cuando se enteró que vivía como ermitaño en aquel valle sin casas aledañas, puso el grito en el cielo y corrió a su propia casa a arreglar unos asuntos, por un efímero e ingenuo segundo, Mobei pensó que Shang Qinghua había hecho tanto escándalo para nada y que lo más seguro es que no se volverían a ver hasta un par de días después, como acostumbraban a hacerlo. Grande fue su sorpresa cuando saliendo del portón de su casa con su Maserati rojo se topó de lleno con un carro del mismo color, solo que unas cuantas décadas más viejo y, posiblemente, ya a punto de ser considerado chatarra.
El rechinido se llantas debió haberse escuchado hasta la casa vecina, considerando que esa supuesta casa estaba a casi cuarenta kilómetros y que en realidad, nadie vivía ahí. Poco faltó para que el increíble Maserati estampara su estética cara contra el cofre mallugado. Mobei desde la comodidad de su auto abrió los ojos con un asombro poco usual de él, así como sus labios se despegaron un poco ante la imagen de Shang Qinghua riéndose como desquiciado. Bastardo.
-¡Mobei, abre paso a tu futuro esposo!
Maldito bastardo.
-¡Me mudo contigo!
Hombre sin principios ni valores.
-¿No estás feliz, cariño?
Desgraciado perro maloliente.
Mobei puso la reversa y dejó entrar la chatarra de Shang Qinghua al terreno.
Con agradable Mobei se refería a que los días habían sido más calmados en los negocios que le tocaba hacer, los peces pequeños que tenía que matar no eran siquiera dignos de la enferma cantidad de dinero que recibía a cambio, por otro lado, a la hora de cobrar no ponía ni una sola queja y solía decir todo lo que sus clientes querían escuchar. Por ese pequeño detalle recibía uno o dos ceros más a la cuenta, lo que hacía felices a todos y a su vez, su nombre era distribuido entre las élites como un exterminador muy capaz.
Los viejos con bolsillos pesados se sonreían entre sí mientras que guardaban en su memoria con cierto desdén el nombre, como si no fueran a llamar al cabo de unas semanas requiriendo sus servicios.
Un caso diferente se contaba en la mansión, Shang Qinghua desesperado por no tener cocinero se arremangó el gigante suéter que no le pertenecía y decidió entrar a la cocina, tardó media hora revisando los estantes, la alacena y el refrigerador. Sacó todo tipo de cosas que poca relación tenían y las apiló en la mesa auxiliar, frunció el ceño. Quien quiera que viera la escena pensaría que el hombre tenía mucha habilidad y destreza en el arte de la cocina, sobre todo cuando con toda confianza agarraba los frascos y los vaciaba en la sartén caliente. No dudaba ni por error de que lo que sea que estuviera haciendo, estuviera mal. No parecía que ese pensamiento rondara en su cabeza.
Las señoras quedarían deslumbradas por la seriedad de ese joven y serían susceptibles a pensar que todo lo que habían cocinado hasta hoy, era incorrecto. Ese hechizo no se rompía hasta que el plato rebosante de comida se ponía enfrente del primer y único comensal, quien con la cara estoica agarraba el utensilio y en lo que daba las gracias y se ponía la servilleta, trataba de descifrar el tipo de veneno que le era servido y cuán mortal era.
-¿Cómo es llamado este platillo? No recuerdo haberlo visto antes.
-Oh, eso es porque lo acabo de inventar. -Shang Qinghua dijo con orgullo, se sirvió un plato para sí y se sentó al lado de Mobei. Ninguno se molestó en sugerir comer en el gran comedor, sino que empezaron a comer en una mesa pequeña que sería suficiente para cuatro personas y aun así estaría un poco apretados. Para ellos era suficiente.- Anda, come, son fideos con salsa de cebolla y pepinillos frescos con algo de mayonesa, lo de tu derecha es un filete marinado en miel y hojas de limón con un puré de papas.
El dichoso puré de papas fue bautizado con un nombre apetitoso, la realidad era que nunca, ni siquiera en los sueños más salvajes de Mobei, se atrevería a verle esa forma a la plasta café y amarilla que lucía como si tuviera vida propia. El estómago de Mobei se retorció y rugió ante la vista, quizá como adelanto de lo que sería la molestia de digerir eso.
Para los oídos de Qinghua fue como escuchar que su comida fue bendecida por el apetito voraz de Mobei. Sus ojos se iluminaron y sonrió como si estuviera esperando esa respuesta hace mucho.
Mobei despegó la vista de su comida y miró a Qinghua, suspiró, agarró los palillos con más fuerza y los enredó en los fideos bañados en cebolla. Eran espantosamente blancos y rígidos.
Ganas de escupir la comida y vomitar la hasta que no quedara nada, no le faltaron. Asintió en silencio y volvió a juntar los fideos.
-Son muy buenos, la próxima vez deberías intentar dejarlos cocer por más tiempo. - opinó con cara sería y las mejillas llenas.
La cara de Shang Qinghua se iluminó como si el sol le estuviera haciendo el favor, asintió con fuerza y empezó a comer su propia comida.
-Están un poco crudos, lo tengo. -murmuró mientras devoraba todo a su paso.
No era común en Mobei comer algo que no le gustara o que no era de buena calidad, incluso si él no había visto el procedimiento de la comida, sin duda alguna no lo comería. Pero esa vez comió todo, mientras lo hacía le daba consejos a Shang Qinghua sobre lo que debería o no hacer para el otro día, dado que él mismo era un experto en la cocina se podía permitir el lujo de criticar y elogiar las osadas combinaciones de Shang Qinghua, quien no osó no tener en cuenta todo lo que Mobei le decía, lo anotó con mucha seriedad en su cabeza.
-El puré de papas está bien, tiene buena consistencia pero algunas están un poco quemadas y otras están crudas, trata de usar la olla de presión y contar no más de diez minutos desde que empieza a hervir.
Shang Qinghua desvío la mirada con el ceño fruncido, parecía estar resolviendo un gran problema en su cabeza.
-Tiene sentido, las intenté cocer en el microondas.
-... -Mobei tragó bien su pepinillo antes de decir. -No es recomendable usar demasiado el microondas, opta por la estufa o el horno de pared.
Asintió embelesado en sus pensamientos, recogió con los palillos los fideos y los sorbió con la mirada pérdida. Mobei pensó que tal vez había sido demasiado duro con sus comentarios, había tratado de ser amable y elogiar antes de criticar pero al ver la expresión de Qinghua sintió un tirón en el estómago. Dudaba si se trataba por la comida o por la culpa.
Estuvo a punto de disculparse o elogiar más.
-Para este punto deberías saber algo de mi pasado, así que no explicaré demasiado de ello, solo quería decir que mi mamá antes de morir me enseñó a cocinar, nunca pensé que podía necesitar sus conocimientos, así que no le ponía atención. Me divertía probando todo lo que cocinaba y agregando especias sin que ella se diera cuenta, supongo que ese antiguo hábito mío no se ha perdido. -bromeó y miró a Mobei. -Es tu responsabilidad retomar el camino que ella dejó, así que esfuérzate, soy difícil de tratar.
De algún modo Mobei se las ingenió para llegar temprano todos los días, por lo menos antes del atardecer. Para esa hora, Shang Qinghua también había regresado de hacer negocios, procuraba no hacerle saber a nadie y tampoco dejar pistas que ya no vivía donde solía, para ello se tomaba muchas molestias que lo dejaban estresado y sin ganas de hacer nada más que manejar hasta la residencia. Aun así, lo valía cuando veía a Mobei con varias bolsas de papel llenas de despensa e ideas para improvisar.
Se volvió algo así como rutina, quizá lo único a destacar de eso eran los resultados de sus improvisaciones. Algunas veces, Mobei guiaba a Shang Qinghua para hacer platillos que eran originales de su lugar de nacimiento, ahí fue también cuando Qinghua se enteró que Mobei no era chino, por lo menos no uno de sangre pura. Era mestizo. Su madre era una mujer rusa albina que había escapado de la furia de su padre, fue un día de invierno cuando llegó a tropezones y con múltiples heridas a la aldea más cercana de la frontera China, se encontró con un apuesto hombre de traje costoso que la acogió como un perro moribundo. Su padre, en palabras del tío de Mobei, era un hombre débil y sentimental que se vio cegado por la belleza ajena. Del mismo modo, se dice que por esa misma debilidad fue incapaz de escoger a su familia, a la real, a la que lo había visto en pañales y lo había amamantado; el padre de Mobei en un momento de suma presión, escogió a esa mujer junto con su cría. Entonces, ambos adultos murieron masacrados en medio de la guerra de mafias, dejando a un niño de diez años, testarudo y estoico que fue adoptado y criado por el hermano del padre.
Shang Qinghua escuchó la historia resumida de su infancia y con una sonrisa, lo animó a que le compartiera todas las recetas de comida rusa que su madre había dejado anotadas en una libreta que solo existía en la memoria de Mobei.
No fue difícil replicarlas, así como tampoco lo fue encontrarse con Mobei apoyado en la encimera con una sonrisa en los ojos mientras veía a Shang Qinghua llevarse el dedo a la boca porque había olvidado que la sartén estaba caliente, en el proceso tiró el cucharón de la olla contigua y terminó ensuciando el piso, el cual claramente tendría que limpiar dada la escasez de personal en la mansión.
Había otras ocasiones en las que Shang Qinghua era intrépido y osado, por lo menos más de lo normal, en esos días insistía en experimentar y hacer volar la casa. Fue bastante bueno que Mobei estuviera ahí en todo momento, de lo contrario tendría que empezar a buscar una nueva vivienda y justificar la razón por la que su casa había sufrido un aparatoso accidente, específicamente en la cocina, sin mencionar al verdadero culpable y el fin del incendio. Un verdadero reto, en opinión de Mobei. Pero se logró y fueron capaces de ingerir alimentos no dañinos y de hecho, comestibles.
Quizá lo más rescatable de ese pacifico periodo de tres meses fue un suceso que ocurrió en la noche, sin embargo, no se enteraron de él hasta casi una semana después, cuando se decidió que el periódico local y nacional fueran impresos con la cara de Luo BingHe en la primera plana, seguido de un sombrío encabezado que decía algo como que el más poderoso, millonario, agraciado y demás adjetivos exagerados, CEO de China había sido encontrado en la recámara de su lujosa mansión. Muerto. Torturado hasta que el último miserable suspiro salió de su boca.
Aunque eso último no se mencionó en los periódicos y tampoco fue algo de divulgación pública, después de todo, había una imagen que mantener incluso si la persona estuviera muerta. Mobei se enteró de casualidad en alguna charla con sus clientes, el hombre con el que hablaba se jactó del horripilante final que tuvo BingHe, convertido en nada más que una vara humana. A Mobei no le sorprendió pero fingió que sí y el hombre se deleitó contándole cada detalle que había escuchado de la selecta élite que conocía.
Eran aún menos las personas que sabían la razón por la que el famoso CEO había sido masacrado, Shang Qinghua y Mobei entre ellos. Por su experiencia y la información que tenía de horrores pasados, Mobei supo calcular con precisión que el siguiente en la lista sería él.
Shang Qinghua frunció el ceño y apretó los labios cuando al día siguiente vio a Mobei llegar con las bolsas de papel entre sus manos y colocarlas en la encimera.
-Sabes que podemos encargar la despensa en línea, ¿Verdad?
-Mn.
-¿Y por qué no lo hacemos?
-Me gusta elegir por mi cuenta los ingredientes.
El ceño se profundizo y los ojos café se oscurecieron.
-Sabes que estás en grave peligro, ¿Verdad?
-Mn.
-¿No te parece un poco lógico evitar salir demasiado? -preguntó mientras se ponía en frente de Mobei con las manos en la cintura.
-Luo BingHe fue asesinado mientras dormía. No estaba haciendo nada más que roncar y existir.
Shang Qinghua entornó los ojos. -¿Crees que es un juego todo lo que está pasando?
-Si creyera que la muerte es un juego, habría muerto hace mucho.
-Entonces, ¿Por qué parezco el único preocupado por tu maldita seguridad?
Mobei sintió que la cabeza empezaba a dolerle, inhaló profundamente y evaluó con mucho cuidado las palabras que iba a decir.
-No estoy siendo imprudente, si eso es lo que quieres decir, pero quedarme encerrado y evitar a todo mundo no va a solucionarme nada.
Los manos en la cintura se pasaron a cruzarse en frente del pecho, Shang Qinghua alzó una ceja.
-Hace mucho te dije que deberíamos irnos a otro lugar.
-Y yo te dije que estaba de acuerdo con esa idea.
-No pareces estarlo desde que Luo BingHe fue asesinado.
-Salir como están las cosas no es lo más inteligente, si no han encontrado mi paradero, lo harán con eso. Por no decir que te delatarás tu solo.
-No tienen por qué enterarse.
Fue el turno de Mobei para alzar una ceja.
-¿No eres tú el que da falsas pistas sobre mí? ¿Dices que el que su mayor hacker desaparezca no será relevante para ellos?
-Por eso mismo es que puedo hacerles creer que sigo aquí aunque no lo esté.
-¿Y a dónde podemos ir sin que nos encuentren?
Eso pareció alegrar a Shang Qinghua porque descruzó los brazos y le sonrió con picardía.
-Noruega.
-¿Noruega? No conozco el idioma.
-Ni yo, pero ahí podrías ser un verdadero señor de las nieves, además, el clima es propicio para la inspiración de jóvenes escritores como yo. Ya sabes, melancólico.
Mobei bufó. -Claro.
-He estado viendo cabañas por ahí, la mayoría están alejadas de toda civilización por al menos un par de horas en auto. Lo cual, es tan bueno como malo.
Balanceó la cabeza, como si estuviera considerando lo que Qinghua le decía.
-Prefiero creer que será bueno.
-Y yo. Optimismo es mi segundo nombre. -murmuró y empezó a desempacar las bolsas.- Si Noruega no te gusta, podemos ir a alguna isla cerca de América, el clima veraniego también es bueno, aunque el señor de las nieves no podrá hacer su debut mientras vivamos ahí.
-No hace falta.
-Mn, pero ¿sabes? - alzó la vista para mirarlo debajo de sus gruesas pestañas negras. - De algún modo, me excita pensar que me estaré follando al hombre de las nieves en su hábitat.
Mobei se acercó a donde estaba Shang Qinghua parado, lo abrazó por detrás y recargó su cabeza en el hombro contrario. Qinghua echó para atrás la cabeza y se encargó de juntar sus cuerpos todo lo que pudo.
El aliento de Mobei caía de lleno en la oreja rosada y caliente de Qinghua.
-Mi hábitat natural es Rusia, si quieres pensar que te estás follando al señor de las nieves, llévame a vivir ahí.
Shang Qinghua gimió cuando sintió el duro pilar presionarse contra su trasero. Por reflejo su cuerpo empezó a restregarse, lucía como si Shang Qinghua no tuviera control de sus acciones y su cuerpo se estuviera moviendo en control automático, por un vago instante pensó que así era, luego olvidó lo que estaba pensando cuándo Mobei simuló una embestida. Tenía una mano presionando sus caderas y la otra, desatando los cordones del pantalón deportivo que traía puesto.
Como el pobre e indefenso humano que era, dejó caer el peso de su cuerpo en el fornido y amplio pecho de Mobei. No le importó pesar demasiado, ni siquiera aplastarlo y que fuera una molestia, sabía por experiencia que Mobei no se quejaría y tampoco lo soltaría. Reafirmó lo que pensaba cuando un poderoso brazo lo sujetó de la cintura. Sonrió.
Se sentía aprisionado, pero no del tipo en donde uno se siente asfixiado, débil e impotente. Más bien era como estar seguro de que mientras estuviera entre su pecho y su brazo, nada podría salir mal.
Claro que lo anterior era hipotético, el microondas pitó varias veces como un aviso mientras que una especie de humo negro lograba salir de las esquinas del electrónico. Shang Qinghua giró la cabeza y se le quedó viendo como evaluando si lo que sea que se estuviera quemando dentro soportaba unos minutos o una o dos horas más sin arder y explotar media casa, Mobei también miró al microondas y como un hombre responsable, se separó de Qinghua y caminó hasta el enchufe para desconectarlo, después con la misma calma de quien no tiene una erección palpitante en el pantalón, caminó hacia el extinguidor y apuntó al aparto mientras que con la otra mano abría lentamente la puerta. Lucía muy serio y profesional en su trabajo, Qinghua lo encontró mucho más interesante que la cosa en el microondas.
Incluso se subió a la mesa auxiliar para admirarlo mejor.
En su mente no había nada más que unas manos blancas y delgadas, pero no por eso débiles, todo lo contrario, con cinco dedos cada una, igual de esbeltos y estéticos. Agarraban con fuerza la manguera del extinguidor, encerrándose a su alrededor y apretándola para que no se le escapara por la presión, a veces meneaba la manguera para extinguir la crepitante y caprichosa llama, la ondeaba de un lado a otro con precisión como si en la bruma de la mezcla del humo gris con el líquido blanco del extinguidor, supiera con precisión donde estaba aún el problema. El chorro blanco que lograba salir de la manguera estaba, por supuesto, a presión y Shang Qinghua se preguntó por un efímero momento en qué mundo él se excitaría tanto solo por ver a un hombre apagar un microondas con una pequeña flama.
Pero ese no era un hombre cualquiera, ese era Mobei, pensó con los ojos sonrientes y nublados, y qué hombre era.
Mobei frunció el ceño mirando al interior, muy lejano de las fantasías del otro hombre. Del cajón de al lado sacó unas pinzas de acero e inspeccionó lo que sea que estuviera dentro, después lo sacó.
-... -suspiró y giró la cabeza para ver a Qinghua. - No debes meter nada de aluminio dentro.
Eso pareció sacar de su ensoñación a Shang Qinghua quién recuperó la postura recta que siempre tenía cuando Mobei le daba alguna crítica o consejo. Frunció el ceño.
-Entonces, ¿Cómo logras que la comida quede bien hecha por dentro?
-Cuando la cocinas te haces cargo de eso, el microondas solo es para calentarla. -explicó pacientemente con un aire solemne, casi como si no le estuviera explicando a alguien algo que incluso un niño de cinco años sabría.
Shang Qinghua juntó las cejas y miró al piso, como lo conocía Mobei, lo más seguro era que estuviera memorizando esa información y descartando posibles experimentos que había estado a punto de hacer y que habrían terminado con su casa por los aires.
-Tiene sentido. -murmuró con Ia mirada aún perdida en los mosaicos del piso.
Mobei una vez resuelto el problema se volvió a acercar hasta quedar en medio de las piernas medio separados de Qinghua, le rodeó la cintura con los brazos y lo observó pensar.
-¿Cómo es que has sobrevivido hasta hoy?
Qinghua volvió la mirada. Sonrió.
-La primera vez que use algo como el microondas o el horno de pared, fue contigo. Mi mamá me enseñó a usar la estufa de gas pero en aquel tiempo la eléctrica no creo que se haya inventado aún, o no lo sé, debía haber sido muy costosa para mi familia. Después de que hui no me podía permitir cocinar nada y cuando los conocí a ellos, bueno, ellos son de la élite, solo la servidumbre usaba esos aparatos y a mí nunca me trataron como tal.
Asintió. -¿Y cuándo vivías en la casa esa en la que te conocí?
Qinghua soltó una carcajada, por alguna razón siempre se reía cuando recordaba cómo se habían conocido.
-Ah, sí, vivía solo pero no tenía nada de eso, solo una cafetera, comía con los chicos en los mercados o en restaurantes caros cuando se daba la ocasión. También en locales conocidos.
Mobei se acercó a Shang Qinghua con paso lento, disfrutando de cómo los ojos café lo miraban en plena concentración cada vez que se acercaba.
-¿Ya te he dicho que el color negro en los ojos no te queda? -murmuró.
-Muchas veces.
-Luces como alguien que no eres.
-¿Oh?-avanzó hasta quedar frente a frente, Shang Qinghua levantó una mano y acarició su cuello con la yema de los dedos. -¿Cómo soy?
-Eres mi señor de las nieves. -su tono de voz era firme y seguro incluso si estaban hablando entre susurros. - El señor de las nieves no puede tener unos ojos tan ordinarios y mucho menos un tono de cabello tan aburrido.
-¿Y la pareja del señor de las nieves? - los manos de Mobei jugaban con el dobladillo del suéter que no le pertenecía a Qinghua.
-¿Qué con él?
-¿Está bien que tenga una apariencia menos deslumbrante?
Qinghua pareció pensar en la pregunta por un segundo.
-El señor de las nieves, es por naturaleza alguien llamativo y yo diría, un poco ególatra con su propia apariencia. No se podría esperar menos de él en ese sentido. -Mobei alzó una ceja. - Su pareja, aunque el señor no lo crea y se muestre incrédulo, también es muy hermoso y ha tenido varias propuestas románticas de todo tipo de personas.
-¿Yo soy el ególatra?
-Está en tus venas, cariño. A lo que voy, es que su pareja tiene un tipo diferente de belleza, no tan estoica y fría, más bien... exótica.
Las comisuras de los labios de Mobei subieron un poco.
-¿Eres exótico, Qinghua? -murmuró siguiéndole el juego.
-Oh, sí, desde luego que sí. No has visto de lo que soy capaz.
-¿Oh? ¿De qué eres capaz? - su voz se volvió tranquila y densa.
Shang Qinghua sonrió y bajó las pestañas, miraba al piso mientras se mordía el labio inferior. Después, miró a Mobei por debajo de sus gruesas pestañas y dijo con voz fingida.
-De montar al señor de las nieves del cual todo mundo está aterrorizado.
Shang Qinghua podría ser un mentiroso, egoísta y en general, una persona poco confiable para todo tipo de cuestiones, pero misteriosamente siempre que se encontraba con Mobei se convertía en un caballero, lo cual era tanto bueno como malo. Así que esa tarde cuando prometió ser capaz de montar al señor de las nieves, no lo decía en broma. Por supuesto que no, un caballero no podía prometer semejante cosa y al momento después, hacer justo lo contrario.
Eso sería tan bajo como estúpido.
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El novelista y el astrofísico [MoShang][Completa].
FanficEn la realidad donde Shang Qinghua es un habilidoso hombre en el arte de la virtualidad y Mobei un sicario conocido por su letalidad; se dan cuenta que comparten el desdichado destino de encontrarse una y otra vez. No están felices con ello, pero si...