10 -Final

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Después de dos años de sufrir en silencio, humillado, abandonado y olvidado; desperté con fuerza renovada y tiempo. La peor parte de mi sangre se activo para recorrer cada vena sin cesar y con sed de venganza.

Me juré que empezaría con mi nueva vida una vez que destruyera la suya.

—El cristal está roto, espero que no te cortes con sus afilados fragmentos.

Era curioso cómo, al verte, todo mi cuerpo te rechazó. La voz que tanto amé por fin tenía rostro que odiaba, las manos fuertes que dibujaron cada frase en los obsequios que me enviabas llevaban un anillo sin valor. El joven enamorado señaló desde el interior al traidor y mis ojos memorizaron la sonrisa que debía borrar.

Nunca la miré a ella, porque solo te quería ver hecho pedazos. No dolió que olvidaras mi voz, mi rostro, incluso mi nombre. Tu padre tenía razón, nunca me quisiste. 

 Había fortalecido los pasos de mi venganza desde la raíz. Iba a sanarme a cualquier precio (o eso pensé). 

Y al final solo sentí lástima y vi en ella lo frágil que era tu amor, incluso el carnal. 

—Me gustas mucho —me dijiste después de tenerme.

Solo sonreí. Así fue desde el inicio.

—Quiero que te alejes de él.

Ella en verdad estaba desesperada.

—Claro. —Se removió ante mi respuesta—. Mis vacaciones ya se agotaron, es hora de volver al trabajo y dejar los juegos. Sejeong, adiós.

—¿Es en serio?

Pedí la cuenta y la dejé sola. El bolsillo de mi pantalón no dejaba de temblar.

No terminé muy conforme con lo que hice, pero un final abierto a veces es peor, casi como saltearse el clímax en una narración erótica. 

Ingresé a mi bar favorito, muchas manos amigas me saludaron hasta llegar a la barra, recibí algún que otro beso fugaz, nada demasiado insistente. El dueño era un amigo que me ayudó a escapar de mi anterior yo, un hombre como Heechul solo podía ser mi aliado.

—Mira nada más. —Me extendió su mano, como siempre hacía—. Estás vestido para la guerra, pero no hay ninguna mancha de barro aquí.

—Acabo de llegar. —Me senté junto a él.

—Donghae estaba buscándote. —Me pasó una copa—. Dale una noche despedida y ya, por los buenos tiempos.

—No puedo. —Se recostó en mis piernas—. Te lo dije, ¿no? —Acaricié su cabeza—. Estoy limpiando mi cuerpo, porque mi esposo es un viudo, pero yo debo ser un lirio. ¿Crees que con una semana de celibato me alcance?

—Maldito hereje. —Bostezó—. Sigue practicando tu farsa, porque puedo oler muchas cosas en ti, ninguna es pura.

—He tenido un buen maestro.

Abrió uno de sus ojos.

—Que malo eres. —Se levantó—. Él se va a entristecer cuando te vayas.

—Déjale mis saludos.

Sujetó mi mano con fuerza.

—¿Vas a volver?

—Voy a ver el terreno de mi nuevo hogar. Si tengo suerte, lo conocerás pronto.

Asintió a mis palabras, pero volvió a presionar mis manos.

—Ese hombre, ¿quién es?

Volteé para encontrarme con el flamante señor Park, el padre de Chanyeol y el culpable de todas mis pesadillas. Los temblores, la vergüenza y el miedo siempre me golpeaban cuando escuchaba su voz. El hombre que me maldijo cuando elegí a su hijo y que destruyó todo en lo que creía solo porque quería cogerme. El ser aberrante que me llevó con engaños hasta un hotel y me forzó frente a una pantalla para que viera la "traición" de Chanyeol en primera persona. En aquel entonces era estúpido y débil, pero no tanto como él deseaba. Supongo que esa fue su venganza. Y su ex lo sabía todo. Una familia enferma. 

—Es un acosador. Donghae me salvó de él una vez.

—Quédate conmigo un poco más, yo te llevaré a casa. —Me jaló hasta una sala privada—. Te mueves en un ambiente tóxico.

—Supongo. Se aprende a vivir con ello.

Dejamos de beber.

—Siento que estoy cuidando tu falsa virginidad. Estoy preocupado.

—Gracias. —Guiñó un ojo—. Mi esposo me cuidará después.

—Eso espero. —Tragó saliva—. ¿Es el padre?

—Sí.

—Bastardo, ¿cómo se atreve?

—Ha hecho cosas peores. —No planeaba alterar a Heechul—. Ya no me da miedo. Y si no me he acostado con él, créeme que es por algo mayor al asco. Además, nunca le daría el gusto. Está aquí porque sabe lo de Chanyeol y eso lo llena de ira.

—Entonces, ¿ya estás conforme?

—Creo que ya no me importa.

Soltó una carcajada.

—Pequeño cabrón, ¿removiste la tierra para nada?

Mi celular seguía vibrando, no había parado en toda la noche. Seguramente ella ya le había dicho, orgullosa de su victoria. Y, por dentro, unas uñas largas tejían un oscuro deseo: ¿y si padre e hijo se encontraban el bar?

No. Sejeong no sería tan estúpida, jamás le diría a Chanyeol su ubicación. 

Ahora yo abandonaría a mis dos verdugos.  

—Por mi nueva vida. —Levanté una copa hacia Heechul.

—Y que el pasado quede en lo privado.

—¡Salud!

Cerramos el juramento, justo como la noche en la que Donghae me salvó. Mis amados ángeles del infierno. 

LO QUIERO EN PRIVADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora