CUENTO 6- SUPERA TUS MIEDOS

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¡TW!: Este cuento contiene algunos fragmentos que pueden llegar a herir a ciertas personas con sensibilidad (sobre todo con tripofobia). Si eres muy sensible ante estos tipos de lecturas, te recomiendo no leerlo. Gracias por tu atención.
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«La cobardía es uno de los mayores defectos de la humanidad, cuanto más le temes más te hundes y te hunden, enterrándote lentamente en la zanja del vacío, y cae la piedra que tapa tu sepulcro cuando el "quiero hacer esto" se sustituye por un "ojalá haberlo hecho"».

Cuanta verdad expresaban esas palabras que, por más que lo intentara, no dejaban de retumbar en el fondo de mi mente. Como un eco ensordecedor, salvo que cada vez se escucha más y más.

Y, por más que quisiera negarlo, era muy miedica. Sí, tenía miedo a tantas cosas que me resultaría muy complicado nombrarlas todas sin olvidarme alguna.

¿Los dentistas? Me daban miedo. Sonrientes, pero sin un ápice de felicidad en sus pensamientos. Pretenden tranquilizarte cuando sostienen en la mano instrumentos peligrosos que podrían hacer daño a cualquiera si no se tuviera la precaución suficiente. Es como pedirle a un ciervo que no tema al ver un imponente y hambriento animal, le resultaría imposible.

¿Las habitaciones oscuras? Aterradoras. La falta de iluminación en el interior de un cuarto me hacía entrar en pánico, aunque tal vez fuera por lo que pudiera estar acechando ahí, esperando a que alguien ingenuo pase por ahí para atacarle. Aun así, creo que no me daría tanto miedo como si estuviera ahí con total certeza, pero con la luz encendida.

Podría seguir dando ejemplos como esos durante días, pero sería una pérdida de tiempo. Debía enfrentarme a mis miedos, debía ser valiente por una vez en mi vida, y sabía perfectamente por donde empezar: mi tripofobia, es decir, un miedo irracional a un cúmulo de agujeros diminutos próximos entre ellos.

No sabía cuál era la mejor solución para acabar con mis augurios, pero de algún modo debía hacerlo. La verdadera pregunta era cómo. ¿Debía ver estas imágenes durante el suficiente tiempo como para que no me dieran miedo nunca más? No, probablemente no cambiaría nada. Tendría que pensar otra cosa...

¡Ya sé!

Debía lograr que me gustaran, y para ello los tendría que agregar en mi vida, poco a poco, hasta que me acabaran gustando.

Empecé por algo sencillo. Agarré una hoja de papel y me puse a dibujar puntitos, todos ellos muy próximos a los demás. Uno a uno, hasta que logré llenar toda la hoja.

No sentía nada. No me daban miedo. ¿Significaba que ya lo había superado? ¿Acaso ya no volvería a sufrir más temor? Lo dudaba mucho. Seguramente no sea algo lo suficientemente aterrador. Debía encontrar algo más fuerte.

Tenía que ser un nivel extremo. Si ya había superado cosas más suaves, debía ir al otro extremo, a lo más terrorífico posible.

Tras pensar durante un largo rato, una idea vino a mi cabeza. Agarré un punzón afilado y empecé a clavármelo por todo el cuerpo, en búsqueda del placer que acabaría con el terror.

Poco tiempo después de haber soltado el punzón, tenía todo el cuerpo manchado de sangre, que salía a borbotones por cada poro de mi cuerpo, como un acaudalado río que parte de su manantial.

Esta vez sí que lo había logrado. Ya no me daban miedo. La simpleza de los círculos me había enamorado. Sus bordes lisos y sin ningún canto me habían conquistado, y sus cercanías respecto a otros me habían logrado dejar fascinada.

Liberé un grito de euforia. No podía estar más feliz: ya no les temía, y sentía que se daba el mismo caso con el resto de mis fobias.

Ya solo me faltaba por cumplir un último objetivo: mostrarle a todo el mundo la belleza de los círculos.

Debían vivirlo en su propia carne, en sus propios cuerpos.

Debían aceptar los miles de agujeros en su piel.

Debían abrazar su sangre derramada como símbolo de lucha y valentía.

Debían superar sus miedos.

NOCHES LARGAS Y OSCURAS: Cuentos de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora