CAPÍTULO 1.8 - Mañana en Maple Ridge

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A quien madruga, dios le ayuda, pensaba mientras caminaba hacia el lavabo para mojarme la cara y activarme un poco más aquella mañana de nochebuena. Intentaba no hacer ruido para no despertar a mis padres. Me había levantado temprano, ya que había quedado con Michelle en la estación ferroviaria porque queríamos subir a Maple Ridge, un distrito municipal al este de Vancouver, a veinte minutos de Mission en tren, bastante más grande que esta, a pasear y comprar algo en el "Haney Place Mall". Para, posteriormente, comer en un maravilloso pub/restaurante llamado "Billy Miner Ale House and Café", en frente de la estación de Port Haney.

Para desayunar me preparé un café caliente con un terrón de azúcar, cogí un croissant industrial de la despensa y me senté en el sofá para mientras veía el último capítulo de Stranger Things. He de decir que soy una persona que tarda en verse una serie y que normalmente la deja por la mitad. Me vestí rápido, me lavé los dientes, me peiné, me puse colonia y salí a la calle, sin antes despedir a mi madre que ya se había levantado.

- ¿Comías allí, no? - preguntó.

- Si mamá - conteste y paré unos segundos - Bueno, me voy que no quiero llegar tarde y perder el tren.

- Vale cariño, ten cuidado.

Asentí con la cabeza, abrí la puerta y cuando ya me encontraba fuera, la cerré con delicadeza. Sin muchas distracciones, caminé hacia mi destino. Aun así, pude observar un gran movimiento de gente por las calles de la ciudad. Sinceramente, me alegré, ya que hacía bastante tiempo que no sentía aquella energía feliz que transmitían las diferentes personas presentes en el exterior, seguramente por los crímenes que habían pasado en unos pocos meses en Mission. Además, no hace mucho que se había descubierto corrupción por parte del alcalde, por ese motivo, en esas navidades, la ciudad se encontraba sin gobierno. Me imagino que fueron estos factores los que me hicieron estar satisfecho, contento, feliz de volver a ver a la gente fuera de sus casas. Y después de haber perdido la noción del tiempo, ya estaba en la estación municipal de ferrocarril. Poco después, apareció Michelle.

- Venga Mich, que vamos a perder el tren - bromeé con una sonrisa en la cara

Michelle me miró con ojos entrecerrados y cara de confusión.

- ¿Cómo me has llamado?

- Mich. ¿Así te llama Kylie, no? - contesté.

- Tu mismo lo has dicho, Kylie me llama así, tú no Jack - dijo indignada pero sonriendo.

Mientras nos reíamos y hablábamos de otros temas menos importantes, entramos y esperamos el tren. Sobre las siete y media de la mañana, subimos en el tercer vagón y comenzamos nuestro viaje a Maple Ridge.

- Hace un huevo de tiempo que no cogía el tren - dije para abrir tema de conversación después de un rato hablando de otras cosas.

- Yo hace unos meses, cuando fui con Kylie al Stanley Park.

- ¡Oh! Deberíamos ir un día a pasear. Ese parque es precioso.

- Ya, por eso fui con ella, para pasar un día perfecto. Y de hecho, allí le pedí salir.

- ¡Qué bonito es el amor!

- Tienes razón... A ver cuando te buscas algo, que pensándolo bien, nunca me dices nada de este tema.

- No lo necesito - contesté.

- Venga Jack, no tengas vergüenza, sabes que no se lo contaré a nadie.

- Bueno... ¿Y quién te ha dicho a ti que me guste alguien?

- Se te nota - vaciló.

- Venga va. A ver qué barbaridad sueltas - dije.

- Pues hay una chica de otra clase a la que siempre estás mirando.

Yo le miré con una ceja levantada, a ver que decía.

- Creo que se llama Alyssa. Te vi hablando con ella el otro día.

Michelle me golpeó suavemente con el codo mientras sonreía, a la vez que me miraba las manos, reflexionando que decir.

-Sí, está en el club de teatro. No sé, es mona.

- No me fastidies, Jack. Es guapísima y encima, es supermaja. Además, se nota un montón, por como la miras, que te gusta.

Yo me reí mientras negaba con la cabeza.

- ¡Qué bien me conoces! - reconocí.

Antes de que pudiera seguir hablando, sonó por la megafonía: "Próxima estación: Port Haney". Cuando el tren se detuvo, bajamos de este y nos dirigimos hacia el centro comercial donde pasamos las próximas dos horas. Ella se compró unas cuantas prendas de ropa, para destacar, una camiseta del nuevo disco "Hardwired... To Self-Destruction" de Metallica. En cambio, yo iba detrás de ella mientras esperaba encontrarme algo interesante. Finalmente, solo me compré la misma camiseta, aunque no era uno de mis discos favoritos. Estuvimos paseando por unas cuantas tiendas más hasta que se paró en una tienda de instrumentos musicales.

- ¡Ostia! - dijo emocionada - ¿Ves la guitarra eléctrica que está en el escaparate?

- ¿Cuál, la azul o la Les Paul? - pregunté.

- La azul - hizo una pequeña pausa - ¿Te acuerdas de que quería una? Pues es esa. Es un Ibanez stratocaster, pero la que tenía pensado comprarme era negra y blanca, aunque esta es más bonita.

- ¿Cuánto cuesta?

- La más sencilla son doscientos ochenta dólares. Y creo que esta es la barata, pero no llevo suficiente dinero encima.

- Bueno, al menos sabes que la puedes comprar aquí.

- Ya - dijo disgustada.

Poco después salimos del centro comercial y volvimos a la estación de tren, donde, a su lado, se encontraba el restaurante en el que íbamos a comer, cosa que considero evidente.

- He oído que hace poco cambiaron el dueño. No sé si la calidad habrá bajado.

- Opino que no. Mira los platos de la mesa que tienes detrás.

Miré durante unos segundos.

- A ver, siguen teniendo la misma buena pinta, pero hay bastante menos cantidad.

- Bueno, pide, come y calla pesado.

Pedimos nuestro entrante favorito y el plato principal de cada uno. Mientras esperábamos la comida, entraron por la puerta dos rostros demasiados familiares para nosotros.

- Tú no lo ves, pero acaban de entrar William y Ellie.

- ¿Juntos?

- ¿Tú eres subnormal o comes ladrillos? ¡Pues claro!

- Vale, vale, perdón. Pues no llames mucho la atención, no me apetece que nos vean.

- Tranquilo, ya se han sentado en una de las mesas más separadas.

No mucho rato más tarde, una camarera joven, de estatura baja y con pelo rizado, nos trajo toda la comida a la vez. El resto del tiempo que estuvimos allí fue un poco incómodo, ya que cerca estaba el novio de Emily con Ellie, aquella chica que era amiga nuestra hace unos años. Nuestras miradas comunicaban el mismo sentimiento de marcharse de ese bar, así que después de acabar, no tardamos mucho en pagar y salir para esperar el tren que nos llevaría de vuelta a Mission. Durante el viaje, Michelle me preguntó:

- ¿Se lo decimos a Emily?

- Pienso que no es necesario. Tampoco sabemos cuál era el móvil de esa comida. Nosotros estábamos juntos y somos amigos.

- Ya, pero se lo puede tomar muy mal que no se lo digamos.

- Pero no hace falta que se entere de que estábamos allí. Dices que no nos han visto.

- No, pero... Bueno, no sé, creo que es mejor decírselo.

- Haz lo que quieras, yo no voy a decir nada.

Cuando llegamos a Mission, caminamos durante poco rato y después, nos separamos. A la vez que giraba esquinas y cruzaba calles para llegar a casa, reflexionaba en comprarle esa guitarra a Michelle como regalo de navidad, aunque tendría que hablar con su padre para no darle el mismo obsequio. Mi cerebro paró de pensar cuando observé una patrulla de policía en la casa de mis vecinos, y cerca de ella, a mis padres y diferentes personas del vecindario.

LA VERDAD TRAS EL CRISTAL - Diego EscamillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora