22: Molestias.

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Sebastián

El vuelo a Italia no estuvo agotador, pero aún así todos nos dormimos en esas dos horas de vuelo. Llegar al hotel tampoco nos llevó mucho tiempo, para las diez de la mañana ya estábamos instalados en el hotel de Venecia.

Marcelo nos mandó a comer y descansar para el entreno de la tarde. El partido contra Alemania sería mañana por la tarde y aún no veía al entrenador de dicha selección.

Tras haber almorzado, a todos los que teníamos una lesión o una molestia, nos pidieron ir a ver al fisioterapeuta que iba a estar a cargo de nosotros.

—¿Tu hombro te sigue molestando? —inquirió Alida, sentándose a mi lado en la sala de espera.

Asentí lentamente. Casi no había  platicado con ella acerca de esta lesión, que estaba muy pronto a tener una bursitis desarrollada que requerirá cirugía, y es por eso que después de cada partido me ponía una compresa helada para calmar el dolor tras haber usado el hombro con tanto esfuerzo.

—¿Qué tal tu rodilla? —pregunté, mirando su pierna vendada.

Ella la elevó, el músculo de su muslo se marcó al hacer esa ligera fuerza, y la bajó rápidamente tras darle un vistazo a su rodilla.

—Creo que bien, al no estar jugando en los partidos la he descansado, aunque dudo que esa sea la razón de porque no he jugado más que en entrenos —respondió con un tono de leve decepción.

Quisiera tenerle una respuesta a eso, pero Marcelo se ha negado a decirme algo.

Karina salió del consultorio con una papel en sus manos y nos sonrió a ambos, sentándose al lado de Alida.

—Me dejó fisioterapia, te esperaré para ir juntas —le dijo y Ali asintió con la cabeza, agradecida con ella.

—Alida Archer, puedes pasar —habló un enfermero saliendo del consultorio.

Ella se levantó y entró, la puerta se cerró junto al chico.

—Cassandra sigue molesta con Marcelo —habló Karina, volteando a verme—. Y a decir verdad, creo que todo el equipo también lo está. Clara es buena libero, pero las japonesas la habían bloqueado, y no había mejor opción de cambio que Ali.

—Yo no puedo hacer nada, Oliveira ni siquiera me dijo que ella dejaría de jugar.

—Pero él te escuchará. Entiendo que él te tiene aprecio porque su abuelo te entrenó —asentí y ella siguió hablando—. Intenta hablar con él, Alida al menos debe jugar un partido aquí en Venecia.

Karina de verdad quería a Alida tanto como jugadora como amiga. En sus ojos se podía ver que estaba preocupada y quería apoyarla.

Solté un pequeño suspiro y asentí junto a una pequeña sonrisa.

—Lo intentaré, pero no prometo nada —dije y Karina sonrió, agradecida y satisfecha.

Yo también quería que Ali jugara estando aquí. Los demás entrenadores merecían ver a la jugadora que perdieron por juzgarla.

Tras unos minutos de espera, Alida salió del consultorio con una nueva cinta neuromuscular en su rodilla junto a la rodillera, y en sus manos traía un papel igual al de Karina. Se sabía que ella siempre tenía fisioterapia, así que, no era una sorpresa.

—Sebastián Patterson, pasa —me llamó el chico y asentí, poniéndome de pie.

—¿Todo bien? —le pregunté a mi novia antes de entrar.

Ella asintió con la cabeza.

—Lo mismo de siempre —respondió—. Suerte, te veo luego —agregó, se elevó de puntitas para dejar un rápido beso cerca de mis labios y yo se lo devolví en su sien.

Casualidad por roboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora