3. Una bomba de tiempo

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Grecia se había negado rotundamente a tal desfachatez y artimaña. ¡¿Cómo podría ser partícipe de algo tan horrible... e ilegal?!

«No», había dicho, pero negarse no había sido en ningún momento una opción.

Bastaba una cruel amenaza para que una mujer joven y sin protección como ella aceptara tan macabro plan sin remedio. Y aunque suplicó y lloró para que por favor la dejasen fuera de esto, no consiguió demasiado.

Esos tipos iban muy en serio y el plan estaba trazado.

El plan debía llevarse a cabo... esa misma noche.

Grecia solo debía ser bonita y coqueta con el hombre misterioso de la barra, —algo que se le daba completamente fatal; ella era dulce, tímida y casi mágica—, conseguir que la llevase a la habitación de hotel donde se hospedaba y entregarse a él como cual joven enamorada.

Y lo hizo...

Cumplió su cometido, pero no lo supo hasta que las manchas de sangre en aquellas sábanas blancas fueron demasiado esclarecedoras.

¡Había perdido la virginidad con ese hombre...! ¡Había entregado su primera e inolvidable vez a un total desconocido!

Las cosas se hicieron tal cual lo planeado, al menos hasta que él comenzó a sentirse mal y el primer indicio del amanecer fue su única oportunidad para escapar. Le había dejado casi inconsciente. ¡Le había dejado casi desmayado en la cama y se arrepentía! ¡Se arrepentía muchísimo...! Pero no podía volver, no después de lo que había hecho, lo que se había hecho a sí misma. Estaba tan nerviosa, tan asustada, y lo peor es que allí no terminaba todo.

En realidad... apenas comenzaba.

Su parte del trato estaba más que hecha y debía esperar estar embarazada e informar a las personas que la habían obligado a meterse en esto, y así, entonces, ellos sacarían una buena y pequeña fortuna de dinero. Era un negocio de mafia local que se venía practicando hacía ya un par de años, y lo que sucedería con ella después de que diese a luz a ese bebé, era realmente aterrador.

¡Iban a matarla!

Le decían «Las sombras». No podías verlos si les buscabas, pero siempre estaban allí, detrás de ti; conseguir escaparse de ellos no fue más que un acto de suerte.

Emilio Arcuri miró a la mujer en frente de él y enarcó las cejas, sorprendido por su nivel de imaginación, cinismo y descaro.

No lo creía nada, por supuesto que no.

¿Quién en su sano juicio creería semejante historia de terror?

Aquello era lo más absurdo que había escuchado jamás en su vida. Era un simple rompecabezas que ella misma se había inventado de camino a roma, un cuento para asustar niños, una treta. Si, debía serlo... ¿Cómo podría ser de otro modo?

— ¿Realmente crees que tengo cara de idiota? —preguntó contenido, a ella se le habían humedecido los ojos incluso antes de inventar semejante historia, y ese hecho... ¡Ese maldito hecho le fastidiaba muchísimo! ¿Cómo podía seguir sosteniendo esa farsa?

—Le he dicho que no estoy mintiendo —musitó, su voz de ángel le sacó de quicio—. Si regreso a Cerdeña, ellos, «Las sombras», llevarán a cabo su plan.

—Esperar nueve meses a que nazca la criatura y entonces chantajearme con una pequeña fortuna para entregármelo, ¿no es así? —preguntó irónico.

—Es justamente lo que le he dicho.

— ¿Y esperas que te crea?

¡Esperaba que protegiese a su hijo! Quiso gritarle, pero se contuvo, en cambio él, tenía intenciones de apedrearla con las palabras hasta saciarse.

El hijo del ItalianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora