03 - Unidad 7

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Los miembros de la Unidad 7 se reunieron en The Sewer, su bar-restaurante favorito ubicado a las afueras de la abarrotada ciudad y adorado por los amantes de la cerveza tradicional. El equipo solía dedicar al menos una noche a la semana a beber en aquel lugar que a simple vista parecía un antro. Era allí donde consolidaban sus vínculos, donde compartían sus penas y sus alegrías, y donde vivían como personas normales.

Como de costumbre, los recibió la camarera Ámber, que también era una de las propietarias de The Sewer. A la mujer cincuentona de cabellos teñidos de rojo le gustaba exhibirse como una veinteañera, pero eso no dañaba la agradable y generosa imagen por la que todos la conocían. Les ofreció asiento en un rincón del recinto, sabía que ellos preferían encerrarse en su propia burbuja.

―¡Por fin respiro libertad! Ámber, que marche la primera ronda y ten a mano la segunda. Hoy invita el jefe ―expresó el animado James.

―¡Los héroes de la ciudad! Hoy os vi en las noticias. Si llegáis a diez rondas, os invito a otra por ser vosotros ―enfatizó la camarera.

―Tú sí que sabes, espabilada ―comentó Leonard.

―Recuerda servirle un refresco a Mei, que es menor ―bromeó Ethan.

―¡Jefe! ―protestó Mei, sintiéndose avergonzada.

―No seas tan estricto, Ethan. Mei aguanta un par de rondas. Me ocuparé de que llegue de una pieza a casa ―resaltó Tanque.

―Con la que lio la última vez, no sé yo... ―Ethan no paraba de reír.

―Ten cuidado, Tanque. A ver cómo le explicarás a tu mujer luego que andas con una jovencita ―bromeó Richard.

―Venga, no seáis malos con Mei ―intervino Stuart, acompañando sus palabras con una caricia en la espalda de la joven médica, que estaba sentada a su lado―. Que beba lo que quiera, mañana no se trabaja. Luego se puede venir a casa con James y conmigo.

―Gracias, Stuart. ―Mei le sonrió y le mostró el dedo del medio al resto.

―¡Qué chiquilla tan graciosa! ―exclamó Ámber―. Mientras no vomites encima de la mesa de billar... —Recuerdos desagradables sobre los destrozos de Mei invadieron la mente de la propietaria—. Marchando ocho... Espera, ¿no falta alguien aquí?

―Tatiana, como siempre —observó Leonard—. Pensaba que había salido detrás nuestro.

―Mmm, Tatiana ―comentó James con insinuación mientras miraba a Elisa―. Seguro que se está poniendo guapa para Elisa.

―¿Qué dices? ¡Eres idiota! ―replicó Elisa, abrumada.

En ese instante, incontables murmullos de asombro hicieron eco por todo el bar.

―¡Hola, chicas y chicos! Siento el retraso ―los saludó Tatiana, que recién había entrado en el local. Lucía espléndida con la melena suelta. Para sorpresa de pocos, se sentó junto a Elisa.

―Hablando de la reina de Roma... ―comentó Leonard.

―¡Qué bombón! ―añadió James.

―Tú no dejes de venir nunca, ¡eh! Atraes a mucha clientela. ―Ámber ensanchó la sonrisa―. Bien, voy a por esas cervezas. ¿Cenaréis?

―No, gracias, no queremos que nos envenenes ―dijo Ethan con humor, resaltando la confianza existente entre ellos.

―Buena elección ―susurró Ámber a la vez que miraba a su marido asumiendo el servicio de barra y todos rieron―. ¡Divertíos!

La primera ronda llegó como un regalo divino, pues era verano y las gargantas pedían a gritos algo refrescante. La avispada propietaria les llenaba la mesa de tentempiés salados y picantes para que comieran al ritmo que consumían. Todos alzaron sus botellas y brindaron por ellos mismos.

Evan 1. Renacer © [En proceso de edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora