08: ¿Al mismo nivel?

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Sebastián

Me senté al lado de Alida para mirar como ambos equipos femeninos se preparaban para el partido. Marcelo le había dicho que ahora no iba a jugar, le ordenó descansar porque ayer su rodilla terminó mal y lo mejor era descansarla.

En sus ojos podía ver sus ganas de querer jugar, pero a la vez estaba desganada. Le tendí una pequeña bolsa de bolitas de choco menta, ella me miró y sonrió ligeramente a la vez que aceptaba la golosina.

— ¿Puedo decirte algo? —me atreví a hablar.

Ella volvió la mirada a mí y asintió con la cabeza mientras masticaba. Su cabello estaba suelto y se veía tan hermosa.

— Dale espacio al tiempo.

Ali frunció ligeramente el ceño, un tanto confundida. No la culpaba, hasta yo me quedé así cuando papá me dijo esas palabras.

— ¿Espacio al tiempo? —inquirió, confundida.

Asentí con la cabeza. De acuerdo, no quería tocar a profundidad su situación porque su frustración se elevaría en ese momento y no quería eso.

— Solo... —hice una pausa y solté un suave y corto suspiro—. Solo quiero que estés bien. Quiero que disfrutes de todo esto, mañana iremos a España, iremos a otro continente y volveremos a ver a Alex —agregué con una ligera sonrisa de entusiasmo—. También conoceremos Venecia.

Alida sonrió suavemente y asintió, despacio. Le sonreí una vez más y me incliné hacía ella hasta chocar con cuidado nuestras cabezas, ella soltó una pequeña risa a la vez que me miraba.

— ¿Crees que ganemos? Las de Argentina han jugado muy bien —comentó un poco más animada.

Miré la cancha, estaban haciendo el calentamiento básico en pareja con balón y ambos equipos eran buenos, la verdad se veía un poco difícil predecir el final del partido.

— Y ustedes juegan en la noche —agregó y siguió comiendo la mezcla espantosa de chocolate con menta.

Asentí.

— Con México, tendré como rival a un ex compañero —dije con un leve entusiasmo.

— Algo me dice que están hablando del partido de esta noche —Tang llegó sonriendo ampliamente que casi no se veían sus ojos, nos saludó rápidamente hasta sentarse en la grada abajo de nosotros para también mirar el partido, pero mientras tanto se giró hacia nosotros—. Dile a Alex que dejé de atropellar personas con sus rodadas —dijo con diversión y Ali soltó una baja risa.

— Le diré, pero es difícil. A veces es divertido atropellar gente —dijo, divertida—. Una vez atropellé a Elliot y una que otra vez me pasé llevando a Marcela o a Key —agregó.

— ¿Por qué Marce no siguió en esto? —inquirió Tang, curioso—. A Key sus padres no la dejaron irse a otro país solo por el deporte —agregó.

Alida y yo enarcamos ambas cejas, sorprendidos.

— ¿Y tú cómo sabes eso? —Alida lo miró con recelo.

Tang se encogió de hombros y seguido guiñó un ojo. Solté una risa nasal al igual que Alida, un poco sorprendidos.

— ¿En serio? —preguntó Ali en una mezcla de escepticismo y curiosidad.

— Fue hace un año, déjalo —respondió el asiático—. Ahora expando mis raíces.

Ahogue una risa repentina y ambos me miraron con el ceño fruncido. No sé porque eso me había dado risa.

— Isabella es salvadoreña, ¿a eso te refieres con expandir raíces? —habló Ali mientras miraba con curiosidad a Tang.

Él presionó ligeramente sus labios, curioso. Miró de reojo hacía a la cancha, específicamente el lado de Brasil y buscó con la mirada al número nueve.

Casualidad por roboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora