Capítulo 1

223 39 32
                                    

Gerard Robinson

¿Está tan mal desear con tantas ansias ser visto con otros ojos, con un nuevo carácter, con mayor masculinidad?

Desde que tengo memoria he actuado en base a mis valores, intenté mostrarme como un tipo dulce, gentil y servicial. Olvidé que esos atributos eran mejores vistos en mujeres y por eso entré en el circulo vicioso del rechazo por parte de otras personas. Si no se me creía gay, llegaban a pensar que tenía un problema mental grave; digamos que siempre se asociaron esas dos cosas.

Ahora mismo, mientras me veo en un traje tan formal y mi cuerpo que de a poco va tomando forma, la estoy pasando un poco raro. Hice miles de entrevistas en trabajos masculinos para los que no me veían calificado, pero en este todo fue muy sencillo. No me pidieron muchos datos, solo me hicieron charlar con algún tipo que no es mi jefe y simplemente recibí un llamado hoy, en el que se me anunciaba que iba a conocer a Tomas Bernard.

¿Quién mierda es Tomas Bernard? Espero que sea el tipo del que seré guardaespaldas, porque si me dejan sirviendo café, voy a gritar tanto que mis hermanas van a tirarme sus libros de algebra para callarme.

¡Positivismo, vamos! Aunque me gustaría que fuera tan fácil y no me temblara la taza entre mis manos. Voy a enloquecer por completo, lo acepto. Ni siquiera sé golpear gente a menos de que sean contrincantes de boxeo.

—Muchacho —escucho esa voz y casi derramo todo el café—. ¡Cuidado! Solo venía a alentarte. Mira el trabajo físico que has hecho, te pareces a mí de joven.

El hombre que me habla es Dominique, mi padrastro, quien sí tiene un cierto parecido físico conmigo. Se aparece con su aura tranquila y lo primero que veo, como siempre, es su barba rubia y un poco larga. Me recuerda a un personaje bíblico, pero no podría decir bien a quién. Probablemente debería haber leído un poco más la biblia en su momento.

Me sacude de los hombros y yo solo le sonrío. Él se levantó temprano solo para despedirme, ya que su papel de albañil lo desempeña a partir de las once y hasta las seis, aunque varía mucho según las horas extras que haga. No puedo culpar al resto de mi familia por no despertarse, pero me hace feliz su presencia.

—¿Crees que mi padre estaría orgulloso de mí?

Mi pregunta parece sorprenderlo mientras bebe una taza de café al lado mío. Él me toma tan como hijo propio que olvida el hecho de que vengo de un padre abandonador. No pudo soportar mi nacimiento. Es irónico, ¿no? Este seguro va a ser mi primer trabajo bueno, algo en lo que podría prosperar como un verdadero hombre..., ¿eso no haría que él vuelva a verme, al menos para felicitarme?

El pellizco en mi mejilla me quita de la orbita tan profunda en la que me estaba refugiando y hace que mire a Dominique, que tiene casi mi altura y se ve dolido.

—¿Por qué pensar en alguien que te abandonó sin imaginar tu potencial? No, hijo, tú llegarás lejos el día que lo olvides por completo. No puedes concentrarte en personas que no te quieren.

Es muy amable de su parte querer hacerme cambiar de opinión, pero su padre es un señor dulce que siempre está presente. No tiene idea de lo que implica mi sufrimiento.

Yo solo digo que tiene razón para poder terminar el tema de inmediato. No sé ni por qué quise decir eso. Supongo que ver una fotografía de mi padre con traje me hizo sentir tan similar... Ni siquiera deberíamos tener recuerdos de él en casa.

Termino de beber el café y paso a la habitación de mi hermana, rodeada de peluches. Estela, la más peque, ama los peluches aún siendo ya una "niña grande"; Greta, por otra parte, tiene un alma artística, le gusta dibujar paisajes. Hay una hoja arriba de su escritorio. Me acerco en puntas de pie y la acerco a la luz de la sala.

El Pacto del Diablo y el Iluso | Trilogía Entre Demonios y PecadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora