27: ¿Te dijo Patterson y no Ian? Auch...

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Mini maratón por las 100K
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Traté de ver a Sebastián de la mejor manera, ocultando toda la angustia que me dejó esa llamada. Él enarcó una ceja, curioso.

— ¿Dijiste que teníamos que hablar? —preguntó.

Trague grueso. De acuerdo, no era el momento para decirle que las probabilidades de tener hijos eran casi nulas.

— Si —empecé a hablar y vacilé un poco con la mirada. Alida piensa rápido—. Si, ¿sabes cuando vienen los entrenadores? Milk me dijo que se está organizando otro partido y pensé que eso tendría que ver —dije disimulando.

Universo, sé que me estás poniendo jugadas más difíciles, pero dame un comodín al menos.

Sebastián meneó la cabeza despacio, considerando la situación.

— Mi entrenador de Brasil no me ha informado a detalle —contestó, tranquilo.

Estaba empezando a inquietarme. Quería salir corriendo directo al hospital.

— Entiendo... entonces, debo entrar. Tengo sueño y eso es un milagro, tengo que aprovecharlo —dije, ¿si estaba disimulando bien mi nerviosismo?

El castaño se puso frente al auto, me miró unos segundos y yo me inquieté aún más. Pero, no dijo nada, solo abrió sus brazos y sonrió inocentemente.

— ¿Mi linda novia no me abrazará hoy?

Lo miré unos segundos y luego sonreí a medias. Parecía un niño. Me acerqué hasta rodear su dorso con mis brazos y él rodeó mis hombros después de haber dejado un beso en mi coronilla.

— ¿Segura que estás bien? —preguntó cerca de mi oído y me dio ligeros escalofríos.

Asentí sobre su pecho. Estaba mintiendo, la preocupación estaba carcomiéndome y aunque me sentía segura en sus brazos, no podía tranquilizarme totalmente. No cuando Malcolm se encontraba en el hospital.

— Ya... debo irme —dije lentamente, separándome de él.

Su mirada azul grisácea me debilitó. Acunó mi rostro con sus manos y dejó un corto beso protector en mis labios.

— Buenas noches, te veo mañana —se despidió dejando otro beso en mi frente y sonrió ladinamente haciendo que sus ojos se achinaran un poco y el pequeño hoyuelo apareciera.

— Buenas noches —dije de manera suave.

Caminé hasta la puerta de mi casa, vi como él se metió al auto y de un solo acelerón quedó aparcado enfrente de su casa.

Entré y subí directamente hasta la habitación de los gemelos. Ni siquiera me fije si Daniel ya había regresado. Toqué la puerta con insistencia, no respondieron.

— Vamos —murmure volviendo a tocar.

La puerta finalmente se abrió, mi agitación no me dio tiempo de identificar cuál gemelo era, solo empecé a hablar:

— Llévame al hospital, Malcolm ha entrado de emergencia —dije rápidamente.

Él frunció el ceño, medio despierto.

— ¿Malcolm? —inquirió.

— Si, el alto y rubio —contesté de manera apresurada.

— Daniel, ¿sabes que le pasó a Malcolm? —entonces él era Alec. Él se giró y vi a Daniel sentado, leyendo un libro, curiosamente no era de medicina.

— No fui al hospital —respondió secamente.

Alec soltó un suspiro cansado y sus hombros cayeron de golpe.

Casualidad por roboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora