Mis pies pesaban al arrastrarlos por el pavimento sin ninguna prisa. La fría lluvia callendo sobre mi cabeza y mojando mi ropa.
No tenía interés en acelerar el paso o de buscar algún lugar para cubirme de la lluvia. No tenía interés de apurarme a llegar a mi departamento para estar tumbado encima del sofá o sobré mi cama mirando el techo sin saber que hacer.
Hoy se cumplían tres meses desde que ella se había ido. Tres meses en que la vida de todos cambió drásticamente y perdimos el rumbo.
— ¡¿Martín?!
Salí de mis cavilaciones al escuchar mi nombre. Giré la cabeza buscando a quien me había nombrado y di un leve asentamiento con la cabeza en forma de saludo al ver a mi hermano en su auto parado en el semáforo.
— ¿Qué mierda haces? — preguntó arrugando el ceño y entonces la luz cambió a verde — ¡Te veo espero mas adelante! — gritó cuando los autos de atrás comenzaban a pitar.
Suspiré pesadamente y seguí mi caminando bajo la fuerte lluvia.
En cuanto me monté al auto sentí un escalofrío correr por todo mi cuerpo al sentir el aire acondicionado caliente y un latigazo de satisfacción de calidez llegó a todo mi ser. Agradecí internamente el aire caliente.
— ¿Estás loco? ¿Como es que andas caminando ahora mismo por las calles como si estuviera la fresca primavera? — me riño mirándome fijamente — Vas a congelarte el culo.
Solté una risita bajando la cabeza a mis manos.
Sentí algo cálido en mi ser cuando lo hice.
— Créeme, fue lo primero que se me congeló — solté una broma sin siquiera pensarla y me sentí raro al hacerlo.
Simón me miró sorprendido y no lo culpo, yo también lo estaba de mi mismo.
Sacudió la cabeza y volvió a reñirme.— No puedes estar caminando bajo la tormenta, Martín ¿Estás loco?
— Es la segunda vez que me llamas loco en menos de dos minutos.
— Es por que lo estás — me da una última ojeada antes de arrancar el auto — en el asiento de atrás tengo una sudadera extra, pontela, ya.
Ruedo los ojos y me apresuro a quitarme la chaqueta y playera mojadas.
— ¿A dónde ibas? — pregunto mientras meto la cabeza en la sudadera.
— Iba a verte a ti y a Juan Pablo.
— No creo que quiera verte él a ti.
— Deberá hacerlo. Estoy harto de que nos evada cada que queremos ir a verlo y saber como carajo está.
— Así.
— ¿Así, qué?
— Así está — me encojo de hombros.
— ¿Cómo?
— Del carajo — murmuro — Todos lo estamos y no me vengas con terapias baratas de que tú e Isaza están sobrellevando esta mierda porque sé de mas que están igual de jodidos que el resto.
— Lo estamos, no lo niego pero ya te dije a que se debe el que estemos sobrellevando esto.
Suelto una risa seca.
— Sí, si, las cartas que le escriben a... — detuve mis palabras antes de pronunciar su nombre.
En mi garganta se formaba un molesto nudo cada que intentaba decir su nombre.
No lo había echo desde hace tiempo. Descubrí que al pronunciarla, la herida en mi pecho dolía aún más y las lágrimas comenzában a salir de mis ojos por si solas. Los recuerdos del estruendoso disparo, verla parada mirando a Juan Pablo y a mí con temor y confusión. Su ropa tiñendose de rojo...
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Cartas a Jules Davies
FanfictionLa muerte siempre será un suceso del cuál jamás te repones. No sabes a dónde tienes que ir, que camino tomar. Yo no sabía que hacer ahora que ella se había marchado de mi lado. Esta es la historia de lo que pasó después de Jules Davies.