CUENTO 1- CORAZONES LATENTES

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Qué alegría tiene una cuando logra independizarse, y ese fue mi caso. Tras haber trabajado arduamente durante años, logré comprarme una casa en el acogedor barrio de Sunriseville. De hecho, era una zona muy tranquila, pues muchas personas que habitaban aquí ya tenían una avanzada edad habían pasado a mejor vida o sus familiares los enviaban a residencias. Por otro lado, tampoco había gente joven, puesto que las casas se encontraban demasiado lejos de la gran ciudad como para ir andando.

O eso me dijeron...

Todo parecía tan idílico que una hasta podría llegar a sospechar de tanta hospitalidad. De hecho, no pudo el tiempo llevarse un día por delante sin antes hacerme una visita un hombre de avanzada edad.

Le llamaban el señor Foster, y era conocido por su inmensa amabilidad, sobre todo con los recién llegados.

Accedió a ayudarme a deshacer mi equipaje, así como a invitarme a su casa a tomar un café. Sinceramente, tras una larga jornada lo único que quería era una taza de esa deliciosa y caliente bebida.

Además, con lo generoso que había sido, ¿quién era yo para negarme? Se veía en su cara que era un señor amable y tranquilo, dispuesto a ayudar a cualquiera e incapaz de hacer daño a nadie.

¿Verdad?

Y siendo sincera, era la casa más bonita que había visto en mi vida. Por fuera no era nada más que otra simple casa del barrio, pero el interior era lo que la hacía destacar sobre todas las demás. Era pequeña, pero tenía todo el espacio muy bien aprovechado, con una profusa decoración en mesas y estanterías, y unos muebles de madera que le daban un toque rústico.

— Aquí te sentirás como en casa —exclamó el hombre, con una sonrisa— Además, no tienes por qué preocuparte de nada, puedes quedarte lo que quieras.

En ese momento fui demasiado incrédula como para no notar que debía haber algo extraño ahí, grave error del que ahora me arrepiento.

— Gracias, de verdad. Significa mucho para mí saber que en este barrio hay gente tan hospitalaria.

— No es nada, de verdad. Aunque a mí también me gustaría que me hicieras un pequeño favor... —dijo el señor, esta vez con una cara un tanto más seria— Eso sí siempre y cuando no te moleste.

— Oh, no se preocupe, pídame lo que sea.

— Está bien. Verás... yo ya soy una persona mayor y llevo viviendo solo durante muchos años, concretamente desde que mi mujer perdió la vida...

— Entiendo... ¿y quiere que me quede a vivir con usted?

— Oh, ¡no! ¡En absoluto! Tan solo me gustaría que te que quedaras esta noche a dormir, solo por esta noche... Claro, siempre y cuando no te resulte incómodo o extraño. Las camas están separadas, así que no te preocupes por eso. Lo último que quiero es hacerte sentir insegura.

Me tomó un tiempo tomar una decisión, pero parecía ser una buena persona, así que accedí.

— Bueno, después de lo que ha hecho por mí creo que es mi forma de agradecerle. ¡Está bien, me quedaré! Total, ya es muy tarde como para volver a mi casa.

— Supongo que es verdad. Oh, y cuando quieras vete a dormir. Yo estaré aquí un rato viendo la televisión. Puedes echarle un vistazo a la casa si quieres. Por cierto, el dormitorio está en la planta de arriba, a la derecha.

— ¡Ok, muchas gracias!

Me dispuse a echar un vistazo a la casa. En la planta baja estaba el salón-cocina que ya había estado inspeccionando, así que subí a la planta de arriba y giré a la derecha como me indicó el señor Foster, y en efecto, ahí estaban el dormitorio y un baño contiguo. A diferencia de la planta de abajo, estas habitaciones no eran nada del otro mundo, en ellas tan solo habían una cama y una mesita de noche con un lugar para tener unas medidas básicas de higiene.

NOCHES LARGAS Y OSCURAS: Cuentos de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora