CUENTO 3- PLAN 206: BAJO LA SOMBRA

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Querido diario, estoy harta.

Harta de vivir en este maldito infierno, bajo la sombra de los demás. No importa cuanto lo intente ni cuanto empeño le ponga, nunca será suficiente, siempre hay alguien que me acaba superando.

No lo logro entender. ¿Acaso no me esfuerzo lo suficiente? ¿O simplemente paso demasiado tiempo trabajando en mí pero no logro optimizar todas esas horas de sangre, sudor y lágrimas?

Sea lo que sea lo que me está ocurriendo, no para de matarme lentamente. Ver a ella ser todo lo que siempre quise: las mejores notas, la mejor haciendo deporte, la más guapa, la más popular... ella lo tiene todo. ¡Todo! Y da igual todos mis intentos por lograr ser reconocida, puesto que estos siempre son en vano.

Y, siendo objetivamente sinceros, nadie recuerda los segundos puestos. A nadie le importa la plata si hay oro, a nadie le interesa tu esfuerzo si no hay recompensa, y eso, eso me duele en lo más profundo de mi alma.

¿Por qué solo importa ser el mejor y no de los mejores? ¿Por qué llegamos a extremos en los que se acaba fomentando (aunque sea de forma indirecta) una competitividad tan insana que derrumba todas tus ilusiones y cuyo único objetivo es demostrar la nula importancia de aquel que no está en la cúspide? ¿Por qué?

Todo esto solo hacía mi envidia aumentar paulatinamente. Día tras día, semana tras semana. No soportaba ser ignorada, y no aguantaba más.

Yo solo quiero que alguien me valore, que alguien sepa todo el esfuerzo que hay detrás de haber sacado una nota casi perfecta, de haber quedado en segundo lugar en una competición o de haber sido reconocida como una de las personas más hermosas de tu zona, aunque no hayas sido quien lo haya bordado todo.

A decir verdad, estaba dispuesta a pagar cualquier precio por ser amada y reconocida.

Cualquier precio, no importaba cuán costoso fuera, lo pagaría si fuera necesario.

Pero no hablo precisamente de dinero: hablo de esfuerzo y muchas horas de pensamiento me llevaron a una solución, la cual en un principio descarté pero ya no la considero tan descabellada.

Decidí llamarlo «Plan 206». Su ejecución era bastante sencillo.

Primero, me tomé 206 horas para planificar el plan, ni una más ni una menos. Tenía que ser elaborado para que funcionara. A fin de cuentas, el esfuerzo me llevaría a algún lado.

¿Verdad?

En segundo lugar trabajé arduamente y sin apenas descansar durante otras 206 horas. Me dolió mucho dejar de lado todo lo que me gustaba, pero me acabaría llevando a un éxito rotundo, o al menos eso esperaba. Por lo tanto, no me resultó tan doloroso sacrificar mi tiempo de sueño, por ejemplo.

A continuación, tuve de nuevo doscientas seis horas para ejecutar mi sofisticado plan, y para ello contaba con la ayuda de una amiga: Katrina. Oh, ella era tan amable y dispuesta a ayudar a los demás que cualquiera le adoraría si le conociera. Ella era casi tan lista y guapa como yo, por lo que su ayuda sería de gran utilidad.

Nos reunimos a las 2:06 de la mañana y ahí fue cuando empezó el verdadero plan.

Empecé con algo suave, es decir, asestándole 206 puñaladas por todo el cuerpo, asegurándome de que no lograra sobrevivir. Oh, querida Katrina, pronto yo sería la más reconocida de esta ciudad, y todos me amarían y apreciarían por lo que soy.

Acto seguido, despedacé todo su cuerpo en pedazos, de modo que cada uno de ellos tuviera un hueso. Así, me quedaron 206 pedacitos de diferentes tamaños, que recopilé y enterré por toda la ciudad durante las 2 horas y seis minutos siguientes. Dejar todos los restos en un lugar era demasiado arriesgado, así que supuse que esta era la mejor opción.

Por último, me fui a mi casa y descansé el resto de la noche. Había sido un trabajo duro, para qué mentir, aunque todavía faltaba una última cosa: descubrir su cuerpo seis meses y veintiséis días después, cumpliéndose de nuevo una relación con este precioso número. Con descubrir un solo hueso bastaría, y lograría ser aclamada por todos como una heroína por haber descubierto el misterioso paradero de esta pobre chica.

Sin embargo, el universo pareció escuchar mis largas plegarias, y quiso acortar esta larga espera mucho más de lo que esperaba.

Dos días después, pude escuchar mi nombre por todos lados. ¡Lo había logrado! ¡Al fin todos me amaban! Junto a mi nombre, pude escuchar varias palabras: asesina, cruel y frívola. A decir verdad, me podía acostumbrar a esto. ¡La gente ya me estaba vitoreando por todas partes de mi casa y aún no me había levantado de la cama! Ahora comprendía que se siente al ser famosa.

De hecho, varios minutos después entraron dos hombres muy fornidos a mi casa con unos trajes con la inscripción «Policía Local». ¡Vaya! ¡Tenía hasta mis propios guardaespaldas! Mi emoción no paraba de desbordarse por todos lados. Fueron tan amables que hasta me llevaron en una limusina hasta mi nuevo hogar. Fue hasta gracioso, porque el coche hacía el mismo ruido que los coches policiales. ¡Como si estuviera en una novela policíaca! ¡No podía parar de emocionarme!

En cuanto me bajé del coche, vi a una figura familiar. Se trataba de ¿Katrina?

— ¡Tú, monstruo! ¡Has matado a mi hermana! ¿Cómo has podido? —gritó la supuesta Katrina.

— ¿Yo? ¡Pero si no he matado a nadie! Solo he instaurado mi reinado, querida. Acepta que ya no eres la más amada aquí y que todos me prefieren a mí —le solté a la clara envidiosa de lo que había logrado.

— ¿Qué? ¡Estás loca! Espero que tengas una larga vida en la cárcel —terminó diciendo la chica que milagrosamente había revivido, largándose del lugar.

Ay, espero que eso le quedara más que claro. Ya me encontraba en mi nueva residencia, la cual tenía una inscripción que rezaba «Centro Penal de Neverhill». ¡Vaya! Así que mi castillo tenía ya nombre. Bueno, no era un grave problema. Podría lidiar con ello.

En cuanto llegamos a palacio, los amables guardias me llevaron hasta mis aposentos, donde descansaría durante toda esa noche. De hecho, mi alcoba tenía unas imponentes verjas que impedían el paso a cualquier persona que buscara hacerme daño. Hasta me regalaron un llamativo pijama de color naranja, el cual me distinguiría de todos mis súbditos. Qué cortes por su parte, la verdad.

Todos mis objetivos se habían cumplido: ahora era la más popular de la ciudad y todo el mundo hablaba de mí. Me adoraban, y yo les adoraba. Todos sabían mi nombre y nadie creía que fuese inferior a ellos. Y, aunque el precio me ha resultado un poco caro, ¡supongo que ha merecido la pena!

¿No lo crees...?

NOCHES LARGAS Y OSCURAS: Cuentos de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora